CORTA, CORTA NAVAJA

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Y por aquel antifaz

donde ocultaba su alegría

yo tuve que partir un día

lastimado y sin ser capaz

de salir de la melancolía.


No tuve una sonrisa

para aguantar la vida

después de esa despedida,

se largó tan de prisa

que hoy solo me queda la herida.


Cual poeta maldito

manché de sangre el cielo

para que su vuelo

se caiga en mi infinito,

pero todo se quedó en anhelo.


Fue en noche de luna

cuando estaqué mi corazón

para matar la ilusión

de bordar una cuna

con mi locura y su razón.


Malditas rimas: perversas,

en las que vuelco la tristeza

cual fúnebre mesa,

ahí yacen mis lágrimas dispersas

e infectadas de romántica pobreza.


Corta, corta navaja

que esta sangre todavía es suya,

quizás en el infierno no me rehúya

pues sus huesos serán la alhaja

en la que ponga mi última aleluya.








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