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Extraño el sonido de su risa, el café de sus ojos, las tonadas de su voz y sus brazos a mi alrededor.

Me juré no hacerlo, me impedí caer en sus encantos, pero no hay nada que hacer si el alma lo desea tanto.

Sabía que enamorarme de su voz era perderme bajo la luz de su sol, y arder ante al esperanza de que el deseara lo mismo que yo.

No sabía cuan adicta me haría a su risa. Mi droga favorita, tan dulce y adictiva. Más fuerte que la nicotina y me provocaba esa locura que solo sus labios entendían a la medida.

Deseaba sus besos, su cuerpo, su mirada, su voz.
Deseaba sentir cada parte de su ser clamar por mi piel, y rogarle al universo no perderme tanto como él ya lo hacía al llegar la noche y embriagarse de placer, ese que le producía mi alma que entre sábanas se entregaba a él.

Retazos de mi alma©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora