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𝗗𝗘𝗦𝗢𝗦𝗜𝗘𝗚𝗢, eso fue lo que principalmente sintió el delicado cuerpo de nuestra protagonista en el momento en que su conciencia volvió y poco a poco fue recobrando sentido.

Abrió sus ojos notando cómo su vista se sentía pesada y un poco borrosa, sus pestañas se despegaban con lenidad y sentía pequeñas molestias en las esquinas de sus ojos, su vista se fue enfocando con el pasar de los segundos para al final solo ver encontrar a ella un oscuro vacío, que reconoció poco después cómo una especie de techo sobre el cuál se encontraban los demás pisos del dormitorio universitario.

Entre abrió sus labios, se sentían resecos y con costras formadas tanto alrededor de los mismos como en medio de estos, aún sintiendo como el dolor calaba en su mandíbula,  se apresuró a lamer los intentando darles un poco de suavidad, pero fue en vano, hasta su lengua se sentía seca.

Minutos después sus sentidos se fueron poniendo alerta y sus oídos se afinaron, no se podía escuchar más que el ruido de decididos pasos que provocaban los pesados zapatos de los soldados norcoreanos al caminar alrededor de ella, mientras sentía cómo el ambiente estaba completamente tenso y silencioso, cómo si fuese de madrugada y toda la ciudad estuviese dormida, sintiéndose en la penumbra. Así lo sentía.

Y ahí fue cuando cayó en cuenta de dónde se encontraba su cuerpo.

Debajo de su cuerpo sintió algo duro y frío, el repentino descubrimiento logró que el frío calara en sus huesos provocando que tiritara y tratara de taparse a duras penas con sus manos, pero éstas también estaban frías y eso fue peor.

Volteó su rostro, a la derecha, se encontró con una  chica desconocida para sus ojos, su cabello estaba húmedo y miraba también al techo con una mirada perdida, cómo si así le pudiese encontrar sentido alguno a su existencia. No le tomó importancia y volteó a su izquierda, conectandose con los profundos y oscuros ojos de Mi-soo, que la veía fijamente, ida, angustiada, enojada y preocupada por ella, en los pasados 10 minutos la salud de Su Zu fue lo que rodeó sus pensamientos. Se sentía indignada ante la indiferencia de esos soldados a la hora del desmayo de la menor, aunque bien sabía que no iban a tratarlas con delicadeza pues las tenían secuestradas cómo rehenes, pero le seguía enojando el echo de que al obligar a todas a acostarse en el suelo, también habían ordenado que la chica inconsciente en sus brazos estuviera con ellas. Sinceramente, en lo más profundo de su corazón sintió miedo, su cabeza se empezó a llenar de preguntas y más preguntas, así como de posibles escenarios catastróficos que solo llenaron su ansiedad.

¿Y si su cuerpo reaccionaba a la defensiva y se iba de éste mundo por no atender su desmayo como era debido?

¿Y si no lograba despertar jamás?

¿Se iba a quedar sola?

¿Si eso pasaba, la iban a dejar con ellas?

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la menor volteó a verla aún desorientada mientras trataba de hablarle, pero la pelinegra solo tapó su boca con su mano ordenandole que no hablara, que se quedara callada, mientras veía con disimulo como uno de los soldados, específicamente el más déspota, que se encargaba de vigilar con el que parecía ser el más calmado de todos, le gritaba a su compañero, que le preguntaba si al menos dejarían a las universitarias ir al baño a cumplir con sus necesidades naturales, y por lo que podía ver, no le había gustado para nada.

“¿Estás bien cariño? ¿Te duele algo? ¿Te duele la cabeza?” Preguntó Mi-soo completamente preocupada, mientras que desde su lugar intentaba ver el cuerpo completo de su amiga, aunque era obvio dónde le dolía, quería estar segura de no estarse perdiendo algún detalle.

“Sí Unnie, estoy bien, no te preocupes” Susurró en respuesta dedicándole una pequeña y suave sonrisa tranquilizadora. Carraspeo. Su garganta dolía y pedía a gritos un vaso con agua que calmara las grietas que sentía en la misma, se sentía horrible.

El rostro de la pelinegra frente a ella no pudo evitar arrugarse de la preocupación cuando notó la voz ronca de la menor y justo cuando Young-ro se le ocurrió pedir limpiar al oficial de policía herido, vió la oportunidad de hablar.

“D-Disculpe...” Susurró levantando su brazo derecho, sintiendo la temblorosa mano de la menor tomar su antebrazo mientras negaba con la cabeza con rapidez, sintiendo como se mareaba por la velocidad. El desgraciado soldado jefe, cómo había apodado a la persona que había tomado como rehen a su niña, fue el que atendió a su llamado. “Mi amiga se desmayó y acaba de despertar, ¿Puedo pedir un vaso de agua?” No sabía si la manera en que había pedido el agua había sido la más adecuada, pero trato de ser lo más cuidadosa, sobre todo sabiendo lo delicado que era el soldado déspota.

Sin embargo, no recibió respuesta alguna. El desgraciado soldado jefe solo salió del lugar siguiendo a Young-ro pareciendo haber ignorado la petición de la pelinegra, quién bufando bajó su brazo mientras en su cabeza maldecia de mil maneras a los soldados.

Pero sus maldiciones se vieron interrumpidas cuando frente a sus ojos se poso un vaso de vidrio con agua en él mismo, el desgraciado soldado jefe era quién lo tenía.

“Toma, aquí hay una pastilla” Mencionó entregándole a la pelinegra lo indicado, para después irse por dónde había llegado.

Al leer el nombre de la pastilla supo que era una de las pastillas que Su Zu solía tomar cuando sentía nervios o cualquier otro síntoma que pusiera intranquilo su buen vivir.

Confundida, volteó hacia el soldado, quién la veía de reojo esperando que la menor tomara la pastilla.

Se había preocupado mucho cuando vió como se desmayaba anteriormente.

𝐀𝐓𝐓𝐑𝐀𝐄𝐍𝐓𝐄 | 𝐒𝐍𝐎𝐖𝐃𝐑𝐎𝐏; 𝐋𝐈𝐌 𝐒𝐎𝐎 𝐇𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora