LUZ INFERNAL ᯾ LIBRO TRES

Capítulo cuatro

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ᴜɴᴛᴏᴜᴄʜᴀʙʟᴇ
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ᴀᴜʀᴏɴ

Su mañana había sido relativamente tranquila, dedicándose a conocer los alrededores del pueblo y hacerse su kit básico con las herramientas necesarias para sobrevivir. Por fortuna se encontró con Juan, quién en un acto de bondad le regaló muchas semillas de patatas, así podría crear su propio imperio y no estar pidiendo comida como un pobre. Recibió un mensaje de Parker, avisándole de que la construcción de su casa había concluido y que se podía pasar cuando quisiera.

Así lo hizo, retomó el camino que había memorizado desde que se levantó y llegó a los pies de una montaña, cubierta por un manto primaveral de flores silvestres y magestuosos árboles, con sus frutos al punto de ser arrancados. Se maravilló al contemplar la vivienda, las espectativas que esperó el alcalde habían sido superadas en gran magnitud: ante él se extendía un camino de tierra, flanqueado por una hilera de arbustos tropicales que lo seguían hasta la puerta, habían dos columnas de mármol talladas al estilo romano a cada lado de la puerta y estas se unían en un arco de medio punto. Auron posó su mano sobre la pared y detectó el tacto de la terracota blanca, uno de sus materiales favoritos en la construcción, la casa tenía una mezcla entre estilo moderno y romano, con una forma cuadrada pero al mismo tiempo con columnas que se yerguían hasta el techo, relucientes bajo el sol de la mañana.

Aún no había visto el interior pero era indudable que sorprendería al igual que el exterior, Auron caminó por el caminito de tierra deteniéndose frente a las puertas, observó un panel numérico encima de una de ellas. Miró sus pies al notar un tacto diferente al de la tierra; había un felpudo. Retrocedió y levantó el felpudo, sonrió al encontrar un papelito con una serie de números. Lo volvió a colocar en su sitio e introdujo la secuencia en el panel, la luz verde se encendió y las puertas se abrieron. Al cerrarse un escalofrío reptó por su columna, había sido Sapo Peta quién colocó esas puertas y seleccionó un código, por ende él también lo conocía.

Le causaba cierta inseguridad saber que el alcalde tenía el mismo acceso a su casa que él, podría romper las puertas y cambiar el código a su gusto, sin embargo pensó con astucia en que si quería seguir ganándose al alcalde lo primero era la confianza, dejando el código que el hombre había puesto, este al venir se sentiría complacido por la confianza ciega e ingenuidad de Auron.

Por el resto de la mañana lo único que hizo fue organizar la distribución de las futuras habitaciones una vez que la casa estuviera amueblada y preparar la zona con hornos y mesas de trabajo, solo lo imprescindible. Ya habían pasado dos horas desde que llegó y sentía la necesidad de salir y que le diera el sol un rato, por lo que abrió la puerta con el objetivo de ir a regar sus patatas. Se quedó estático al encontrar sobre el felpudo un cofre con un lazo, no lo abrió, la desconfianza de haberse encontrado minas y bombas camufladas como regalos bonitos le impidió siquiera tocarlo.

Pasó una pierna por encima del cofre y como pudo lo rodeó, confundido miró a su alrededor, por si el culpable estaba por todavía cerca. Se quedó de piedra al ver a Luzu agachado en el suelo, a tan solo varios metros de la entrada de su casa. El alfa se dió cuenta y se levantó al instante, igual de sorprendido que Auron.

-Shit... -maldijo en voz baja sintiendo los nervios- No es lo que parece, yo... solo venía a ver la casa.

Auron le analizó con desconfianza, al recordar el papel que debía jugar reemplazó su expresión fría por una más cálida e ingenua.

-No te preocupes -sonrió despreocupado-, buenos días.

-Buenos días... -repitió consternado, ese repentino cambio de actitud era más que sospechoso. Se giró hacia la mansión- Es muy bonita, eres el primero que en su tercer día ya tiene una mansión.