III

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Kakucho sintió un calor enorme abordarle por toda su espina dorsal, recorriéndole el cuerpo y enviándole una punzada en su vientre y miembro. Gruñó al percibir el aroma de un alfa cerca, lo necesitaba, necesitaba que aquel alfa lo tomase.

— ¡Baji! —. Gritó Mikey. Su nariz le había dado cierta comezón y rápidamente logro olfatear en el aire el aroma del chico de cicatriz.

Baji se encontraba fuera de casa, regando unas hermosas flores que parecían querer darle un bonito toque a su jardín. Se tensó completamente al escuchar el gritó de Mikey, a su nariz llegó el aroma dulzón y excitado de quien él consideraba su hermano menor. Tembló ante la posibilidad de que el alfa se descontrolara y le hiciera daño por lo que, rápidamente, se puso de pie y corrió hacia dentro de su morada. Casi tumbó la puerta de lo fuerte que lo azotó y, en cuanto estuvo dentro, sintió los brazos de Mikey rodear su cintura al mismo tiempo que sentía la nariz del contrario olisquear su cuello.

— ¿M-mikey? ¿En dónde está Kaku? —. Intentó no tartamudear.

— No lo sé —. Murmuró Mikey. — en cuanto percibí sus feromonas mi lobo se removió incomodo, así que decidí buscarte para avisarte lo de Kakucho.

Baji corrió a dentro de la casa, no sin antes pedirle a Mikey que por favor no entrara hasta que él saliera a decirle que podría entrar.

Mikey aceptó sin inconvenientes.

Mikey aceptó sin inconvenientes

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Mikey observaba el cielo. Estaba recostado boca arriba sobre el frio pasto, rodeado de las flores que Baji cuidaba y regaba todas las mañanas, uno de sus brazos yacía bajo su cabeza haciéndole de soporte, mientras tenía sus piernas cruzadas una sobre la otra.

— ¿Podré volver ponto? —. Preguntó a la nada, el viento soplando le dio escalofríos mientras dos lágrimas traicioneras descendían por sus mejillas.

— Lo harás —. Susurraron a su lado, al mismo tiempo que el omega de bonitos colmillos tomaba asiento, abrazando sus piernas a sí mismo. — Volverás a casa muy pronto.

Y mikey no supo qué era, pero observar la calidez en las avellanas que le miraban con tanta esperanza y seguridad le provocaban mareas dentro de su estómago, haciendo que su lobo agitara la colita feliz de recibir consuelo por parte del omega.

— ¿Los extrañas mucho? —. Preguntó Baji, recostando su cabeza en sus rodillas, sin dejar de observar el mar negro que los iris contrarios le mostraban, pues el alfa no le apartaba la mirada desde el momento en que llegó.

Mikey asintió como buenamente pudo, ladeando su cuerpo en dirección al omega, quedando de costado. Estiró el brazo que mantenía libre y con su mano dio caricias sobre los largos cabellos que caían como cascada sobre los hombros del precioso omega.

— Son mi vida —. Susurró, ahora dando caricias en la mejilla del omega. — Son mi familia, mi manada. Son quienes han cuidado de mí desde que he sido un cachorro, quienes me ayudaron a levantarme cuando mi madre ya no estuvo y quienes han decidido confiar sus vidas en mí.

𝑬́𝒍 𝑶𝒎𝒆𝒈𝒂 𝒅𝒆 𝑴𝒂𝒏𝒋𝒊𝒓𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora