"63"

332 45 2
                                    

Narra Grecia Evans

Ya han pasado ocho años, la edad que tuviera mi hijo, seguiría siendo un niño pequeño.

No había mucho que decir de mí estos años. Después de superar los traumas pensé en divorciarme de Fabián, pero no pude hacerlo, no podía perderlo, además de que soy consciente que eso habría hecho que me odiara.

Hace cuatro años contraté a un investigador privado para que me ayudara a buscar información de Albert. Por qué algo dentro de mi decía que mi hijo estaba vivo, que no lo había perdido como yo pensaba, pero aún no se sabe nada. El bebé con él que llegué al hospital fue enterrado y ni Fabián ni yo hablamos más de eso.

Abrí una revista nacional, dónde recibo de distintas personas del mundo denuncias hacia el crimen organizado, mi página, la cual ya está obteniendo mucha popularidad desde los últimos años, se ha vuelto una ventana para que todos sean conscientes de que el crimen organizado existe, y que arruina vidas, así como arruinó la mía. Me dedicaba a mi trabajo la mayor parte de mi tiempo. 

En unos meses se cumplirían nueve años de matrimonio para Fabián y para mí. Decidí que lo mejor para ambos era mantener distancia, si, se que es contradictorio pero él no cree que mi hijo vive, así que no le dije lo del investigador. Se que un día me siguió, no lo disimuló mucho, por poco descubre algo.

Han sido años muy duros, de terapias, citas al médico, pastillas, pero al final, lo superé y me estoy emprendiendo en el mundo del periodismo.

Mi familia con los años también había crecido, el dolor de perder a mamá había pasado y era un recuerdo, todos vivíamos con su recuerdo pero prosperamos, o eso intento yo.

Luca y Celeste ya tienen tres hijos, Amaranta de diez, Mateo de cinco y Elena de dos, esos niños me han ayudado a salir de todo el caos en el que se convirtió mi vida, ellos y las hijas de Amelia y Alana. Siempre viajaba a verlos, además de que me gustaba ver a mi papá varios meses seguidos.

Mientras estaba aquí en Vancouver pocas veces estaba con mi familia política, y no era por nada malo, es que casi no tenía tiempo, a veces pasaba el día con Alicia nada más.

Ella es como una mamá, siempre se preocupa y me escucha. Incluso, una vez hablamos y dijo que si no podía mantener mi matrimonio tomara mis cosas y me fuera, que buscara mi felicidad, pero no puedo alejarme de Fabián así.

Toco la puerta y arreglo mi cabello con mis dedos hacia un lado, es más largo, y casi hasta mi cintura. Finalmente me abren la puerta.

—Hola Eloísa —la abrazó enseguida

—Niña ¿Cómo estás? —entre en la casa y ella cerró la puerta —Sin duda ya no eres esa niña que vino a casarse con Fabián

Reí sutilmente

—No, ya no lo soy ¿Todos llegaron? ¿Llegaron tardé?

Comencé a caminar en dirección a la sala

—No, aún no han llegado pero...

—¡Tía Grecia! —oigo las vocecitas de mis sobrinas y sonrió

Me pongo a su altura y abro mis brazos para recibirlas

—¿Cómo están los corazones de tía? —las besé a la tres

Ellas sonreían, eran muy lindas; iguales a sus padres.

Escuché un carraspeó y levanté mi mirada. Me encontré con sus ojos color miel claros y me levanté del suelo sin dejar de verlo a los ojos. Apenas y lo ví en la mañana, traía ojeras y se veía cansado.

Una Vida a tu Lado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora