#2 Dra. White

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Capítulo 2

La mujer que acababa de sentarse en la silla del escritorio principal alzó la mirada. Los ojos azules recorrieron descarados a Justin. Perfecto dios griego, podría hacer mojar el tanga de cualquier mujer con solo mirarlo. Una camisa de tirantes negra, ceñida, que dejaba ver los músculos del brazo y daba a imaginar que abdomen tendría... unos pantalones del mismo color, no eran estrechos. Y unas botas militares. La secretaria se movió en su asiento, era un hombre excitante. Lo miró a los ojos, intentando recuperar la compostura.
- Ho-hola... ¿Lo puedo ayudar en algo?
- Ajá. - dijo con un tono ronco, vacilante. - Quiero hora con la señorita White. Necesito urgentemente que me trate la espalda. La secretaria miró en la agenda.
- Bueno... ¿para cuándo lo quiere?
- Para ahora mismo. - la mujer abrió algo los ojos.
- Oh... creo que esta hora... - recorrió con el dedo la agenda. - Si, está libre.
- Entonces ¿puedo pasar ya? - dijo con una esplendida sonrisa que terminó de aturdir a la secretaria.
- Sí, claro, claro... - dijo hundiendo los ojos en los labios de Justin.
- Gracias.
Disimuladamente, colocó una micro cámara en la parte posterior de la mesa de la secretaria. Luego se dirigió a la puerta donde ponía 'espere su turno'. Entró sin avisar, sabiendo que aun era observado por la rubia secretaria.
- Madre mía. - susurró observando la espalda y trasero de Justin.

Mía no se dio cuenta de que alguien había entrado en la clínica. Y a esa hora no venia prácticamente nadie. Así que se había dispuesto a cambiarse. Justin se encontró en un pasillo, no muy largo. Dedujo que era la primera puerta a la derecha. 'Dra White'. Justin entró sin picar a la puerta.
Se encontró con la mujer de antes, Ahora solo en ropa interior. Mía se giró, sobresaltada. Justin no pudo evitar quedarse mirándola. Unas curvas perfectamente hechas para que él pasara la lengua. Pechos firmes enfundados en un sujetador gris, del mismo color que el tanga, que dejaba a la vista unas buenas nalgas. Ella se tapó con su bata de masajista.
- ¿Se pensaba quedar mirándome todo el día como un baboso? - le espetó Mía, cabreada y sonrojadísima.

Justin se rió. Además con buen carácter. Eso le ponía.

Mía era buenísima. Al menos con su faena, había conseguido que se empalmara con tan solo un masaje de espalda. Nunca le había pasado algo así. Justin salió del centro de masajes después de colocar alguna que otra cámara en lugares claves. Fue hacia el café en el que había quedado con Jasmine. Entró y se pidió una cerveza, bien fría. Dejó su chaqueta al lado de la butaca del bar mientras esperaba a la camarera o a que llegara Jasmine, así como él y muchos otros la llamaban en la faena.

- Hola, cielo. - alzó la vista del periódico. Aquella morena despampanante era el centro de miradas ahora. Se sentó frente a él.
- ¿Hace mucho que me esperas?
- No, diez minutos. - Justin no expresó nada facialmente. Una fría sonrisa.
- Vale... aquí tienes lo que me dio Snade para ti. - le pasó un maletín - está todo dentro.

Justin cogió el maletín dando un trago de su caña y lo dejó al lado de su chaqueta.
- ¿Haces algo esta noche? -

Él volvió a dirigir la mirada hacia los penetrantes ojos de Jasmine. Aquellos ojos negrísimos -llenos de lujuria- era una morena natural.
- Creo que me debesmás de un favor. ¿Por qué no te pasas por mi casa?
- Bueno... - dijo Justin indiferente - Quizás.
- ¿Quizás? - sonrió ella, inclinándose más hacia él y dejando ver mucho más que solo la entrada de sus pechos.Justin se aclaró la garganta.
- Pasa alrededor de las once. Estaré lista... - se inclinó más para darle un beso en la mejilla. Y le susurró algo en el oído - para ti...

Se levantó y se fue andando con ese juego de caderas que solo una ex stripper sabría hacer.

Justin dejó el maletín al recibidor de su casa. Abrió su portátil y conectó el programa para las cámaras. Localizó a Mía en una de ellas. Estaba en su despacho, tomando un café. Justin miró a ver qué hora era. Las once de la mañana. Se quitó el jersey sin apartar la vista del portátil. Mía estaba sentada, pero la cámara que había colocado la enfocaba de perfil. Puso el zoom. Los ojos gachos, hacia unos papeles. Una nariz algo respingona pero ni grande ni pequeña. No había maquillaje en exceso. Los labios rozaban el borde de la taza de café. Justin observó los gestos de su boca. En ese momento, como si quisiera seducir a Justin, Mía se relame el labio superior. Justin se acomoda a la butaca delante de la mesita.
Va bajando la cámara, que maneja des del control del portátil. Preciosas tetas. Justin se fija en su protuberante escote una vez más, deja mucho a la imaginación pero le gusta. La falda que lleva es la de antes, igual que la blusa. Ajustada, negra. Como le hubiera gustado arrancársela allí mismo, cuando le estaba masajeando la espalda. Con la blusa y todo. Justin se quitó de sus pensamientos, esa mujer había hecho que se empalmara otra vez en tan solo un día. Y sin hacer nada. Era impresionante, pero perfectamente excitante, al menos para Justin. Tan inocente y preciosa como... Milena.

- No, joder... otra vez no. - dejó el portátil abierto y se dirigió hacia el baño.

Se quitó los pantalones y los bóxers, junto con las botas y se metió en la ducha fría a intentar bajar aquella erección de caballo y a quitar de nuevo a la maldita Milena de su mente. - Es agua pasada. Ella ya no está. Ella fue un error. - se decía a sí mismo.

Y no sabía la razón que tenían sus palabras. Quince minutos. Quince minutos y ya estaba. Se enroscó una toalla alrededor de la cintura y salió al salón a buscar ropa limpia. Cuando pisó el suelo del salón escuchó un ruido en la cocina. Se ató la toalla como pudo y cogió su calibre 32 de debajo de uno de los cuadros, donde guardaba alguna que otra arma - de las que no abultaban tanto, claro -.

- Las manos donde las vea. - dijo encendiendo la luz de la cocina de su casa. -Jasmine... ¿Qué haces? - dijo arqueando una ceja.
Ella lo miró de arriba abajo.

- Mmh... no podía esperar hasta las once. - cogió una cerveza de la nevera de Justin- con tu permiso...

- Claro... - gruñó Justin,dejando la pistola en la encimera de su casa. - ¿Cómo has entrado?

- Te recuerdo que trabajo contigo y soy experta en meterme en casas ajenas. - se sacó un imperdible de la nuca. - Ha sido fácil.

- Maldición... tendré que poner más mesuras de seguridad. - en ese momento se le cayó la toalla.

- Oh dios mío. - Jasmine dejó la cerveza en la encimera -Just, cada vez me sorprendes más.

Él no se inmutó. Tampoco se avergonzó. Sabía lo que tenia, y sabía lo que el zorrón de la empresa quería. Hacía meses que Jas y le iba detrás. Era una mujer que desearía cualquiera, y con lo caliente que lo había puesto Mía, nadie terminaba perdiendo nada. Sonrió. Cogió la toalla lentamente y se la volvió a colocar.

- ¿Y que querías?

- Mi recompensa. - dijo acercándose - y para dármela no necesitas esto... - volvió a dejar caer la toalla y empezó a tocar a Justin

Él no apartó la mirada de sus ojos negros. Estaba duro y necesitaba follar.

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- Mía... Mónica la llamó por enésima vez por el telefonillo de la oficina.- Alex vuelve a estar aquí... trae bombones. ~

- Ahora no lo puedo atender, estoy con otra clienta.

- Ha entrado... ya está por el pasillo.

- ¡Joder! - fue hacia la sala de masajes - un minuto, Claire, vuelvo enseguida. - la señora asintió desde la camilla, tumbada boca a bajo. Mía salió, muy enfadada.

- Alex, no vuelvas más, te lo digo enserio. Si quieres algo, ve a mi casa, ya sabes, pero esto es la faena, no quiero nada íntimo por aquí. - se tapó la boca. Se había alterado demasiado.

- De acuerdo. - Alex tiró la caja de bombones, a lo bestia. - Entonces, tendré que convencerte... no por las buenas. - Le tapó la boca y la nariz con un trapo, y Mía enseguida cayó rendida, anestesiada, en brazos de Alexander. - Lo harás por las malas.

La cargó en su hombro y se la llevó hacia a fuera. Apuntó a Mónica con una pistola. - Como diga algo, despídase de su vida, rubia. - ella asintió, temerosa, dejando a Alex marchar, llevándose a Mía hacia quien sabe dónde..

Protégeme (Justin Bieber)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora