#8 Yatch

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   Alguien levantó la persiana bruscamente. La luz del sol le cayó directamente a los ojos.

- Oh, mier.da... - murmuró Mía tapándose sus sensibles ojos con el cojín.

Eso se lo hacía su madre cuando tenía diez años. Pero ¿ahora? Ahora que estaba a punto de cumplir los veintidós no la molestaban de buena mañana de esa manera.
Cuando sus ojos se adaptaron, apartó la almohada.

- Buenos días. - dijo Justin con entonación. - date una rápida ducha y arréglate un poco... el desayuno ya está hecho.

Mía lo miró interrogativa. ¿A qué venía tanto afecto por parte de ese hombre frio y arrogante?

- Hoy vendrás conmigo al pueblo. Necesitas ropa de tu tamaño. - dijo observando cómo su jersey aun cubría el pequeño cuerpo de Mía. - Si no quieres, tendrás que pasar con jerséis que te vayan entre siete y diez tallas grandes.

- Claro que quiero. - farfulló Mía destapándose y sentándose en la cama.
Justin observó las piernas perfectamente depiladas. Quería acercarse a ella, besárselas, lamerlas... hasta que Mía se estremeciera murmurando su nombre. El simple pensamiento lo ponía más duro que una piedra. - Pero yo no tengo dinero... - se excusó Mía.

- Te lo compro yo. - Dijo Justin dirigiéndose hacia a fuera.

- No puedo aceptar que me compres la ropa...

- Tómatelo como un regalo. Cuando esta misión termine ya no nos tendremos que ver más. Y al menos, un recuerdo de mi te quedará, cada vez que abras el armario. - él se rió. Pero a Mía no le hacía gracia, ¿Por qué?. Simplemente, porque al escuchar a Justin comentar el 'ya no nos tendremos que ver más', le puso la piel de gallina por angustia. ¿Y por que sentía eso? Aún no lo sabía. - Bueno ¿Qué?
¿Vas a arreglarte, o no?

La arrogancia volvió en el tono de voz de Justin. Ella se levantó mirándolo mal.

- Voy a ducharme... - dijo girando sobre sus talones descalzos y dirigiéndose hacia el baño.

- Date prisa. - dijo Justin dándole un cachete en el culo y adelantándola hacia el salón.

Mía bufó, frustrada. Si, estaba claro que ahora si quería que esta misión terminara ya... y olvidarse de Justin y toda esa mier.da para siempre.

Mía llevaba una sudadera de Justin. Le llegaba por las rodillas, pero le daba igual. Llevaba el único sostén y las únicas braguitas que tenía. Y no llevaba pantalón, ¿para qué? El pelo se lo había arreglado bastante bien, aun que sin espuma ni plancha era algo difícil. Ni maquillaje ni nada... en una casa donde solo vivían dos hombres, no había ni una gota de rímel. Justin la cogió de la mano. Mía sintió una punzada en el pecho.

- Es mejor así. No quiero que suceda algo de nuevo. - le miró la pierna, apenado. Mía sintió alegría al saber que Justin se preocupaba más de lo normal por ella.

Tiró un poco, haciéndola caminar por la calle principal, donde había la mayoría de las tiendas. Entraron en una de tejanos. Pasaron a la gran sección femenina y mía miró alrededor de ella. Justin cogió un par pantalones del estante de arriba. Unos azul oscuro, y otros mucho más claritos.

- ¿Qué talla usas?

- La treinta y seis.

- Estás delgada.

- No digas tonterías.

- No las digo, Soy un hombre... y te recuerdo que te ví perfectamente en paños menores. Y estas estupendamente.

Mía se ruborizó. Justin le alcanzó sus tallas de esos dos pantalones. Mía los desplegó y los observó. De cintura baja y ceñidos del muslo y pierna.

Protégeme (Justin Bieber)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora