2. Sueño (1/3)

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—¡Su majestad el faraón y su alteza real, el príncipe heredero!

En cuanto se anunció en el gran salón la presencia de dos de las figuras más importantes de Egipto, un joven de cabellos color chocolate y orbes color azul se reverenciaba ante ellas y la Corte Sagrada del faraón, presentándose. 

—Su majestad, mi nombre es Seth. Estoy muy honrado de formar parte de su corte. 

—Sacerdote Seth, bienvenido a la corte sagrada. Tus esfuerzos han brindado fruto para bien, y eso es excelente. Te presentaré a los demás integrantes de la corte —señalando a un muchacho alto y fornido le presentó: —El es Mahādo, el portador de la sortija del milenio.

El faraón siguió presentando a los encargados de cuidar los artículos milenarios, hasta que se dirigió a uno en específico.

—Él, es mi hermano menor, Aknadin. Él es el portador del ojo milenario.

Cuando Aknadin dirigió su mirada hacia el chico de cabellos castaños, se petrificó cómo si hubiese visto a la muerte misma. Tenía bastante tiempo desde que no sabía de su hijo. ¿Cuántos años habían pasado desde que no veía a Seth? Tal vez nueve o diez años, parecía que hubiese sido ayer cuando lo recordaba cómo un chiquillo. De verdad el tiempo lo había embarnecido, convirtiéndolo en un joven bastante apuesto. Para fortuna del hermano del faraón, nadie se había dado cuenta de su reacción... ¿O sí? 

—¡Padre, no te olvides de mí!— Esto salió de un pequeño niño con un cabello de colores algo curiosos.

—Oh, lo siento. Seth, te presento a mi hijo. 

—¡Hola! ¡Mi nombre es Atem! ¿El tuyo es Seth, cierto? Te felicito por tu esfuerzo. Tu presencia en la corte sagrada será valiosa. ¿Cuántos años tienes? Yo tengo diez años. ¿Cuál es tu fruta favorita? La mía es el melocotón. ¿Te gustan los...?

—¡Hijo, hijo! Tranquilo, recuerda, una pregunta a la vez. Vas a abrumarlo si no lo dejas responder

—Oh... Cierto. Padre, ¿cuándo Seth y yo terminemos nuestras tareas, puede acompañarme?

No eran comunes estas peticiones sobre la gente, cosa que sorprendió al monarca; pues el pequeño príncipe solía pasar su tiempo con Mana y Mahādo. Sin embargo, no lo negó, pues para Atem era algo difícil socializar con la mayoría de jóvenes que se encontraban en el palacio. 

—Claro, no hay  problema. Ahora, pregúntaselo al sacerdote Seth.

—Eh... Sacerdote Seth, ¿te gustaría acompañarme en cuanto tú y yo hayamos terminado nuestros deberes?

—Claro que sí, alteza. Será un honor. 

—Bien, te veo en el jardín trasero. Nos vemos luego. 

Cuando todo el mundo se retiró, Seth sólo murmuró: —Yo... Yo no sé donde está el jardín trasero. 

Así pasaron varias horas, hasta que un joven de cabello tricolor se encontraba en el punto de encuentro jugando con los lirios, al mismo tiempo el contrario buscaba dicho jardín. Y cuando el pequeño se disponía a ver si estaba todo en orden; un Seth agitado y sudoroso lo encontró. 

—¡Alteza! Lo siento tanto, es mi primera vez aquí y aún no conozco muy bien el palacio. Si he cometido algún error, no me molestará si soy castigado...

—¡Por Ra! No, no, no. ¡Tranquilo! Sólo iba a ver si estabas bien. No seas tan extremista, sacerdote Seth.

—Está bien si me llama Seth, alteza. 

—Está bien, gracias, Seth. 

El menor sonrió y el otro respondió con una sonrisa tenue, pero cálida.

—¡Ah! Por cierto, me parece que tenía varias preguntas que me quería hacer en la mañana, con gusto las responderé. 

—Sí, gracias. Eh... ¿Cuántos años tienes, Seth?

—Catorce, tengo catorce años. 

—Vaya.

—¿Qué sucede?

—Nada... Es que eres tres años menor que Mahādo. La única persona que conozco de mi edad, es Mana. De hecho... —El príncipe cambió su tonalidad de voz a una más sombría y continuó —Bueno, no me enorgullece, pero ellos son mis dos únicos amigos. 

Un silencio incómodo se posó sobre los jóvenes, sin embargo, fue roto por el más pequeño cuando se soltó a llorar. Cosa que no pasó por alto por Seth, y tratando de calmarlo, sólo habló de forma impulsiva.

—¿De qué hablas? ¡Maldición! ¡¿Acaso no me estás contando a mí?! ¿Y por qué sólo dos amigos si eres alguien bastante agradable?

Aún llorando, Atem contestó: —Es... Es que... Los demás niños del palacio dicen que soy un... Un... Un miedoso. 

—¡Son idiotas! ¡¿Por qué les haces caso?!

—Porque... Di... Dicen que un rey no debe tener miedo. Y viendo a mi padre, les creo. 

—¡Oye! ¡El mundo está lleno de idiotas, y tú no eres uno de ellos! ¿Me escuchas? Tener miedo está bien, lo que no está bien es que huyas cómo un cobarde. Puedes ser valiente aún si tienes miedo, porque puedes enfrentarlo. Es una emoción, y tenerlas te convierte en un humano. Un humano que a mi parecer; será un excelente monarca en un futuro. 

—Oh... Gracias, supongo. 

Para subir un poco los ánimos de Atem, el de ojos zafiro visualizó a un estanque cercano, acercándose al pequeño príncipe.

—Alteza

—¿Sí?

—¿Sabe nadar?

—¿Eh? Sí. Pero... ¿A qué viene eso?

—Venga, acompáñeme.

Seth y Atem jugaron y charlaron el resto de la tarde, hasta que el pequeño príncipe se quedó dormido y el sacerdote, cómo pudo, buscó y le llevó a su habitación. Esperando encontrarse al siguiente día. 

Al amanecer, Atem fue a buscar al joven mayor, sin embargo, sólo lo encontró realizando exorcismos a habitantes para encerrar el Ka y el Ba de los monstruos en tablas de piedra. Sólo dejó una nota donde fuera fácil de ver, para decirle que lo esperaría en el mismo lugar, esperando que acompañara a Atem, Mana y Mahādo a recolectar duraznos y peras. Y pronto, se volvió común ver al príncipe pasar más tiempo con su nuevo amigo...




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⏰ Última actualización: Feb 21, 2023 ⏰

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Dos corazones en ritmo de valsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora