22:00 hs de la noche — Casa de Mérida.
Me encuentro preparando mi mochila para mañana. Día de visita en el hospital, lo cual por un lado me alegra, ya que veré a mi madre. Pero por otro, solo produce más dolor a mi alma y mi cuerpo.
Ella entra y sale de psiquiatría, una y otra vez. No ha tenido mejoras en su enfermedad.
Su depresión es tan grande que la horrible de mi abuela no pudo obtener mejor solución que internarla. Solo empeora en ese lugar, más entiendo, que si la familia no ayuda, una niña no puede hacer mucho al tratar de sacar palabras silenciadas de su boca, tratar de que no duerma en el baño o incluso ayudarle a bañarse.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta mi abuela; el asco hacia mí es notorio en cada palabra que me dirige.
—Preparo ropa limpia para mamá. Necesita algunas cosas y lo más importante, que alguien de la familia esté para ella —digo segura—, no solo su hija.
«¿Por qué, por qué no te quedas callada Marlo?» pienso.
Tras recibir otro de sus golpes, con odio, desprecio hacia la oveja negra de la familia.
Dirijo mi mano hacia la zona afectada, mientras la miro con enojo.
—¡Cállate maldita puta! —brama con desdén—, eres igual a tu padre. Dos pedazos de mierda que nadie querrá.
Su sonrisa no es nueva, siempre tan sádica. Con esa manía de hacerme menos, restregando en mi rostro como soy nada al lado de sus favoritos, mis primas y hermano.
—Ya no me pegues… —imploro entre lágrimas—, por favor.
—Cállate —pide arrebatando la mochila de mis manos—. Quiero que estés lista en media hora. El señor Saimon y su hijo vendrán a cenar.
Luego de hablar, se retiró. No comprendo cómo es posible que vengan a cenar. Él señor Saimon solo habla con mi abuelo para ofrecerle algún trabajo y su hijo solo lo he visto dos veces.
🔸⚜️🔸
Me dispuse a hacer lo que me pidió. Lástima, no podré tapar está marca de mi cara. Maquillaje casi no tengo, solo un delineador se me permite. Muy poca ropa, así que opté por unos jeans y una bolsa negra con blanco, ancha para poder tapar mi sobrepeso.
Luego de ducharme, me visto. Cepillo mi cabello, punto mis ojos y acomodo mis gafas. Mis zapatillas negras y un poco de perfume.
Observó la hora en el celular que compré con mi trabajo. Sí, uno usado y de muy mala calidad, pero es para lo que me alcanzó.
—¡Marlo! —grita mi abuela—. Ya sal, ya llegaron los invitados.
Suspiro. Me dirijo a la cocina, no es muy amplia mi casa, así que no tengo que caminar mucho.
—Buenas noches —saludo junto a un asentamiento de cabeza.
—Buenas noches querida… —saluda el señor Saimon; él cual se encuentra sentado en una de nuestras sillas fumando un cigarrillo.
—Buenas noches, cachorra —saluda Marcos, su hijo con amplia seriedad. El frío se trasmite por sus poros.
«Es igual a su padre, dos gotas de agua. Cualquiera pensaría que son gemelos.»
Su gran altura me distrae, debe medir 1,80, lo cual es mucho para mí 1,60. Piel clara, ojos verdes, mandíbula marcada, cabello semi largo en color castaño. Grandes manos, cuerpo definido.
—¿Ya está todo listo? —le pregunta a mi abuela el señor Saimon; observándola.
Se encuentra firmando unos papeles, ¿pero de qué?
—Ya está todo listo, disfrutala. —Su gran sonrisa se despierta atacando al maletir negro que posa sobre nuestra mesa. Se desata como perra en celo al obtener lo que tanto desea.
«Pobres animales, la vergüenza ajena les da.»
—Bien, ya sabes que hacer… —asegura tomando el resto de vino en su taza;¿Es uno de los de mi abuelo?
—¿Qué celebran? —pregunto; este ambiente no me gusta. Mucho menos cuando la sonrisa de cazador se forma en ellos.
La entrada de mi casa se habré dejando a mi vista a cuatro hombres vestidos de negros.
—Es hora de ir a tu boda, cachorrita… —fue lo que escuché al sentir como mi cabeza es impactada contra el cemento del suelo.
El conocimiento lo perdí, pero el dolor al ser testigo del salvajismo de la mano de mi abuela, me asustó.
Ella, mi abuela, me había vendido…
«¿Para qué?»
«Estaba a punto de descubrirlo, pero no puede ser peor de lo que ya viví ¿Cierto…?»
—Disfruta tu nueva vida, y espero que muy pronto mueras —susurra en mi oído cuando ya no puedo luchar más para mantenerme despierta.
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Tú eres solo mía
RomanceMi vida siempre ha sido feliz, o al menos eso quise creer. El cariño siempre estuvo, pero casi se extingue en mi familia. Los golpes siempre han estado presentes, siempre y cuando mi madre no viera. Por ese motivo, cuando él apareció, no fue sorpre...