Desesperadamente, siento que habrá algo que extrañaré

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No le gustaba la idea de volver a Hogwarts para terminar su educación después de la guerra. Esperaba que su madre le encontrara una esposa y lo casara. No es que esta idea le sea mejor, pero estaba casi tan desesperado para hacer cualquier cosa menos el de volver a Hogwarts.

Le costó incluso llegar a King's Cross y Narcissa tuvo que arrastrarlo hasta el interior y luego hasta el andén 9 ¾. Estuvo a punto de intentar una fuga muy a la moda, pero pensó que tendría que volver a la Mansión y que su madre le obligaría a ir a Hogwarts de algún modo u otro, así que se simplemente avanzó y entró en el tren. Dejó que su madre le diera un abrazo de despedida antes de eso, y la vio desaparecer enseguida.

Caminó por los vagones, buscando un lugar que estuviera vacío, lo cual fue fácil gracias al hecho de que su madre lo arrastró allí bastante temprano. Todavía había algunas personas en el tren mirándole de forma extraña. O bien se preguntaban si realmente era él. Al fin y al cabo no parecía él mismo. De hecho, hacía tiempo que no lo era. El imbécil que su padre había creado.

Comenzó alrededor del Torneo de los Tres Magos. No era estúpido e ignorante como los demás y creyó las tonterías de Potter sobre el Señor Tenebroso. Bueno, podía sumar dos más dos y saber incluso antes de eso, que iba a venir. Y tuvo suficientes pruebas una vez que el mago tenebroso estuvo en la mansión cuando Draco volvió a casa ese verano. Nada fue igual después de eso. Se ponía su máscara de imbécil que despreciaba a los hijos de muggles y a Potter de forma rápida cada vez que se ponía a los ojos del peligro. Pero en el interior de esa máscara, rezaba cada noche para que Harry hiciera algo y se deshiciera de ese loco.

Al volver a la escuela para su quinto año, ni siquiera trató de ser el mismo de siempre, todo lo oscuro y malo que se le metiera en la cabeza, convertiendolo en la máscara que todos conocían. No es que nadie lo conociera. Todo lo que veían era un personaje muy calculado por su padre se había esforzado por crear en todos esos años. Draco, después de todo, era alguien de quien Lucius y Narcissa se avergonzarían, y ellos lo estaban. Era amable, cariñoso y atento, y a su padre le costó mucho trabajo convertirlo en un imbécil rencoroso que era desagradable con la gente que no le hacía nada. Tuvo que ser malo con Granger, Potter y los Weasleys, porque resultaría horrible para él, no importaba por mucho que quisiera hablar del trabajo escolar con la chica, y preguntarle cómo le iba. Él no podía cursar estudios muggles por mucho que quisiera, y no podía ser amigo de gente que le caía genuinamente bien.

Siguió el ejemplo de su padre, cada palabra que dijo, por miedo al castigo y a una mayor decepción. Pero cambió abruptamente con el ascenso de Voldemort. Creció con más miedo que nunca, pero ahora no causado por su padre. Dejó de hacer caso a su padre,
pero nunca fue en contra de su palabra de no estar cerca de muggles y "traidores a la sangre", simplemente se escabulló de todos, siguiendo su propio camino, evitando cualquier conversación y cualquier cosa de ese tipo. Se cerraba a toda la gente.

Por otro lado, si la gente en el tren sabían quién era, debían estarse preguntando cómo el hijo de un mortífago sentenciado, un Malfoy de todas las personas, tenía la audacia de volver. Eso también le causaba curiosidad. Tal vez no tomó la Marca y no siguió ninguna de las órdenes de Voldemort - porque en algún momento de todo esto, su magia comenzó a desvanecerse y se volvió simplemente inútil - pero su padre era despreciado a los ojos de muchos. Lucius dejó entrar en su casa al mago más peligroso de todo el mundo, hospedándolo a él y al grupo de sus seguidores. Diablos, él mismo ha sido un seguidor durante muchos, muchos años. Así que era natural que tampoco les gustara Draco, sobre todo porque no hacía nada para ser querido. No se convirtió en mortífago, sí, pero tampoco hizo nada para ayudar al Lado de la Luz. Sólo aquella vez que Potter se dejó atrapar y Draco dijo que nunca había visto al hombre en su vida. Eso y que aceptó hablar en los velatorios aún sin el Veritaserum. Al menos no intervino para enviar a su propio padre a Azkaban, porque Lucius, como siempre consiguio salirse con la suya, pero aún así le cayeron cinco años de condena.

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