Capítulo III: Kurenai

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Syb: como ya no sigo el formato de la ShizuneWeek porque perdí el hilo (como siempre), ya no seguiré las prompts, ahora tocaba "amigos", pero ya me tomé más libertades. Asímismo, sé que tenían curiosidad por lo que vio Ino, pero intenté escribirlo y no fui capaz (así que estuve pegada semanas en esto). Cambié la perspectiva y lo escribí en un par de horas. 

...

Al salir de la oficina de Ino con la niña dormida entre brazos, pensó en que en la oficina ya debían estar empezando a preocuparse por su ausencia. La tetera con la hierba de té dentro, como la había dejado la noche anterior, esperando el agua a la temperatura perfecta; y el correo de la pajarera estaría apilándose sin que subieran por él. Vio a su supuesta hija de reojo, aun sin poder creer que Namida Suzume y Yamanaka Ino hubiesen caído rendidas a los pies de aquella niña huérfana. Shizune bufó mientras veía a su cerdito caminar junto a ella de una forma que le hacía entender que era su protector. Quizás todos habían caído en su hechizo, quizás debía ir donde Kurenai, una maestra ilusoria, para demostrarles a Suzume y a Ino que estaban equivocadas.

Se devolvió por sobre sus pasos y caminó hacia la casa de Sarutobi Kurenai. La mujer se había retirado luego de la muerte de Asuma y adoptado una vida más hogareña con la hija de ambos. Pocas veces la había visto ir a la Torre a hacer un poco de papeleo administrativo; y había sabido por Raidō que una que otra vez se había ofrecido como voluntaria para ayudar con los niños y niñas de la Academia, pero nunca más había vuelto a salir de misión. Por lo que Shizune no había vuelto a saber mucho de la mujer de ojos rojos.

Tocó la puerta y esperó pacientemente a que Kurenai apareciera.

—¿Shizune? —dijo apenas la vio con una infanta desmayada en sus brazos—. Buenos días, ¿qué te trae por aquí?

—Hola... —titubeó ella, ¿qué podía decirle? —. ¿Tienes tiempo? Debo preguntarte algo.

La mujer asintió y la dejó pasar a su hogar, el cual estaba tapizado de juguetes en el suelo. Kurenai la guió mientras recogía un par, disculpándose por el desorden, pero a Shizune no le importaba nada de lo que estaba pasando a su alrededor. Había estado toda una mañana con una niña que aseguraba ser su hija y toda su atención y energía ahora estaba destinada hacia la chica Hatake, no imaginaba su vida como la de Kurenai. Seguramente ella también dejaría todo para convertirse en una madre a tiempo completo y eso la asustaba.

Dejaron a Chiyō dormida en un sofá y las mujeres se dirigieron a la cocina, caminando de puntillas para no despertarla. Shizune tomó asiento en la mesa y Kurenai empezó a hacer malabares para servirle una taza té, haciendo que la morena volviera a pensar en la tetera que no había ido a preparar en la oficina.

—¿Quién es esa niña? —le preguntó curiosa la mujer.

Era ahora o nunca.

—Es mi hija, o eso es lo que asegura.

Kurenai dejó caer unos vasos de plástico con motivos infantiles en el lavabo de la pura impresión. Ambas guardaron silencio sepulcral y esperaron unos segundos para comprobar de que ninguna de las niñas, Mirai o Chiyō, hubiese despertado por el escandalo accidental. Una vez comprobaron que no hubo consecuencias, Kurenai fue a sentarse con la médica con la taza de té que le había ofrecido.

—¿De qué hablas? —preguntó la mujer de ojos rojos—. Sé que no te he visto por meses, pero creo que habría sabido si hubieses estado embarazada.

Los chismes, quería decir. Se preguntó si Inuzuka Kiba y su novia gatuna eran los que venían a alimentarla con chismes cada vez que iba a visitar a su maestra, ya que no se imaginaba a Aburame Shino o Hyuuga Hinata hablando deslenguadamente de lo que sucedía en la aldea. Menos Nara Shikamaru, era bastante serio para esas cosas; en la oficina no prestaba atención a nadie que viniera con chismes.

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