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En menos de una semana, Jin y el bebé salieron del hospital. La pequeña Liluz estaba empezando a ganar peso y Nam, el orgulloso padre, estaba poniendo un gran esfuerzo en su club de jazz.

La empresa había recibido el respaldo financiero de Jungkook, que había liberado parte de la herencia de Nam.

—Estoy en periodo de prueba —le había dicho Nam a Jimin—. Y no puedo culparlo. Después de todo, he pasado gran parte de mi vida adulta derrochando el dinero. Mi hermano va a ser muy cuidadoso conmigo.

Jimin estaba feliz por Nam. Jungkook le había dado el beneficio de la duda y, mejor aún, le estaba dejando hacerse cargo del todo de su nueva empresa. Nam tenía experiencia en el negocio de los clubs nocturnos, sobre el que Jungkook no tenía muchos conocimientos.

Algo muy positivo para la autoestima de Nam. Y había llegado el gran día. Una ceremonia civil en Seul, seguida por una comida en uno de los restaurantes más lujosos, que había cerrado sus puertas al público durante ese día. Jin le había contado que iban a dejar la luna de miel para dentro de unos meses, pero no parecía preocupado por eso. Su amigo estaba radiante y feliz con su recién nacida.

Además, según Jin, Jungkook era encantador y no entendía por qué habían hecho tanto lío ocultándole las cosas al principio. Jimin se había contenido de decirle que podía ser que los tiburones no mostraran sus dientes todo el tiempo, pero que eso no significaba que no fueran capaces de infligir graves daños.

Jimin lo sabía bien. Todos eran felices. Menos el. Jimin se miró al espejo. Tenía el aspecto de estar recuperándose de una gripe grave. Los ojos ojerosos, la cara demasiado delgada, expresión ansiosa.

En menos de dos horas, tendría que estar en el registro civil. Sería la primera vez en tres meses que volvería a ver a Jungkook, aunque el paso del tiempo no había conseguido suavizar el recuerdo de las crueles palabras que él le había dedicado. No había podido dejar de pensar en ello, ni siquiera en sueños.

Jimin había escogido su traje con esmero. Un traje rojo con un poco de brillo. Incluso se había comprado un abrigo muy elegante, que no era del todo su tipo. Pero quería reunir el coraje necesario para volver a ver a Jungkook, ¿y qué mejor que una ropa que le hiciera sentir poderoso? Lo único que le quedaba era ponerse el suficiente maquillaje como para ocultar su rostro preocupado. Cuando el taxi llegó a buscarlo, Jimin tenía bastante buen aspecto, aunque se sentía fatal.

Lo peor de todo era que tenía que ver a Jungkook. No podía guardar la esperanza de confundirse entre la multitud. Tendría que verlo y tendría que hablar con él. Miró el pequeño dispositivo de plástico que tenía sobre la cómoda y sintió un escalofrío de miedo. Hasta hace dos días, no se le había ocurrido que podía estar embarazado.

Había tardado en darse cuenta que había tenido una falta. Sin embargo, había querido pensar que había sido a causa del estrés. De hecho, había seguido diciéndose que no tenía nada de lo que preocuparse hasta que las líneas azules de la prueba de embarazo le habían dicho que sí tenía de lo que preocuparse. Mucho.

De hecho, no había dejado de recordar la última conversación que había tenido con Jungkook. Se había dicho que quizá él no pensara realmente que el había conspirado con Jin para timar a Nam. Se había dicho que lo más seguro era que él mismo se hubiera dado cuenta de que la idea era ridícula.

Sin embargo, en el fondo, Jimin temía que él lo creyera capaz de manipular a alguien en su propio beneficio. Si Jungkook pensaba eso, ¿cómo iba a reaccionar cuando el le diera la noticia de su embarazo?

Jimin le había dicho, cuando habían hecho el amor, que no había peligro. No le había explicado que se había basado en un viejo y poco fiable método. Lo más probable era que Jungkook hubiera asumido que tomaba la píldora, aunque sería raro algo así, teniendo en cuenta que el le había dicho que llevaba mucho tiempo sin acostarse con nadie. Jungkook no buscaba comprometerse y, menos aún, un embarazo no deseado.

Alma de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora