¿Arreglar?

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Enzo llevaba definitivamente uno de los peores días de su vida. Había peleado con sus viejos, y con casi todo su círculo, se había quedado en la plaza todo el día, sentado en una banca solito, mientras veía los autos pasar, pensando en que no quería volver a su casa aún.

Y pensó que no le podía ir peor, pero el universo le volvió a demostrar que siempre se puede estar aún más mal.

El azabache sintió unas frías gotitas caer sobre su rostro, y para cuando miró al cielo, este ya estaba casi totalmente oscurecido, y una fuerte lluvia se desataba sobre la ciudad.

─ A los más facheros siempre nos toca lo peor. ─ Soltó para sí mismo, sonriendo levemente por la estupidez que acababa de decir, le recordaba a esos memes rancios de lobos. Se levantó de la banca, mirando hacia todos lados como un perrito extraviado.

No llevaba la ropa más apta del mundo para la situación, así que resignado, y con la remera casi empapada, se dispuso a caminar hasta su casa, la cual quedaba a unas dos cuadras de ahí.

No llevaba ni medio minuto caminando, cuando un escuchó entre el ruido de la escandalosa lluvia, el llanto de un felino, o eso creía. Enzo no sabía de animales, pero sabía que eso no era un humano.

Lo iba a ignorar, hasta que comenzó a oírse aún más fuerte, casi suplicante. Enzo pensó en seguir caminando aún así, pero su corazón se ablandó, por alguna razón, con lo cual comenzó a buscar con su mirada el origen del lamento.

Divisó cerca de su posición una banca con una caja de cartón bajo ella, y entrecerrando sus ojos para ver mejor entre aquella lluvia y la leve oscuridad, se acercó.

Lo que vio lo hizo sentir raro en el pecho. Un pequeño gatito de color naranja, o "colorado" como pensó Enzo, escondido bajo el cartón de aquella caja, se le veía bastante delgado, no era un recién nacido, pero tampoco un adulto, Enzo no sabía deducir cuantos meses de vida tenía el animal, pero ahora se encontraba en una pelea consigo mismo.

─ Y qué se supone que haga yo ahora con vos wachin... ─ Le habló al animal, aún sin ponerle un dedo encima, Enzo tenía miedo de lastimarlo. Gran sorpresa se llevó cuando el minino se acercó a él, restregando su cabecita contra la mano tatuada de Enzo, haciéndolo sonreír nervioso.

El de ojos profundos con mucha delicadeza tomó al gatito, no sabía donde meterlo, ni cómo protegerlo de la estruendosa lluvia que caía, así que optó por metérselo por debajo de la remera, para así al menos no mojarlo.

Rió bajito por las cosquillas que el pequeño animal le provocaba, y se tomó un minuto para pensar en qué hacer con él, no sabía cómo llegar a su casa con un gato sin que le hicieran volar el orto a patadas, pero tampoco podía dejarlo ahí.

Miró al felino debajo de su remera, mientras él lo sostenía con una de sus manos, tenía lastimado un ojito, se notaba claramente que era un gatito al que habían abandonado recientemente, y que por lo mismo seguro otros gatitos del lugar lo habían agredido.

Enzo seguía sin saber qué hacer, pero lo primero en lo que pensó fue en que debía llevarlo a un "doctor de gatos".

Así que con todo lo que su cabeza le permitía recordar, se echó a correr rumbo a la primera veterinaria que se le había venido de recuerdo.

Agradecía tener una buena condición física, pues las tres cuadras que se echó corriendo como si nada habían pasado rapidísimo, en cuanto estuvo frente al lugar, se asustó.

"Cerrado".

Enzo quiso putear todo, pero antes de hacer el drama de su vida, notó como dentro de la veterinaria aún estaban encendidas las luces, y un chico aparentemente muy joven se encontraba anotando cosas en un cuaderno.

No lo dudó, golpeó el vidrio de la puerta sin mucho cuidado. El chico antes mencionado se sobresaltó levemente ante el ruido, levantándose de su silla, y aunque no debió haber abierto la puerta, lo hizo.

El gatito bajo la remera de Enzo lo rasguñaba levemente en el abdomen, el azabache sentía que lo estaba "amasando". En cuanto la puerta de vidrio se abrió, miró con una leve sonrisa al aparente veterinario, y con una carita de súplica, pronunció.

¿Me podés arreglar al gato?

Y Julián, extrañado, sonrió.

¿Sos doctor de gatos? ── Enzo x Julián. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora