Introducción

86 16 2
                                    

Cuando estaba inconsciente en el hospital militar, con un agujero en el centro de mi vida, empecé a soñar que volaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando estaba inconsciente en el hospital militar, con un agujero en el centro de mi vida, empecé a soñar que volaba... Era libre. Pero, tarde o temprano tenía que despertar. 

Me encontraba postrado sobre la silla de ruedas, en medio de una gran multitud de gente, la mayoría portaban máscaras que cubrían sus bocas o bien el rostro completo, algo bastante normal para la época, para el planeta llamado Tierra, que con el paso de los años había evolucionado en tecnología, la cual podía hacer posible que te operaran la columna, claro, si tenías el dinero; pero no si eres veterano, no con esta economía; con la atención del ejército y 414.96 barths puedes comprar un café. 

Soy lo que llaman, en lista de espera. 

—El Tigre de bengala, extinto por más de un siglo, se encuentra nuevamente de regreso, estos cachorros del zoológico de Bangkok, pertenecen a una de las especies más recientes que han sido clonadas en los últimos cinco años... —Las pantallas holográficas que se encontraban adornando los edificios a mi alrededor mostraban exitosamente la noticia sobre los tigres, algunas personas a mis costados se habían interesado por ello al igual que yo, pero en cuanto el suelo que brillaba de un color rojo cambió a uno verde, la atención del público se desvaneció. 

Las personas comenzaban a cruzar por la calle mientras yo me quedaba en el mismo lugar, totalmente entretenido por la imagen de los animales corriendo tras sus cuidadores debido a un juego, enfocándome cada vez más en los movimientos de los cuidadores que de los propios felinos. 

Había entrado al ejército por el reto, para sobrevivir a los golpes de la vida, me dije a mi mismo que podía superar cualquier prueba, lo único que quería en mi patética vida, era algo por lo que valiera la pena luchar. Ahora me encontraba en la prueba de ser un paralítico que se la pasaba en los bares observando la pantalla, la cual mostraba a los jugadores de fútbol correr libremente mientras yo solo tomaba un vaso tras otro de licor. 

Voy a dejar algo en claro, no quiero lástima. Si buscas una vida justa, estás en el planeta equivocado. 

Aquí, el fuerte se aprovecha del débil, así son las cosas; y nadie hace nada. Quienes se atreven a hacerlo, pueden terminar siendo arrojados a la calle. 

Eso era lo que me había pasado hace unos días atrás en el bar que frecuentaba, todo por atreverme a golpear a un tipo que había agredido a una mujer. Si, una persona como yo puede ser capaz de golpear a un hombre que puede utilizar sin restricción alguna sus piernas. Lamentablemente la mujer, como era de esperarse, se puso del lado de aquel hombre y yo terminé quedando como el agresor de la noche, siendo así arrojado sin cuidado alguno a la calle por la puerta trasera del bar. 

El planeta evolucionó, pero los humanos y la calidad de vida no lo hicieron. 

—¡Muévete estorbo! —grito un desconocido, haciéndome volver a la realidad. 

—¡Pudrete! —grité. 

Aquel tipo que estaba a punto de integrarse a las personas que cruzaban la calle detuvo sus pasos para verme. 

—¿Qué mierda dijiste? —bramó mientras se acercaba a mí. 

El hombre era algo robusto, mantenía en su rostro una expresión de querer matar a todo el mundo, podía ver la llama del enojo reflejarse en sus ojos. Sonreí de medio lado. 

—Dije... Pudrete. —Claramente no le tenía miedo, después de todo, me había enfrentado a peores cosas durante mi estadía en el ejército. 

El hombre furioso, levantó su mano formando un perfecto puño. Pude ver el tiempo ralentizarse mientras a mí rostro comenzaban a caer gotas de lluvia, después un fuerte golpe me noqueo. 

Al abrir los ojos, me encontraba tumbado sobre el suelo ya empapado, mire a uno de mis costados pudiendo encontrar la silla de ruedas intacta en el mismo lugar, sonreí con diversión para después enfocarme en los mil y un anuncios que se encontraban cubriendo el cielo nocturno. 

Pronto, entre la multitud, que como de costumbre, ignoraban los problemas, se escuchaba una risa sonora, risa que aún me pertenecía. 

Podía sentir las diversas miradas sobre mí, algo de lo cual no me preocupe, cerré los ojos y disfruté de la lluvia que aún no se había detenido. Pronto, aquella risa se esfumó. 

—No se parece a él. 

—Si es él. 

Escuché aquel par de masculinas voces, posiblemente les pertenecía a algunas de las personas que caminaban por el lugar, aún así abrí los ojos, encontrándome con dos hombres trajeados que sujetaban una identificación holográfica entre sus manos, parados a un costado mío. 

—¿Eres Wichapas Sumettikul? —habló uno de ellos observando la identificación para después verme, no tan convencido. 

—Vallanse, me tapan la lluvia. —Cerré nuevamente los ojos. Los escuché bufar. 

—Se trata de tu hermano. —No sabía quienes eran, y hace unos segundos atrás no estaba interesado en saber la respuesta, pero al mencionar aquellas palabras no pude evitar volver a abrir mis ojos, esta vez poniendo toda mi atención en ellos. 

Programa AVATAR || BibleBuild Donde viven las historias. Descúbrelo ahora