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Para cuando Harry llegó a su sala común se encontraba más calmado, lo suficiente para detenerse frente a sus amigos y afrontar un poco mejor la situación. Ya había gritado y desquitado su frustración en un lugar seguro donde no pudiera a dañar a nadie con su magia conflictiva.

Por supuesto, no es que aquello hubiera evitado que apenas se plantó frente a sus amigos sus ojos se hayan llenado de lágrimas traicioneras que resbalaron por sus mejillas una vez Neville le pregunto como se sentía. Soltando patéticos (para él) y dolorosos (para sus amigos) sollozos bajos.

Ninguno dijo nada por los próximos minutos. En cambio fue Ron quien le ocultó en su pecho mientras Hermione acariciaba lenta y cariñosamente su espalda en un intento por reconfortarlo.

Todo bajo la mirada de los gemelos Weasley quienes ardían en molestia y sus puños se apretaban en la espera de su venganza hacia cierto rubio insípido que se había atrevido a lastimar al que consideraban su pequeño hermano menor.
Por supuesto que no dejarían pasar aquello, nadie lastimaba a su familia sin salir herido. Y si bien fue satisfactorio, romper su cara de niño engreído no fue suficiente.

Pocos minutos más tarde, cuando finalmente el joven se desahogó lo suficiente para poder hablar. Fue Neville quien le entregó un gran bote de helado de chocolate. Ginny quien besó su mejilla mientras le aseguraba que todo estaría bien. Y Dean y Seamus quienes se aseguraban de que nadie viera al joven de aquella manera. Porque sabían que odiaría que le vieran derrumbarse.

Harry por otro lado se prometió que no dejaría a Draco ganar.



A la mañana siguiente todo parecía inusualmente tranquilo, el grupo de amigos caminaba entre risas y conversaciones vagas. Casi haciéndoles creer a los estudiantes que toda la escena de la noche anterior había sido parte de su imaginación.

Porque aquel ojiverde con sonrisa encantadora no se parecía en nada al que había abandonado la cena destruyendo todo a su paso y temblando en furia.

Harry no le daría la satisfacción al rubio de sentir que le había dañado, de sentir que había ganado.

Incluso si había sido así.

Sin embargo mientras se dirigía al gran comedor para tomar su desayuno, con todas las miradas sobre él (no es que fuera algo nuevo) se aseguraba de hacer parecer que no estaba afectado en lo absoluto.

La mirada en alto, su rostro impecable y las conversaciones y risas con sus amigos.

Todo Hogwarts estaba confundido. No evitando preguntarse si realmente le afectó tanto como pensaron.

El elegido evita mirar a la mesa de Slytherin siquiera de reojo, no se permite buscar al heredero Nott con la mirada, y mucho menos prestar mayor atención a los comentarios que hacían al respecto. Concentrándose en servirse desayuno y fingir que no estaba muriendo de ansiedad y ganas de golpear a Draco hasta que sus puños dolieran.

No es que no vaya a hacerlo más tarde. Le regresaría la jugada tarde o temprano.

—Lo estás haciendo bien —Hermione felicita mientras peina un mechón de su cabello con suavidad y Ron palmea su muslo con cuidado. El ojiverde se relaja en consecuencia.

Él estaría bien.

Ron y Hermione se encuentran a sus costados, con los gemelos a los extremos. Neville y Ginny se encuentran al frente con Dean y Seamus sentados a los extremos. Haciendo un muro a su alrededor como usualmente estaban acostumbrados.

Es cuando faltan quince minutos para que el desayuno concluya que lo extraño sucede.

Una carta cae en el regazo de Harry, más de diez pares de ojos captando el movimiento mientras los cuchicheos comienzan y más miradas se plantan sobre él en consecuencia.

Sin embargo no pasan más de dos minutos para que otras dos cartas caigan frente a su desayuno. Y otras cinco caigan con gracia sobre su cabeza.

Luego después de tres minutos más una mano se coloca en su hombro y Harry debe girar, casi a la defensiva.

Se relaja cuando reconoce vagamente el rostro de la persona frente a él. Es un chico de Ravenclaw, un año menor si Harry no está equivocado. 

—¿Sucede algo? —pregunta al no obtener ninguna palabra del chico, no inmediatamente al menos y eso le estaba poniendo nervioso.

Casi puede contar todas las miradas puestas en su persona y lo que sucedía. Porque todos en Hogwarts eran una bola de chismosos.

—Quería darte esto personalmente —explica simple y directo, mientras entrega una carta más en sus propias manos antes de sonreír de forma sutil—. Que tengas buen día, Harry.

—Que tengas un lindo día —responde automáticamente—. Mhm —el ojiverde se vuelve a sus amigos cuando este se ha ido. Confundido y con el montón de cartas en sus manos.

Los cuchicheos se hacen aún más fuertes.

—Creo que ya entendí lo qué pasa —Hermione dice reflexiva.

Harry la mira en la espera de una respuesta, sin embargo no es la castaña quien se la da.

—Pasa que se confirmó tu bisexualidad y ahora no solo las chicas estarán detrás del elegido —es Ginny quien habla, pareciendo estar bastante alerta a todo lo que sucedía.

Pasan unos cuantos segundos más de apreciación antes de que sea el castaño quien rompa el silencio.

—Pero ábrelas, yo quiero saber que dicen —Neville pide inclinándose por sobre la mesa, curioso.

Y mientras Harry se distrae en eso es George quien atrapa la mirada de cierto Slytherin puesta sobre ellos, más específicamente sobre el ojiverde. Causando que eleve una ceja con altanería hasta que este se ve atrapado y aparta la mirada, indiferente.

Porque no confía en ese extraño chico y no quiere volver a ver a Harry llorando con el corazón roto.

Y apenas la mañana había comenzado.

30 segundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora