Explicación.

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Cuando tenia unos 4 o 5 años, una persona usó una maldición para matar a mi madre. No me afecta tanto porque era muy pequeña, así que no la puedo recordar bien. Pero el cuento es el siguiente: Mi padre le fue infiel a mi madre con una mujer que tenía energía maldita y no era una persona precisamente buena, así que cuando se descubrió la verdad mi madre solicitó el divorcio, mi padre no estaba de acuerdo en lo absoluto porque estaba obsesionado con ella -irónico- así que le prometió que dejaría a la otra mujer y jamás la volvería a ver, y en cierto modo lo hizo, "terminó" su relación clandestina de una vez por todas, pero lo que no sabía es que aquella tipa era una desquiciada que también se obsesionó con la persona equivocada, así que tuvo la maravillosa idea de matar a mi madre de la manera más sanguinaria que pudo pensar y así tener el camino libre con mi padre. Efectivamente mi madre murió asesinada por una maldición, lo que llevó a mi padre a la locura total, ahí nació esa sensación que asocié a su trauma. Aquella mujer maldita murió a manos de otra persona con ese tipo de energía, así que de alguna manera hubo un poco de justicia. A mi padre no le importó eso, para él todos los usuarios de la energía maldita merecían la muerte, el infierno mismo. Y todos los que estuvieran de su lado también. Incluso yo.

A las 14 años ya era toda una señorita, según las señoras mayores. Yo me sentía igual de niña, solo que me estaba desarrollando y tenía un poco más de acné, aunque nada grave. Un día se mudó una nueva familia a la casa de al lado, un padre y una niña de más o menos mi edad, me llevaba un año cuando mucho, por lo que tener a Hana de vecina me hacía feliz, era bueno tener una amiga tan cercana. En la escuela tenia compañeros pero no amigos, así que Hana era la primera. Hacíamos muchas cosas juntas, salíamos al cine, pijamadas, leer novelas, todo. Era un buen escape de lo difícil que era estar en casa, y un día cometí el peor error de toda mi vida: Invitarla a mi casa a dormir. Simplemente quería cambiar de ambiente, que hiciéramos algo distinto y así fue, más o menos. A la mañana siguiente, no se cómo, pero mi padre se dio cuenta que Hana tenía energía maldita. Yo me había dado cuenta desde que se mudaron pero jamás lo mencioné en voz alta y la verdad no me importaba. La corrió de la casa, no sin antes lanzarle aceite hirviendo, el cual afortunadamente solo le cayó en las manos. Las quemaduras no fueron tan graves por lo que pude observar antes de que huyera. Pero fue la última vez que la vi, ella y su padre desaparecieron al día siguiente. Yo solo lloré toda esa mañana, la tarde y la noche. Mi padre ni me dirigió la palabra. Al día siguiente era domingo, recuerdo despertar con la puerta de mi habitación siendo práctica tumbada, casi hecha pedazos y luego yo siendo arrastrada mientras me tiraba del cabello hasta el sótano, el cual no sabía que teníamos. Era un completo desastre ese lugar, estaba hecho de piedras, barro y trozos improvisados de madera. Las paredes eran tan gruesas que solo había una pequeña ventanita de no más de 10 cm de alto y ancho, y una reja que hacía parecer ese lugar como una especie de jaula. Ahí fui secuestrada por meses como castigo. A veces pasaba una semana entera sin comer, solo me daba un vaso de agua al día. A veces lo veía llorar desconsoladamente pidiéndome "perdón", cosa que jamás creí porque luego me golpeaba hasta dejarme inconsciente. Pasaba la mayoría del tiempo sola en ese calabozo, no sabía cuando mi padre lo había construido pero dentro de su improvisación sabía que había pensado en algo: Era completamente a prueba de sonido, por eso nadie jamás escuchó mis súplicas de auxilio, no sabía qué excusa habría inventado mi padre a la sociedad y a la escuela respecto a mi ausencia, solo sabía que estaba ahí esperando morir o algún milagro, lo que llegara primero.
Una vez dentro de mi tiempo encerrada, pude llevar a cabo un pequeño plan que a mi no me sirvió para nada pero sabía que sería útil algún día, tomé unas piedras que parecían bastante resistentes y puntiagudas y comencé a cavar un pequeño orificio de tal vez unos treinta centímetros de largo y quince de profundidad. Me tomo tiempo pero lo logré. Con algunas maderas le di un poco de forma y con otras lo tapé de manera que solo quien estuviera adentro pudiera verlo, la verdad estaba orgullosa. A veces guardaba un poco de comida para luego porque mi padre tenía una -de muchas- manera de torturarme muy excéntrica: Me daba cantidades absurdas de comida luego de días de no alimentarme para nada, cuando sabía que estaba tan débil que probablemente no podría sostener una pieza de pollo promedio y a los pocos minutos me retiraba todo, quizás dejaba una mísera pieza de pan duro. Por lo que aquel plan me funcionó para almacenar un poco de comida para uno o dos días, si no se dañaba o me la acababa. Eso me salvó.

El día que por fin pude salir de ese lugar fue extraño, no me lo esperaba. De un momento a otro estaba dormida en el suelo y de repente estaba siendo arrastrada nuevamente por el cabello, esta vez me llevó hasta el baño, me ordenó que me aseara para luego ir a la mesa a comer como la familia que éramos. Patrañas. Cuando me encontraba sentada en la mesa temblando de miedo no sabía si verlo a la cara o huir, solo lo escuché sus palabras asquerosas. "Espero que hayas tenido tiempo para reflexionar sobre tus amistades asquerosas y aprendas tu lección"

Cambio de Planes | Suguru Geto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora