Tres

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—Tayie

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—Tayie... —llama desde su mesita, pintando con crayón rojo sobre la hoja— ¿Me puedes dar el pegamento, por favor?

El chico asiente desde su sitio en una silla del comedor, donde previamente leía pacíficamente su historieta, más recientemente adquirida. Se pone de pie con aquellas largas piernas bajo el pantalón negro rumbo a la habitación del pequeño, pasando antes rápidamente sus dedos entre el cabello rubio de Gun, haciéndolo reír.

—¿En dónde está?

Gun alza ambas manos. Alto. Arriba, donde necesitas banquito.

Tay encoge las cejas, formando un puchero en sus labios. Si estaba en la repisa donde él necesitaba subir a un banco para alcanzar, no podía significar que su madre quisiera el pegamento abajo, a su alcance.

—¿Tú mami lo subió ahí? —Gun asiente, coloreando el corazón rojo en su hoja de papel—. Gun no podré bajarlo entonces, si tú mamá lo subió debe-

Pero no puede terminar cuando un par de ojitos marrones lo observan desde abajo, brillantes de lágrimas y un puchero que hace temblar sus labios. Tay traga saliva pensando cómo evitar que el niño llore y le hace señas para que calle, pero Gun explota en llanto con un berrido y el adolescente corre a la habitación para conseguir el pegamento.

Cuando se ha ido, Gun asoma rápidamente, sin dejar de fingir sus gritos. Una vez ha comprobado que está solo, saca del bolsillo de su overol un labial rojo que tomó del cajón de su mami y se pinta la boquita, manchándose en el acto. Gun estampa un beso en la carta y con ayuda de su camiseta, se limpia la cara que le queda embarrada de labial por todos lados.

—Ten, toma, no llores. —Tay vuelve, agitado, extendiendo el bote de pegamento al pequeño de las mejillas mojadas. Sin embargo al verlo, para en seco y se agacha a su altura— ¿Gunnie? ¿Qué te pasó?

—Nada, Tayie. —Miente, sonriendo y el rojo de sus dientes sale a relucir, haciendo reír al mayor— ¡Ahh, no te burles!

Todavía haciendo rabieta, Tay lo toma en brazos y lo alza, rumbo al cuarto de baño.

—Hey, Gunnie, no puedes usar el maquillaje de tu mamá. —Le habla con tono tierno, jugando a picarle la nariz en el trayecto—. Es caro, ¿Sabías? Mi hermana dice que le lleva una semana ahorrar lo de un labial.

—¿Eso es mucho? —cuestiona el pequeño sentado en la tapa del retrete. Tay asiente, buscando toallas para limpiar a su pequeño— ¿Tú cuánto tardarías?

El chico parece pensarlo un momento, viendo sin ver la pasta de dientes en el lavabo.

—No lo sé, dos, tres semanas tal vez.

—Ah. —y por primera vez, Gun no hace más preguntas. Se deja hacer mientras Tay le limpia la cara con una toalla húmeda y enjabonada y las mejillas le bajan y suben a cada limpiada—. Mmmhg...

—Ya, ya casi estás. —limpia su mejilla y le sonríe. Cuando Gun se tranquiliza, le limpia los dientes—. ¡Listo, como nuevo!

—Como nuevo. —Asiente el pequeño, siendo bajado por las manos grandes de Tay a salvo hasta el suelo—. Uhm... Tayie... —llama el pequeño, tirando de la tela de su pantalón—. Te hice un dibujo.

—¿Hiciste al Joker? —bromea, se ríe de su propio chiste pero Gun lo ve desde abajo con ojitos confundidos y mejor se aclara la garganta para seguir. Extiende un dedo y Gun lo toma, encantado—. Enséñame.

Y así llegan hasta la sala, donde su obra maestra descansa abierta esperando ser terminada. Gun lo suelta y le hace señas con los deditos de que espere un momento, mientras con poca delicadeza vierte el pegamento líquido en la hoja, en el centro del corazón y deja caer mucha, mucha purpurina color azul cielo en el corazón. Una vez lo siente listo, muestra su regalo al divertido niñero que observa la escena.

—Para ti. —Gun lo extiende con ambas manos, mirándolo a los ojos a metros de distancia—. Abre.

Tay lo recibe, de rodillas para alcanzar su altura y le revuelve el cabello con ternura para obtener una sonrisa deslumbrante. Cuando desdobla la hoja, purpurina cae al suelo y le llena los calcetines negros de puntitos brillantes, como estrellas en una noche oscura. El dibujo es un corazón enorme y rojo, y a cada lado, monigotes en representación de Gun y Tay. ¿Cómo sabe el chico cuál es cuál? Porque su dibujito es largo y tiene audífonos en forma de círculos en el cuello y Gun se ha puesto músculos como de Hulk.

En una esquina, hay un beso marcado de labial rojo y abajo la frase

"Te amo Tayie. Por fabor ten mi corason y mi amor por siempre"

Con algunas letras en la dirección equivocada y una nota al final que dice:

"no le digas a mi mamá del labial"

Tay mira a Gun a los ojos, que le brillan de anticipo y se lleva la carta al corazón, fingiendo que ha recibido un tiro y cayendo al suelo de espaldas repitiendo: "¡Ohhh Diossss!"

Que hace carcajear a Gun.

—¿Te gustó? —inquiere curioso, de rodillas y mirando hacia abajo al chico en el suelo.

—Me ha flechado. —bromea, sujetándose el corazón.

—¿Flechado?

Tay suspira, picándole la naricita.

—Eso quiere decir que me gustó tanto, tanto que yo también te daré mi corazón.

Gun sonríe bien grande y le rodea el cuello con los brazos, cayendo sobre el chico que en ningún momento dejó ir su regalo, ni siquiera cuando el pequeño se colgó de su espalda para jugar a los policías vaqueros especiales.

𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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Corazón de papel - H.A #34Donde viven las historias. Descúbrelo ahora