Cuatro

184 55 3
                                    

—Tayie

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Tayie.

Cada vez que escuchaba de esa pequeña boca, salir la vocecita dulce diciendo su nombre y pronunciado con tal ternura, Tay sabía de anticipo que Gun quería algo. Y también que no podía negarse —aunque quisiera— porque realmente nunca, nunca quería hacerlo.

Así que alza la vista de su historieta y encuentra frente a él un pequeño de ojitos hundidos que cubierto de pintura, le enseña ambas manos manchadas.

—Tengo hambre. —Gun se talla ambas manos entre sí, intentando quitarse la pintura sin mucho éxito.

Tay mira el reloj de la pared y ya son las tres en punto así que es hora de que Gun coma, por lo que el chico se pone de pie y extiende silenciosamente un dedo a su dulce niño, quien lo toma entre sus dedos y ambos caminan hacia el baño, agarraditos. Los pasos de Gun son cortos, a veces rebota cuando camina, mientras Tay avanza ligero sobre sus pies, uno tras otro porque de abrir la zancada, el menor debería correr para alcanzarlo y eso no sería cómodo para nadie. Así que con mucha paciencia camina despacito, mirando hacia abajo al pequeño que mantiene su mano bien firme alrededor de su dedo.

—¿Qué tal si hacemos mi almuerzo especial? —pregunta el chico, mirando hacia abajo realmente inclinado— ¿Suena bien?

Gun asiente con los ojitos cerrados. Tay lo toma de debajo de las axilas y lo carga, a cómo puede, para lavarle las manos con jabón de coco que al pequeño le gusta mucho. Le talla bien las manitas, enjuagando con agua tibia y le seca con una toalla de algodón con figuras de carritos que Gun usa especialmente.

—Listo. —el chico le pica la punta de su naricita y Gun sonríe—. Ve a la cocina, ahora te alcanzo.

—¡Sí! —y el pequeño sale disparado del baño rumbo a la cocina.

Tay aprovecha para lavarse las manos rápidamente y en menos de dos minutos, gracias a sus largas piernas, llega detrás del menor a la cocina, donde Gun ya espera emocionado.

—Ayudante. —lo llama y Gun se pone en "firmes"— Traiga la pasta.

—¡Sí señor Tay! —el pequeño finge una voz gruesa, antes de marchar a la despensa que está bajo el lavado, a su altura, puede sacar una bolsa de pasta que extiende al mayor— ¡Pasta!

—Bien. —Tay juega, como siempre que es hora de hacer limpieza juntos o meter a bañar al renegado cachorrito que no quiere tomar una ducha, al jefe y su ayudante ya que de este modo Gun coopera mucho mejor— ¿Que falta?

—¡Salsa! —Gun sonríe y sus ojos se esconden, su cabecita echada hacia atrás para alcanzar a ver a Tay—. De tomate.

—¿Y qué necesitamos para eso?

Gun se dirige al refrigerador. Se queda de pie ahí, esperando que Tay le abra la puerta. Cuando el chico abre, el menor saca de la caja de la verdura una bolsa de tomates que, con mucho esfuerzo y el apoyo de Tay que sostiene la bolsa desde arriba sujetando todo el peso, la saca del refri.

—Yo voy lavando esto mientras tú abres la pasta ¿De acuerdo?

Gun asiente, emprendiendo camino a la mesa para subirse a una silla y abrir el paquete. Espera pacientemente a que su niñero lave los tomates y cuando estos están listos y escurriendo, el chico toma una olla y vierte agua en ella para ponerla a fuego.

Gun sabe que debe esperar a que el agua saque burbujas para poder verter la pasta y que no puede acercarse a la estufa hasta que Tay lo cargue y pueda echar la bolsita de pasta en el agua, mientras con la mano libre, su niñero —y secreto superhéroe favorito— mueve los macarrones.

Minutos más tarde ya el agua hierve y Gun puede verter la pasta en el agua caliente. Siempre sujeto y cuidado por Tay que con una pala remueve en círculos. Deben esperar a que la pasta se cocine y mientras tanto juegan en la mesa a atraparse las manos, ganando Gun siempre porque Tay se tarda en quitarla de la mesa a propósito solo para que Gun con sus manitas le aplaste la suya y se suelte a reír a carcajadas.

La pasta está lista, escurrida y los tomates hechos salsa en la licuadora así que es hora de agregar todo a fuego medio y el pequeño observa, maravillado, como Tay baja botes de especias de los anaqueles altos para hacer mucho más ricos sus macarrones súper especiales que nacieron, curiosamente, de una tarde donde el chico no tenía un centavo en los bolsillos y todo lo que había a su disposición era una bolsa de macarrones y tomates en el refrigerador.

Tay observa con media sonrisa, a Gun comer sentado en un cojín para que alcance la mesa. Se mancha la cara de salsa y es el cuento de nunca acabar porque a cada vez que le limpia con una servilleta, Gun se las ingenia para mancharse hasta la nariz.

—Edes el mejod chef del mundo, Tayie —decreta su mayor crítico, con la boquita manchada de salsa.

Y Tay le sonríe de vuelta, retirando la mancha con el pulgar y limpiándose con la servilleta que descansa en la mesa...

La misma escena se siguió repitiendo, incluso diez años después.

𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Corazón de papel - H.A #34Donde viven las historias. Descúbrelo ahora