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En el Santuario

Seiya e Ikki se encontraba batallando contra Ares el dios que gobernaba en el cuerpo del tercer caballero, mientras que Saori se encontraba ascendiendo por los templos, curando a los caballeros de bronce y siendo recibida por los caballeros dorados que sobrevivieron.

Al llegar al onceavo templo cuando Atena estaba curando a Hyoga se produjo un pequeño destello de cosmos que solo un santo dorado logro sentir pero al querer buscar con la mirada por los alrededores de dónde provino no lo volvió a sentir así que decidió olvidarlo y siguieron ascendiendo hasta llegar a la estatua de Atena.

Después de llegar y derrotar a Ares con ayuda de Saga, Atena siguió curando con su cosmos a los caballeros de bronce, pero cuando ya había terminado con la tarea vieron un destello en el cielo estrellado el cuál de repente callo al onceavo templo.

Todos los Santos Dorados sobrevivientes y diosa sintieron la aparición de un cosmos divino y desconocido, pero solo el santo que logro sentir el destello de cosmo lo volvió a sentir como si lo estuviera llamando.

Todos los Santos Dorados y Atena corriendo hasta el templo donde sentían en cosmos divino, al llegar pudieron divisar una figura femenina brillante que poco a poco se hacía más visible, tenía un cabello largo, de color castaño y de piel no tan bronceada.

Atena: ¿quien eres tú?  -pregunto la diosa mirando seriamente a la entidad presente-
Xxx: Diosa Atena un gusto en conocerla -sonrió-

Los santos Dorados se pusieron enfrente de Atena estaban listos para defender a la joven Diosa de algún posible ataque.

Xxx: tranquilos Caballeros Dorados -los observo buscando al indicado- Diosa Atena yo solo vine a solucionar un pequeño problema que ocasiono uno de mis hijos.

Se dió la vuelta estando de frente a la Diosa y a  los caballeros dejando a todos los presentes cegados por otra diminita luz que brillaba como si quisiera alcanzar el brillo del sol.

Xxx: Señorita Saori reencarnación de Atena yo la Diosa Hera tengo algo que hablar muy seriamente usted y tus caballeros dorados -lo dijo con voz firme- y en especial con el guardián de la Octava casa.

Atena: -aun no lograba identificar la que era esa diminuta cosa que Hera llevaba pero como no sentía ningún intento de engaño decidió escuchar lo que la diosa diria- está bien Diosa Hera.

La diosa Hera empezó a contar lo que pasó hace 16 años y como el pedido de uno de sus hijos ocasionó la casi perdida de un ser inocente y del cuál nadie se dió cuenta, poco a poco la pequeña luz empezó a opacar se mostrando una pequeña figura envuelta en mantos.

Tanto Atena como los Santos Dorados miraron con sorpresa lo que la Diosa estaba agarrando en brazos y no podía creer lo que la Diosa les estaba diciendo.

Después de un largo rato, los Santos estaban sigue sorprendidos excepto uno que solo podía derramar lágrimas que eran tanto de felicidad como de tristeza por todo lo nuevo que estaba ocurriendo.

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