Desde abajo vivían observando a su Ninfa consumirse como una vela o una flor secándose al sol en un triste jarrón.
Miraron por los miles de espejos que encontraron y lo único que descubrieron en común entre todos los seres humanos fue la felicidad que otorgaba el amor.
Entonces idearon un plan; crearían al humano perfecto. El humano que ni siquiera Dios consiguió crear en su momento. Lo mandarían a la tierra y haría feliz a la Ninfa. ¡Oh, claro que lo hará! ¡Lo conseguirá! Gritaban entunsiasmados.
Pero ellos no sabían que aquel humano como todos... Tendría una voluntad propia, emociones propias y sueños propios.
