-Prólogo-

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-Solo es una adivina, y seguro falsa –dijo el chico moreno, tratando de convencer a su novia.

-No lo sé –dijo la chica-, odio saber de mi fututo. Además, si es falsa, ¿para qué quieres que nos lea las cartas?

-¿Curiosidad tal vez?

-Pero, Dani –la chica alargó mucho la "i", rogando para que su novio no siga.

-¿Qué puede pasar, amor? –Dijo Daniel, llegando a la entrada de la carpa.- No hay que tener miedo.

-Exacto, escucha a tu novio –dijo la voz de una mujer. Parecía como si fumara mucho o siempre tuviera tos-, no tengas miedo Maite.


La bruja miró a la pareja. Los escaneo por un pequeño momento, luego fue individual. Maite también observó a la mujer. No era como la típica bruja de feria, pero se acercaba bastante. Tenía una mirada feroz, le faltaban dientes, su cabello estaba pajoso y padecía de artritis. Sus ropas no estaban muy bien cuidadas que digamos y hacía falta una limpieza en el lugar a pesar de encontrarse en una carpa que no tenía muebles.


La mujer hizo un gesto indicando que se sentaran. Maite fue como arrastrada a sentarse por Daniel.


-Ustedes hacen una muy bonita pareja –sonrió la mujer, mostrando sus pocos dientes-, que lástima que se esté por desintegrar en cualquier comento.


La bruja miró a la chica.


-Y no falta mucho para que suceda.


Daniel tragó saliva. Maite solo mantuvo la mirada en la anciana. ¿Cómo que nuestra pareja se desintegrará? Está loca –pensó la chica-, nadie me podrá separar de Daniel.


-Cualquiera te podrá separar de Daniel, niña –dijo la bruja, mientras buscaba algunas cartas-, hasta el mismo.

-Pues claro que sí, señora -Maite rodó los ojos-, usted sabe todo.

-Nunca me casé, así que no me gusta que me digan señora.

-¿Entonces cómo? –Preguntó Daniel. En su voz había nerviosismo.

-Me llamo Blanca –contestó la bruja orgullosa- Madame Blanca para ustedes, pequeños.


Madame Blanca sostuvo un mazo de cartas en sus manos enfermas e indicó que cada uno tomara tres. Sacaron al azar. Maite las vio y no les prestó atención, solo quería irse de allí. Le pidió las cartas a Daniel.


-Mira nada más, muchacho –se sorprendió la mujer- tu vida se colmará de felicidad, tendrás todo lo que has querido. Herirás a alguien mucho, pero al parecer poco te importará, toda esa carga a la larga ni te importará, es más –miro a Maite-, ni la recordarás.


Daniel tragó nuevamente y Maite lo miró. 


-Y a ver tu niña. 


Maite se las entregó de mala gana y la Madame Blanca se la quedó mirando por un momento, luego volcó su vista a las cartas. La mujer parecida impresionada, y casi sin habla.


-Sé que parece que te estoy quitando el tiempo...

-Y de verdad lo está haciendo, señora –le respondió al chica, luego recordó-, lo lamento, Madame Blanca. Terminé de una vez, por favor.

-Alguien te herirá, pequeña. Pero no te afectará muy sentimentalmente que digamos, te dejará muchísima más responsabilidad y eso te irá agotando en todos los sentidos. Al final todo se solucionará, pero requerirá de demasiado esfuerzo, muchísimo.- Miró la tercer carta, luego a Maite-. Esta confusa, es como el nombre de alguien.

-¿Qué nombre? –Preguntó la joven. Ya estaba cansada, quería salir de allí.

-Tobias.

-¿Quién diablos es Tobias? –Quiso saber Maite.

-Alguien que cambiará radicalmente tu vida, niña.


Maite se la quedó mirando, se levantó y tiró del brazo de Daniel para que se levante.


-Em, si, gracias pero ya es hora de irnos –dijo Maite-. Adiós señora, perdón, Madame Blanca.


Salieron de la tienda, Maite con los brazos cruzadas, Daniel rascándose la cabeza. Nadie dijo nada, y cuando estaban por estuvieron dispuestos a caminar, un chico les pasó por al lado corriendo a la velocidad de un rayo. El perseguidor apareció al minuto, y de inmediato lo reconocieron.


-Tu pateas al de negro –dijo Maite- yo voy detrás del chico.


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"Esta Vez Sí"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora