III.

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Cuatro años. Durante cuatro años Diego había fantaseado con el contacto que estaba recibiendo de parte de Matt. Lo encontraba vergonzoso y se sentía lo más de ridículo por esperar algo con el hombre cuando sólo se habían relacionado una vez en un encuentro que no fue precisamente amistoso.

Pero aquí se encontraba, con sus piernas alrededor de la cintura del mayor dejándose hacer tal cual al hombre le plazca. Se besaban con la desesperación de un sediento ante la vista de un oasis, sin duda se tenían ganas.

Cuando Matt se separó de sus labios, dejando un hilo de saliva que aún los conectaba, se sintió morir. Quería besarlo hasta que sus labios maltratados comenzaran a sangrar. Pero rápido pasó el disgusto cuando los besos del hombre se desplazaron a su cuello, dejando pequeñas mordidas por las que su yo del futuro tendría que preocuparse.

Ya se encontraba jadeando, su cuello era realmente sensible y las caricias bruscas de Miazga no hacían más que avivar la llama que era todo su cuerpo. Jalando su cabello, Diego volvió a atraerlo para comenzar una nueva sesión de besos necesitados que no tardaron en ser correspondidos.

Mucho beso, poca acción, Mattsito — Le dijo Diego antes de despegarse del hombre quedando de pie, su diferencia de estaturas más notoria que nunca.

A ver si luego vas a estar tan charlatán —. Le contestó, irritado por el tonto apodo.

¿Y qué me vas a hacer, entonces?

Y Matt cayó de rodillas.

Así, sin dudarlo ni un segundo. Lo cual sorprendió al menor, quien rápidamente intentó soltar el cordón de su chándal, pero tal vez no lo suficientemente rápido, pues Matt bufó y lo hizo por su cuenta, bajando también sus bóxers.

Miazga masturbó durante unos segundos su miembro erecto antes de meterlo por completo a su boca, haciéndole gemir más alto de lo que debería estando en medio de los vestidores de su club. El hombre sabía lo que estaba haciendo, cambiaba de velocidad y a veces simplemente lo jodía dejando pasar su lengua a lo largo de todo el falo.

Hacía un camino con ella trazando las venas levemente notorias para luego volver a tomarlo todo dentro de su boca, succionando y gimiendo a la vez. Las pequeñas vibraciones que aquello generaba tenían al más bajo en el paraíso, pero no podía darle el gusto al contrario de correrse con unos segundos de estar chupándosela.

Con una de sus manos tomó a Miazga por el cabello y empezó a utilizarlo a su antojo una vez este le dio el permiso.

Gemía como un desesperado, la situación lo ponía tan caliente. No sabía si era el hecho de estar haciéndolo en medio de su club, donde cualquiera podría encontrarlos; o si se trataba de la persona con la que lo hacía, tratándose sin piedad en respuesta a tantos años de espera. No sabía lo que era, pero no dudaría ni un segundo en aprovechar la oportunidad.

M-Matt, me voy a correr. — Le avisó el hombrecito tratando de apartarlo.

Pues hazlo en mi boca, cariño.

Y escuchar la voz rasposa, casi quebrada de Matt a sabiendas de por qué se encontraba así fue lo último que necesitó para correrse. Las piernas le temblaban y no sabía qué hacer con sus brazos, pero el placer era indescriptible.

Matt era un hombre tan alto, con un cuerpo tan bien definido que sin duda podría manejar su pequeño cuerpo en comparación de la forma que se le antoje. Verlo arrodillado mientras se ahogaba por tener su pene en su boca debería ser considerado la octava maravilla del mundo. Y no quería que el momento acabase nunca.

¿Quieres seguir con esto en mi casa?

Y Matt sólo atinó a sonreírle. Era obvio que Diego sabía la respuesta.

chaparro - laínez y miazgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora