ANTONY

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       La celda olía a orín añejado, tal vez aquella prisión podría tener la mayor tecnología como control de temperatura, proyector de pared integrado para dar un fondo de naturaleza real con sonido hiper sensitivo, pero las necesidades y los pocos modales de los presos  jamás iban a evolucionar, y aunque contaba con un mingitorio que salía del suelo con sólo accionar un simple botón, al parecer los antiguos inquilinos preferían orinarse en cualquier parte menos dónde debían de hacerlo. Antony estaba acostado viendo hacia el techo de la celda, con sus manos por debajo de su cabeza, su cabello largo se extendía alrededor de su cabeza, tenía unas cuántas puntadas en la ceja derecha y en el tabique. Pero aún así no dejaba de tener el porte de galán de televisión.

      —Si tan sólo nos dejaran usar nuestra palma digital fuera menos aburrido ¿no lo crees? —preguntó Antony a su compañero de celda, un hombre con abundante barba y cara de pocos amigos. —En estos momentos estuviera viendo algún partido de Disc Ball, en un bar, con un par de hermosas mujeres y unas cuantas dosís de hípermina o quizá unos toques  de electro hollyweed, pero ni hablar ese pinche David tenía que hechar todo a perder y finalmente estamos aquí mi amigo.

      —Cierra esa boca sino la cerraré yo con unos buenos golpes —escupió su compañero de celda malhumorado, con una voz ronca y seca como rama de árbol.

      —Vámos hombre, estaremos aquí encerrados no sé por cuántos años, 

      —¿Eso crees muchacho? ¡estúpido! —exclamó el hombre barbudo. 

     —Bueno tal vez tu sí amigo, yo saldré en unos cuantos meses, mi delito no es tan grave, digo no sé  cual sea el tuyo. —dijo Antony con una sonrisa.

     —Da igual muchacho ¿acaso no conoces la ley Aztlán? 

     —La verdad para ser sincero no —respondió intrigado Antony.

     —Bueno, es la ley que dice que los que estamos encerrados en esta prisión vamos a estar jodidos. —explicó el recluso—. El país no quiere mantener a criminales, sólo le interesan la gente productiva ¿que produce una prisión?

     —No lo sé ¿algo cómo redención? —respondió Antony.

    —No digas pendejadas, las prisiones producen más criminales, si tu estás aquí por robar un chocolate, saldrás de aquí como  experto ladrón de bancos, si antes secuestrabas saldrás con una maestría de sicario además con diplomado en desaparición de cuerpos, creéme lo que te digo, lo digo  por experiencia propia. Si no me crees te puedo decir el proceso para desaparecer un cuerpo en ácido —explicó el compañero incómodo de Antony.

      —Así esta bien amigo, no deseo saber más detalles —dijo Antony desconsolado. —¿Eso significa que nos darán una inyección letal?

       —¿Acaso crees que aún vivimos en el siglo pasado?  —preguntó el hombre viendo fijamente el temor de  Antony—. Claro que no, recuerda que los reality shows producen dinero, y lo que desea el dueño de este país es que además de servir como ejemplo se pueda sacar un beneficio de nosotros, ¿Por qué crees que esta prisión tiene tantas comodidades? es como un hotel, te lo cobrarán muy caro, con tu vida. Así que yo en tu lugar quitaría esa sonrisa de estúpido y me pondría a recodar los momentos felices, porque dudo que puedas tenerlos de ahora en adelante. 

      Antony se quedo pensativo sentado en su cama, pasando sus manos sobre su rostro y enredando los dedos sobre su cabello. 

      —¿Por qué ya no estás tan feliz? ¿tienes miedo a morir? —preguntó su compañero.

      —No es eso amigo, tengo miedo a ya no volver a ver a alguien —respondió Antony.

      —Ohhhh entiendo, es una chica, supongo que es tu novia

      —Eso quisiera, es más que una chica, es mi mejor amiga y es la única persona que he amado en mi vida. 

      —Pues mala suerte la tuya —agregó el hombre con barba.

      —Así es, siempre he tenido mala suerte en mi vida amigo, —dijo en voz baja Antony—  pero pues que le vamos a hacer, sólo quisiera saber cómo está ella en este momento, iba conmigo junto con otros amigos en el accidente, ella es una mujer muy cabrona, sé que saldrá adelante. 

      —Esperemos que así sea, —respondió calmadamente su compañero, en esta ocasión con un halo de brillo en su mirada mientras le estrechaba la mano—. Me llamo Pedro, estoy aquí por asesinato y secuestro, pero no te preocupes, no te pasará nada a tí, no te secuestraría, no creo que alguien pague por tu  rescate. Cómo veo que estás más jodido que yo es mejor tener a alguien con quien platicar que escuchar esa música de porquería todo el día. 

      De pronto una escotilla se abrió y una mujer con uniforme de oficial introdujo dos charolas. 

      —Disculpe señorita, cree que me pueda dar información de los compañeros que iba  a bordo cuando sufrimos el accidente, bueno, especialmente por una chica de nombre Catherine.

      —No sé nada, además que no me permiten dar información absolutamente de nada —respondió la oficial tajantemente. 

      —No seas así Juanita con el muchacho, no podrá dormir, sólo si puede conseguirnos cualquier cosa, algo que escuches en el comedor,  te lo agradecería mucho. 

      —Veré que puedo hacer dijo sonriendo la oficial.

      —Ella me debe un favor, por eso te dirá lo que quieres saber muchacho, solo es cuestión de esperar. 

      Antony notó que en el suelo era de un vitropiso negro y blanco, así que se le vino una idea para pasar el rato ¿sabes jugar ajedrez Pedro? 

      —No lo sé pero podría aprender —respondió Pedro.

      —Te enseñaré Pedro, siempre es bueno aprender algo nuevo y enseñar algo viejo. 

       Ambos comenzarón a comer desesperadamente, el tiempo fluía sin saber si era de día o de noche, pero su reloj biológico les avisaba que era tiempo de dormir. 

LA ULTIMA NOCHEWhere stories live. Discover now