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Sofía observo por última vez la calle sin pavimentar, las casas de ladrillos sin pintar y a su numerosa y chillona familia materna, que no paraban de llorar despidiendose de la rebelde adolescente que se habían esforzado de criar a su peculiar manera.

Paso por su escuela pintada y destrozada, cortesía de sus amigos. Luego por la plaza donde los drogadictos de la esquina saludaron su auto reno 14 sin patente ni parachoques. El final de la villa era el poste de luz caído, aquel que con sus amigos y amigas destruyeron borrachos un sábado a la noche.

Y cuando iba a salir por fin de aquel lugar, su casa, su dulce y amada casa, una docena de perros empezaron a perseguir el auto ladrando.

Sonrió nostálgicamente, recordando la primera vez que fue a hacer el examen de nivel de inglés, en aquel momento había pasado exactamente lo mismo y los animales callejeros la habían seguido durante bastante tiempo hasta cansarse.

Miro a Aru tratar de correr detrás del desgastado auto y se le partió el corazón, ¿Como podía dejar a su fiel compañero atrás?

Le gritó a Cynthia que parará el renault y cuando ella se negó Sofia agarro el freno manual con todas sus fuerzas y logro detener el vehículo. Se bajó con desesperación, abrazo al caniche negro y lo subió al auto.

-Saca a ese pulgoso ahora mismo- exigió su madre con mala cara, viendo por el espejo retrovisor como su hija metía en una mochila al perro.

-No- respondió inmediatamente la azabache- Yo nos conseguí la visa a Estados Unidos, así que voy a llevar lo que se me cante.

-Suerte en el aeropuerto- soltó de manera amargada la mayor, arrancando nuevamente el auto luego de forcejear un rato.

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De una manera milagrosa, habían aceptado a llevar a Aru en el avión para mascotas. Ella viajo en tercera clase mientras que Cynthia logro colarse en la primera, probablemente convenciendo al personal con sus ropas exóticas y extravagantes.

Y ahora estaba frente de una casa bastante decente, especialmente si la comparabas a las de su villa. Cuando entro se sorprendió, venía amueblada y incluso tenia una gran televisión en la sala de estar que por unos segundos alegro a Sofía, pensando en los partidos que podía ver allí.

Subió las escaleras y observo los cuartos que eran solo dos descartando el baño, en el cual su madre se maquillaba meticulosamente.

-¿A dónde vas?- pregunto curiosamente, aún sabiendo que la respuesta de Cynthia iba a ser seca.

-A conseguirme la estadía permanente- contesto la rubia poniéndose pestañas postizas.

-¿Debería reírme?- espeto con burla la azabache.

-Ni se te ocurra entrar a la habitación cerca de la escalera, es mía- advirtió ignorando a su hija.

-Como quieras- Sofia imitó la actitud de la mayor ignorandola, se retiró a la única habitación faltante y cerró la puerta con rapidez.

Miro el escritorio y luego la cama de una plaza y media sin sábanas. Suspiro y empezó a desempacar la ropa que tenía, terminando en menos de treinta minutos.

Dejó algunas pertenencias en su lugar y luego se retiró hacia abajo donde Aru esperaba impaciente el almuerzo.

-Perdon gordo, no tengo nada para vos- dijo cariñosamente acariciando la cabeza del perro, que soltó un ruido triste.

Agarro las llaves y luego miro al caniche apenada, le dió un besito de despedida, agarro una mochila ya preparada de antemano y se marchó a buscar trabajo.

Craig X Astolfolover Donde viven las historias. Descúbrelo ahora