Confesiones 💚💜

Cuarta Dimensión

Karmaland siempre ha sido un pueblo que ha tenido que pasar por mucho, no es de extrañar para nadie que un nuevo problema aparezca cada cierto tiempo, sin embargo, todos sabían que los héroes del pequeño pueblo estarían allí para sobrellevar cualquier obstáculo, haciendo que la paz dure el tiempo que sea necesario.

Cada habitante del pequeño pueblo pensaba lo mismo, pero, cuando vieron lo que estaba encima de sus cabezas, no pudieron evitar temblar.

"Todo va a estar bien, nuestros héroes no nos abandonarán"

Aun así, todos los que seguían en el pueblo, rezaban para que los dioses se apiadaran, y con suerte no haya alguna muerte.

A la vez que todo esto pasaba, nuestros héroes se encontraban corriendo por sus vidas a un lugar que aún era desconocido por ellos.

Un hombre vestido con ropa negra y sombrero puntiagudo se encontraba liderando a todos, a su lado se encontraba unos cabellos rubios debajo de una boina verde, siguiendo a donde apuntaba el gran bastón de color esmeralda de su druida.

Vegetta pronto se dio cuenta de que muchos de sus compañeros se encontraban atrás, su instinto de querer ayudar fue lo que hizo que sus pies pararan y dieran media vuelta para luego seguir corriendo.

Willy, al ver esto, se quiso detener, sin embargo, siguió corriendo, ya que, sabía, que lo sea que buscaban estaría al final del túnel que atravesaban, que por alguna razón, se iba haciendo más largo.

Cuando se logró ver algo de luz, todos los héroes comenzaron a apresurarse, sobre todo Willy, él fue el primero en llegar, esperándose un arma; pero, todo lo que vio fueron colinas verdes, teniendo todas muchos minerales, y en medio de estas una pequeña cascada; aunque, donde todos posaron sus ojos, era en el centro de todo, pues había un portal echo de un material desconocido.

Poco a poco todos los demás héroes, junto con el druida, llegaron. A pesar de sentirse algo a salvo, todos, estaban muy confundidos, rápidamente sus caras se dirigieron a los ojos de Sapopeta, donde estos se encontraban con el portal, aun así, él no dijo ni una palabra.

Muchos al no entender nada comenzaron a gritar.

—¡Sapopeta, te has confundido!

—¿¡Sapo, y el arma!?

—¿¡Donde estamos Sapopeta!?

El druida un poco harto se puso en medio y simulo una tos, para que se haga silencio, funciono, y con la cabeza agacha dice algo que deja atónitos a todos.

—Lo siento, lo siento por mentirles, no los he traído para salvar Karmaland, los he traído para salvarlos a todos ustedes...

El primero en salir de semejante noticia, es Vegetta, qué desesperado le grita.

—¡No Sapopeta, el arma! ¡E-el arma para destruirlos!

Sapopeta, algo exaltado, le responde de la misma manera.

—¡No existe ningún arma! ¡No hay ningún arma!

Consecuente a su respuesta, todos los que se podía escuchar eran insultos dirigidos al pobre druida, todos estaban demasiado concentrados en gritar, que no se daban cuenta de que todas las entradas y salidas eran cerradas por muros de piedra.

—He cerrado la cueva...

El silencio reinó rápidamente, siguiendo de cabezas que giraban sin cesar, intentando descubrir un lugar por donde escapar.

—¡Los he traído aquí! ¡Para salvarlos a ustedes! ¡No para salvar a Karmaland! ¡No hay manera de salvar a Karmaland!

Cuando Sapopeta dejo esto en claro, todos los rostros palidecieron, dejando a todos los héroes con la misma pregunta