Poder puro

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Natsu, aún convertido en su forma de dragón, bajó al suelo lo más suave que pudo. Las peleas consecutivas contra tres de los seres más poderosos de todo el mundo lo habían dejado lo suficientemente dañado, y más el abrumador dolor causado por haberse convertido en un dragón por primera vez, lo habían dejado agotado. En su mano, aún llevaba el cuerpo quemado de su hermano.

Exhausto, el joven terminó por perder su forma de dragón regresando a su forma humana. En la cual se notaba el daño que había recibido durante sus combates anteriores, aunque parecía que su cuerpo ya estaba empezando a sanar por sí mismo.

Al cambiar su tamaño, ahora su hermano yacía en sus brazos, convaleciente apenas respirando, haciendo un último esfuerzo por mantenerse consciente.

—Mavis... —dijo Zeref. Ante ello Natsu apretó los ojos con frustración.

El cazadragones de fuego estaba tan cansado cómo para poder transformarse en dragón, además que el hacerlo sin saber si perdería el control era algo que lo tenía al pendiente, sumado a que el estado en el que su hermano estaba era tan lamentable que el buscar a la primer maestra sería una odisea contra reloj la cual posiblemente no conseguiría lograr.

Desde lo profundo de su corazón le dolía el no poder concederle el verla una última vez.

—Aquí estoy. —dijo una voz detrás de Natsu, sorprendiéndolo.

Cuando el mago de fuego volteó la vista se la encontró allí. Caminando, con la respiración agitada, imponiendo respeto pese a su pequeño tamaño y su apariencia infantil. Se notaba que la primer maestra del gremio se había apurado a llegar al lugar.

—¿Primera...? ¿Cómo? —cuestionó incrédulo Natsu.

—Desde que vi aparecer a un dragón de fuego en medio del campo de batalla me hice una idea de lo que podría pasar. —contestó la primera al tiempo que se acercaba al par de hermanos que yacía en el suelo, del cual el de pelo rosa la miraba con verdadera incredulidad. — No estaba segura del cómo pero suponía que eso sería posible siendo tú, Natsu.

—Es una larga historia. —dijo el dragón con cierto pesar.

Cuando "El Hada Estratega" se acercó al moribundo Zeref, ella se sentó con las piernas flexionadas. El menor de los dos Dragneel le confirió la cabeza de su hermano poniéndola sobre sus piernas.

—¿Mavis...? ¿Eres tú? —dijo el emperador de Álvarez esperanzado.

—Sí. Aquí estoy. —respondió ella poniendo su mano en su mejilla. Ante esa acción Zeref mostró una pequeña sonrisa, apenas perceptible debido a lo dañado de su cuerpo. Aun así, esa sonrisa mostraba el alivio que el mago oscuro sentía al por fin estar en los brazos de la mujer que amaba.

—Parece que mi momento finalmente ha llegado... —dijo con un gran alivio que causó que el corazón de su hermano, quien aun estaba allí cerca presenciando se estremeciera del dolor de haberle causado eso.

—Así parece... —contestó Mavis con una sonrisa divertida mientras aún se reflejaba en su mirada toda la pena que sentía por él.

—Antes de irme, quiero decirte que te amo, Mavis. Y que lamento todo lo que he hecho pasar en esta guerra... —dijo con voz triste el moribundo hombre. —Tú fuiste la única persona que me ha comprendido y por la única que he sentido algo desde la muerte de mi hermano. Espero que tú no pases por el mismo calvario que yo y que tu existencia sea más amable.

—No te preocupes. —dijo ella con un tono triste y decidido. —Yo me iré contigo, así que no tendrás que preocuparte porque tu tragedia se repita. —al momento de escuchar esas palabras tanto Natsu cómo Zeref se mostraron preocupados.

La nueva era de los dragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora