La orden de los escudos de piedra

1 0 0
                                    

El caso de los escudos de piedra

En la sesión llevada a cabo en la primera semana del año 23, un caballero soldado del gran palacio informó que durante uno se sus viajes encontraron 5 cabezas de personas empaladas a largas estacas de lanza. Todos los casos tenían en común un gran anzuelo anclado a la cabeza de manera horizontal, el cual entraba cerca de los oídos y cuya punta perforaba por dentro uno de los ojos y salía a relucir por el frente de los decapitados.

Primeramente, se pensó en detestables salvajismos perpetuados por las hordas fuera de los pueblos. Luego hubo cuchicheos en la sala y un noble dio paso adelante para aclarar que parecía ser obra de la orden de los escudos de piedra.

Cuando la pequeña soberana pasó por las cabezas clavadas en la entrada del pueblo, las cuales fueron dejadas ahí después de haber sido encontradas por los soldados en los campos, pudo ver a través de uno de los ojos los recuerdos del más reciente de ellos, que aun goteaba sangre y cuyo ojo parecía un huevo escalfado recién reventada la yema.

El sujeto caminaba junto a una pareja, una mujer de tez clara, cachetes rosados y cabello castaño envuelto en una trenza. Desde los ojos de aquel recuerdo pudo ver como se encontraban en un claro en medio del boque sobre una ligera cuesta, en el punto más alto del claro se encontraba una cabaña, estaba iluminada lo suficiente para decir que se trataba de alguna cenaduría, pero sin el bullicio de la vida de las cocinas, la gente y los borrachos. Apenas y se podían oír los susurros del bosque, que disminuían conforme se acercaban al claro.

Entraron, y justo frente a la puerta había una pared perpendicular que dividía la gran cabaña en dos, la sala más grande, iluminada por múltiples candiles se encontraba llena de mesas largas bien acomodadas en filas llenas de esqueletos con armaduras que parecían estar esperándolos, algunos recostados en la mesa por la gravedad de su espera o sentados bien erguidos en la inmovilidad de sus ansias. Frente a cada uno de ellos se encontraba una forma escarabajeada como un gran corazón de piedra gris con puntos blancos, eran escudos de piedra, servidos frente a cada uno de sus valerosos soldados caídos en permanencia de roca. En contraparte, el otro cuarto, más pequeño y delgado, caía en profunda oscuridad hacia lo hondo del mismo, del cual pendía un enorme trozo de carne que goteaba sus ultimas gotas ya casi coaguladas, un torso que pendía de un gancho para cerdos, con una espada delgada y plateada clavada justo en el corazón. No había duda, esa espada debía ser aquel tesoro del que hablaban las leyendas acerca de la riqueza contenida en la perdida capital de los escudos de piedra, el campamento de los grandes soldados de antaño, olvidados y no solicitados después de la guerra que puso al trono a la familia de la pequeña soberana, coprotagonistas del gran poder de los últimos tiempos.

La espada, cual, si fuera la clavada en la roca, ahora en el torso, tenía un mango de piedra con incrustaciones de oro y plata y piedras preciosas. Hermosa dando vueltas junto al torso el cual sin duda debió pertenecer al ultimo idiota que no escuchó las advertencias de la maldición de aquella espada:

"Debes obtener su tesoro, sin mirarlos a ellos". El primer turno le tocó a él. Tomó el torso por la cintura y lo empujó mientras la otra mano sacó la espada, cerró los ojos y sintió como salió cortando la carne, y desapareciendo el olor a sangre seca. Abrió los ojos y le mostró con a ella la espada, con sus ojos brillosos e iluminados le dijo "bien, es hora de irnos" y bajo los pocos peldaños que había para salir de la cabaña, entonces ella dijo algo que tardó unos segundos en entender: "bien es mi turno" dijo ella. Y segura de si misma subió los peldaños que el acababa de bajar. Enrarecido, volteó lentamente a verla. El mismo torso tenía una nueva espada lista para ser tomada por ella, no supo en qué momento ocurrió y cuando quiso tomar la espada que guardó en su cinto de la cintura dejó de sentir la empuñadura, no había ahí nada. Entonces le dijo "¡Espera! Es una trampa..." sin poder terminar de decir la ultima palabra ella puso sus dos manos en la empuñadura y sacó la espada, el torso se movió como un cerdo al que le dan un golpe de boxeo y un ruido sólido se escuchó entre las mesas de los guerreros, y entonces ella no cerró los ojos y lo vio moverse, el de hasta el fondo, caer sobre su escudo, así es como poco a poco se han movido en el lento tiempo de la condena mortuoria.

Ella volteó a verlo lentamente sabiendo de su error, y sin poder decir "lo siento" o "lo vi" el chico vio como una ráfaga de espadas volando y flechas repentinas la atravesaron por todo el torso, ella cayó de rodillas y luego de lado y comenzó a formarse un charco de sangre que se convirtió en pequeña cascada por los peldaños de la choza; cuando él reaccionó para ir a verla en sus últimos instantes vio movimiento, entonces fue que también quedó maldito. No se trataba de los esqueletos dentro de la cabaña, la vio moverse a ella, quien tuvo ligeras convulsiones como quien sale de un profundo ahogo, y comenzó a incorporarse, el quiso ayudarle y decirle que se quedará en su sitio, pero se dio cuenta que en realidad estaba maldito cuando ella estando a gatas logró incorporar su vista y mirarlo con ojos que brillaban de ámbar y oro salvaje, como de gato erizado y entonces el retrocedió. Ella se terminó de levantar con dificultad cada vez mejor dominada y tomo una de las espadas clavadas en su abdomen, algunas otras también se cayeron, y entonces comenzó a caminar hacia él. El quiso ayudarla, luego tratar de averiguar si era ella y como no recibió respuesta comenzó a huir, empezó a gritar si en realidad así era ella, si en realidad la había perdido, después de todo lo que pasó, si así debía terminar. Pero ella iba cada vez más rápida y cuando lo alcanzó ya estaban en el antiguo patio donde entrenaban los escudos de piedra:

"Yo te amo ¿En verdad es así como debe terminar?" y sus espadas comenzaron a enfrentarse, dándose cuenta de que siempre tuvo la espada en su cintura, no obstante, el no usaba toda su fuerza por miedo y amor, ella porque no tenía control total de sus funciones corporales. "¡No lo sé!" dijo ella aun con un hilillo de sangre brotando de su boca, pero con la piel más pálida que nunca y él se paró en seco "¡No soy yo la que tiene el control, no puedo hacer nada!" continuó hablando la chica, había recobrado su conciencia, pero su cuerpo, injuriado y maldito, más agonizante que palpitante había abandonado su voluntad propia. El joven se dio cuenta que ella había luchado hasta al final contra la maldición "que fuerte" pensó y decidió acompañarla hasta sus últimos momentos, entonces dejó caer su espada y la maldición lo atravesó con el filo de la espada por el abdomen mientras se abrazaban una ultima vez "Te amo dijo" mientras se fundía el dolor y la sangre brotando de ambos, y cayeron al suelo, nublando la vista y la luna sobre ellos.

Golpe de Reino

Tras haber visto los recuerdos del decapitado, la pequeña soberana pasó días pensando en la búsqueda de su padre, seguramente para obtener de nuevo el dominio de los poderosos escudos de piedra o alguna otra fantasía de poder que abundaban por los mitos y leyendas de los pubs del pueblo.

La extraña tensión que se atrajo desde que vulnerable ella, fue puesta como soberana temporal la mataba de miedo y se esforzaba por mantener la calma y el estoicismo de los dictámenes; cosa que no sirvió cuando en una audiencia con el extraño mercader de una tierra muy lejana entre los bosques oscuros, quitándose la capucha como requisito obligatorio antes de hablar con la reina, mantuvo su encubierta cara hasta el último momento a base de vendas y heridas excusa para pasar a ver a la soberana ante un caso que le concierne en su total agravio. El rostro del ex vice regente que mi padre suspendió del cargo y que nunca le había dado buena espina a la pequeña soberana.

Después de su sombrío y ambicioso discurso sobre recibir lo que merecen, ordenó a los escudos de piedra entrar a la sala y masacrar a todos los nobles e ir por su alteza. La pequeña logró huir por la parte de atrás del gran salón junto con el equipo de mayor confianza, los cuales iban cayendo uno a uno por mercenarios y caballeros con escudos de varios kilos de roca. Corrieron por la desnutrida tierra, con manchones de verde opaco, tierra blanca húmeda, suave y calcárea. Los árboles medio muertos de aspecto orfanatico, todos lejos uno de otros, no había donde esconderse en campo abierto. Ella tropezó y miró como venían detrás los perros oscuros y otras sombras de armados con aires asesinos, ella era el único objetivo importante para destruir, en su agitación y desesperación y sin apenas escuchar a sus nobles y últimos amigos pedirle y ayudarle a levantarse, vio como colina abajo, entre las humaredas que se iban desprendiendo del pueblo, escuchar gritar a los demás "¡El rey regreso! ¡El Rey regreso!", "Papa..." susurro ella y después de escuchar la lejana corneta ver la caravana del rey entrando lento y poderoso por la avenida principal de la ciudad, mientras todos sus soldados repelían el golpe de estado que apenas empezaba a sucumbir al reino. Con su capa roja con orillas de piel de jaguar albino. Un casco que le cubría todo el rostro, y plumajes que eran rebasados por dos grandes cornamentas de venado. Su heroica figura disipó en parte su miedo y quedó en su memoria para siempre antes de volver a tener que huir, y tal vez luchar.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 06, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Corazones de PiedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora