one. emiliano

2.4K 73 2
                                    




parte uno

leilani a pesar de tener a un posible campeón del mundo justo a su lado, con las sienes sudorosas y la respiración un poco agitada, solo podía concentrarse en como la yema de su dedo índice trazaba patrones sin sentido en el pecho del hombre a su lado. debería sentirse plena y feliz por los recientes acontecimientos, por la forma en la que emiliano había venerado su cuerpo esa noche, como si este fuera un templo del que él sería fiel creyente.

pero la sensación asfixiante que se apoderó de ella apenas emiliano pisó su apartamento no le permitía pensar en algo distinto, no podía dejarse llevar esta vez. sintió el ardor en su nariz y como poco a poco su vista se nubló un levemente.

maldijo el hecho de que emiliano siguiera despierto, lo sabía porque su gran mano acariciaba delicadamente la piel desnuda de su muslo, maldijo internamente todo lo que emiliano la hacía sentir, maldijo que todo esto que sintiera fuera incorrecto.

interrumpió la cómoda posición para sentarse y darle la espalda, ignorando la cara de confusión del contrario ante su brusquedad. leilani miró hacia arriba dejando las lágrimas caer, mezclándose con las gotas de lluvia que poco a poco caían del cielo. emiliano observó su espalda y pudo ver cómo esta comenzaba a sacudirse con sollozos.

—pará, ¿qué pasa, mi vida? —el mayor preguntó empezando a preocuparse por su extraña actitud.

la chica respondió parándose de la cama, llorando más fuerte a la par de lluvia. emiliano repitió su acción y tomó su hombro, movimiento que hizo a leilani alejarse como si sus manos la quemaran. y en cierta parte lo hacían, estaba totalmente quemada porque no había un rincón en su cuerpo que "el dibu" no haya recorrido con sus habilidosas manos.

—no puedo, damián —emiliano se estremeció, lo hacía cada vez que ella lo llamaba por su nombre, lo cual hacía casi todo el tiempo, siendo la única persona en llamarlo así—. no puedo seguir con esto, no puedo.

—leilani... —sabía lo que estaba por salir de sus labios, los labios que emiliano adoraba más que a la vida misma.

—tenes que irte, seguro te esperan —el simple hecho de decirlo en voz alta era como si ella misma se clavara un puñal en el corazón.

esta era la gran imperfección de su relación.

era el hecho de que damián emiliano martínez estuviese casado y con dos hijos. era el hecho de que olvidaba esto cuando la miraba a los ojos y cuando sus labios rozaban los suyos. era el hecho de que quería a emiliano para ella sola, quería dormir con él toda la noche y que no tuviera que irse, apenas dejaban de ser uno.

era el hecho de que emiliano nunca podría ser de ella.

el arquero era conocido por ser grosero, bocón y por su personalidad altiva, pero en ese momento su garganta se secó y no fue capaz de emitir un solo sonido. en cambio, intentó acercarse de nuevo a ella, sintiendo una fuerte punzada en el pecho al verla retroceder con los ojos enrojecidos y las mejillas húmedas —te odio tanto, damián. odio haberte conocido, odio a mi hermano por habernos presentado, te detesto tanto —sollozó mirándolo con dolor.

el hombre lo volvió a intentar, logrando triunfar y rodeándola con sus brazos, dejándola llorar en su pecho, las lágrimas amenazando con derramarse de sus propios ojos al ver el estado de la mujer a la que había conocido por uno de sus compañeros de equipo sin saber en lo fundamental que se volvería en su vida —créeme que quisiera que las cosas fueran diferentes.

y si lo quería, nunca había sido tan sincero en sus veintiocho años de vida, nunca había hablado con su corazón de esta manera. porque lo que más quisiera emiliano, es salir contigo de la mano, en llevarte a sus partidos, que no ser viera raro si usabas las camisetas con su nombre.

leilani se deshizo de su agarre pesadamente, sintiendo el vacío inmediato, y si escuchabas de cerca, podrías escuchar el corazón de dos amantes rompiéndose —pero no lo son, andate, por favor.

él intentó tomar su mano —¡andate, damián, andate! —le dijo con la voz ahogada —por favor... no me hagas más daño, no nos hagamos más daño.

emiliano pudo sentir como si le estuviesen cortando las alas y estuviese cayendo directamente hacia el infierno como un meteorito que causaría destrucción en cada ámbito de su vida. en ese punto, el hombre también había empezado a llorar, sus sollozos casi imperceptibles por la tempestad que poco a poco se había desatado afuera durante la discusión.

leilani sabía que este era el fin cuando vio al hombre que tanto quería empezando a recoger sus prendas de ropa que ella misma había tirado al rededor de su habitación. se sentó en la cama, completamente desnuda, sin siquiera mirarlo, solo dándose cuenta al escuchar el sonido de la puerta de la entrada. tomó rápidamente del suelo la camiseta que emiliano le había arrancado, una de color verde con el número veintitrés en su pecho, y bajó apresuradamente las escaleras, casi cayéndose. salió de la casa sin importarle que la fría lluvia la empapara.

vio cómo emiliano entraba a su auto, no sin antes darle una última mirada, una mirada llena de dolor y tristeza. las lágrimas de ambos se mezclaron con las gordas gotas de lluvia que caían como balas, emiliano quería devolverse, pero no podía, así que se adentró en el auto, encendiendo el motor y finalmente alejándose de su casa.

leilani cayó de rodillas, golpeando el pavimento debajo de ella. esa noche, en buenos aires, dos corazones destinados fueron rotos debido a desfavorables circunstancias. esa noche ambos se perdieron para siempre.

SCALONETA,      one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora