6. Sala de juntas.

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Estoy en la sala de juntas con mi jefe, este estaba algo estresado, las ventas de la empresa habían bajado y esta reunión había sido desastrosa.

—Bella, ¿puede por favor servirme algo de whisky? — pregunta, sin embargo, no fija su vista en mi rostro, si no en mi vestido.

Me levanté a servirlo sintiendo su mirada encima de mi.

—Ese vestido le queda muy bien — pronuncia.

—Gracias — dije sonriendo. Pasé su bebida y me acerqué  al lugar en el que estaba antes.

Él comenzó a beber, sus ojos no dejaban de recorrer mi cuerpo y podía ver cómo su respiración se colocaba cada vez más pesada.

Dió el último trago a su bebida acercándose, se acercó tanto que podía sentir el aroma a whisky saliendo de sus labios, ese aroma paso al lado de mi oreja. Estaba dejando su vaso en una mesa que está detrás de mi.

Se levantó lentamente acercándose más a mi cuello.

—Tiene un agradable perfume de vainilla con rosas. — susurró.

Cuando quedo frente a mi nuevamente sonrió.

Mi corazón estaba a mil por hora, tenerlo cerca nuevamente era una sensación que no creí que volvería a experimentar.

Estábamos demasiado cerca. Me pica hasta el alma por saber a qué saben sus labios.

A la mierda, no soy una mujer que se quede con las ganas.

Coloco mi mano derecha en su nuca, lo atraigo hacia mi y junto nuestros labios con fuerza. Abro mi boca sintiendo de inmediato su lengua invadirme, comenzando un juego de lenguas adictivo. Ya todo en mi interior hace cosquillas.

Su mano se coloco en mi cintura eliminando todo tipo de distancia entre nosotros mientras la otra se posa en mi mejilla con la intención de controlar el beso. Siento como avanza aún manteniéndome contra su cuerpo y mis piernas chocan con la mesa. Levanta mi pierna izquierda y noto a la vez la presión que ejerce con su erección junto con la mordida de mi labio inferior.

«Santo cielo, esto está mal».

Abandona mis labios dirigiéndose a mi cuello y la mano que estaba en mi cintura pasa a querer jugar con mis pechos, almoldandolos a su antojo.

Me tiene totalmente acorralada, pero me las ingenio para mover las caderas y restregarme con su entrepierna. Vuelve a mis labios enterrando su lengua con urgencia y noto la sonrisa cuando me muevo una vez más. Coloco ambas manos en su nuca tirando un poco de su cabeza hacia atrás y me permito jugar con su cabello, mordiéndose el lóbulo de la oreja de paso.

—¿Le gusta jugar Señora Salvatore?— su voz me tiene cautivada así como su dura erección que no me deja pensar.

—¿Usted qué cree? — no responde, sino que dirige su atención de nuevo a mi cuello y no puedo evitar dejar escapar un jadeo. —¿Le gustaría jugar a quitarme la ropa?

Siento sus dos manos colocarse bajo mi vestido hasta colocarse bajo mis nalgas y sin mucha dificultad me levanta del suelo obligándome a rodearle con mis pies.

«Esta jodida posición hace que esté más cerca de ver las estrellas».

Enredo mis manos en su cabello y dejo que siga haciendo con mi cuello lo que quiera.

—¿Le gusta el riesgo? — pregunta dando una lamida a este.

—El riesgo es por lo que vivo.

—En ese caso su juego me parece bastante tentador. — pronuncia cerca de mi oído provocando un escalofrío lleno de placer y sonrió ante su respuesta.

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