El suelo de madera resplandecía reflejando las suntuosas lámparas de aceite que brillaban por doquier. Las pesadas cortinas bermellón replegadas dejaban ver los grandes ventanales abiertos, a través de los cuales se colaba la luz junto con la fragancia marina de la costa de Illgarorg.
El príncipe Karel se hallaba con su esposa, la princesa Jonella en el salón principal de Laundger, el cual había sido decorado para la ocasión de recibir al resto de los príncipes y al alto mando del III Regimiento de Vergsvert.
Jonella tenía poco tiempo de vivir con Karel en Laundger. Estaban recién casados y sería la primera vez que se haría cargo de un recibimiento de tal magnitud, el príncipe comprendía que estuviera nerviosa. Le apretó los dedos con cariño y cuando ella volteó para verlo, él le sonrió en un gesto tranquilizador.
—Lo harás bien —le dijo.
Jonella le sonrió de vuelta con algo de preocupación en sus ojos color miel.
Jora, la doncella, abrió las puertas de madera e inclinó el menudo cuerpo delante de ellos.
—Altezas, los príncipes y el alto mando ya han llegado.
De inmediato, Jonella gimió bajito y Karel le apretó más la mano.
Su esposa no era de Vergsvert, sino de Augsvert, el reino de los sorceres, era entendible que estuviera ansiosa, pues no conocía del todo las costumbres del reino. Karel y ella se conocieron en Augsvert, dónde él había pasado desde los seis años hasta los diecisiete formándose cómo hechicero.
El príncipe Karel había regresado a Vergsvert hacía menos de tres lunaciones y no tenía mucha afinidad con sus hermanos. Además, esa sería la primera vez que se entrevistaría con los generales y coroneles del reino, por lo tanto, también él se encontraba algo intranquilo, eso sin contar que iría a la guerra.
—Hacedlos pasar Jora y traed vino de peras y bocadillos.
La doncella se inclinó en reverencia, luego se retiró para acatar la orden de su señor.
Dos días antes había llegado a Illgarorg un haukr con una nota. El príncipe Karel sabía que en cualquier momento esa orden disfrazada de petición llegaría. Su hermano mayor, el príncipe Viggo se encontraba en el III Regimiento ubicado en la ciudad aledaña de Feriberg y le pedía acompañarlo a la campaña contra Vesalia, junto al cuerpo de arqueros apostado en Illgarorg.
El sonido de muchos pasos amortiguados por la alfombra llegó hasta el príncipe Karel, quien se enderezó y tragó a la espera de la llegada de los ilustres invitados. El paje apostado en la puerta fue presentándolos a todos:
—Su Alteza, el primer príncipe Viggo Rossemberg, comandante del I Regimiento de Vergsvert.
Su hermano entró con paso elegante y porte altivo. Vestía el uniforme del ejército y el cabello oscuro lo llevaba como era costumbre entre soldados: recogido en una cola alta y rapado a los lados. El príncipe se inclinó levemente frente a la pareja y besó el dorso de la mano de la princesa Jonella. Las mejillas de la joven se tiñeron de leve rubor.
—¡Hermano, bienvenido! —lo saludó Karel.
—Gracias por recibirnos tan prontamente. —Los ojos oscuros de Viggo se posaron en él. Era difícil ver algo en ellos que no fuera responsabilidad y seriedad.
El escudero de Viggo hizo una reverencia luego de su señor y fue a pararse junto a él en el extremo oeste del salón.
—El segundo príncipe Axel Rossemberg —anunció a continuación el paje en la puerta.
Axel también saludó a los anfitriones con una reverencia. De sus tres hermanos, él era con el que menos afinidad tenía. Los ojos castaños de Axel solían mirarlo, invariablemente, con algo de desdén
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¿Qué pasaría sí...?
FantasyEsta es una historia alterna a la de El amante del príncipe, basada en la premisa ¿qué pasaría sí el padre de Lysandro no hubiera muerto?