CAPITULO ÚNICO

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Pero Aemond Targaryen también tenía un lado oscuro. El rostro que presentaba ante la mayoría era el de un guerrero absoluto e implacable. Hasta su hermosura, a pesar de la perdida de su ojo, estaba teñida de esperanza, afirmaban sus admiradores. Aemond, el menor de las tres cabezas de dragón, sobrevivió a sus dos hermanos, y corrieron rumores de que en sus últimos años, cuando ya no podía esgrimir la espada, se dedicó a experimentar con las artes oscuras, preparar pócimas y practicar hechizos malignos. Hubo incluso quien dejó caer las palabras «matasangre» y «matarreyes», pero nunca se ofrecieron pruebas de tales maledicencias.

Amarga sería la ironía si fueran ciertas, porque puso más empeño en proteger al rey que él durante su juventud. En dos ocasiones, Aemond blandió a Hermana Oscura para salvar a Daemon de sendos ataques de asesinos dornienses. A veces receloso, a veces belicoso, no confiaba en nadie más que en su tío. Durante la guerra Dorniense adoptó el hábito de vestir cota de malla día y noche, incluso bajo la ropa cortesana, e insistió en que Daemon lo imitara. Cuando Daemon se negó,se puso furioso: «Por mucho que empuñes a Fuegoscuro, sigues sin ser más que un hombre, y yo no puedo estar siempre a tu lado para protegerte». Cuando el rey le recordó que estaba rodeado de guardias, Aemond desenvainó a Hermana Oscura y le hizo un corte en la mejilla antes de que nadie reaccionara. «Tus guardias son lentos y perezosos. Igual que te he cortado, podría haberte matado. Necesitas más protección.» El ensangrentado rey no tuvo más remedio que darle la razón.

Muchos reyes habían tenido adalides a cargo de su defensa; Daemon era el señor de los Siete Reinos, de modo que Aemond resolvió que necesitaba siete adalides. Así nació la Guardia Real, una hermandad de siete caballeros, la flor y nata del reino; con capas y armaduras del blanco más puro y protección del rey como único propósito, a costa de sus propias vidas si fuera necesario. Aemond formuló sus votos a semejanza del juramento de la Guardia de la Noche; al igual que los cuervos con sus vestiduras negras en el Muro, los espadas blancas servirán de por vida y renunciarían a sus tierras, títulos y bienes terrenales para llevar una vida de obediencia y castidad, sin otra recompensa que el honor.

Fueron tantos los caballeros que aspiraban a unirse a la Guardia Real que el rey Daemon se planteó organizar un gran torneo para decidir su valía, pero Aemond lo descarto, pues en su opinión, ser un caballero de la Guardia Real exigía mucho más que destreza con las armas. No estaba dispuesto a correr el riesgo de rodear al rey de hombres de lealtad dudosa, por muy bien que se desenvolvieran en las justas. Decidió que los elegiría personalmente.

Entre los seleccionados había jóvenes, viejos, altos y bajos, rubios y morenos. Procedían de todos los rincones del reino. Algunos eran segundones; otros herederos de casas venerables que habían renunciado al derecho de sucesión para servir al rey. Uno era un caballero andante; otro, un bastardo. Pero todos eran rápidos, fuertes, diestros con la espada y el escudo, y fieles al rey.

Los nombres de los Siete de Daemon quedaron inmortalizados en el Libro Blanco de la Guardia Real.
La historia de la buena fe de Aemond Targaryen: todos sirvieron con valor hasta el final de sus días, y dos murieron defendiendo al rey. Muchos son los valientes que desde entonces han seguido sus pasos, escrito sus nombres en el Libro Blanco y vestido la capa blanca. La Guardia Real es sinónimo de honor hasta nuestros días.

La guardia real (Daemon & Aemond)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora