Capítulo 17

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Maratón 3/5

Con el pelo aún mojado después de la ducha, Katsuki se sentó en la cocina en uno de los taburetes que Izuku había insistido en dejarle

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Con el pelo aún mojado después de la ducha, Katsuki se sentó en la cocina en uno de los taburetes que Izuku había insistido en dejarle. Echó un vistazo al periódico mientras degustaba unos cereales con leche que también le había dado Izuku después de ver el estado de abandono de los armarios de su cocina. Según le había dicho, hasta un completo torpe de la cocina podía servir unos cereales y un poco de leche fría en un cuenco y cortar un plátano como acompañamiento.

Katsuki había decidido no ofenderse, aunque no se consideraba tan torpe como Izuku creía. Después de todo había preparado una ensalada él solo, ¿no? Mientras, el había hecho algo delicioso con unas simples chuletas de cerdo. Era un cocinero increíble que en pocos días había conseguido que a Katsuki dejaran de apetecerle los sándwiches de los que a menudo se alimentaba.

A Izuku no parecía molestarle que no hubieran salido a cenar desde aquella primera cita, pero Katsuki imaginaba que no tardaría en hartarse de cocinar y querría ir a algún restaurante.

Normalmente la gente empezaba a necesitar cambios cuando la novedad se convertía en rutina y Katsuki suponía que ellos dos tenían ya una especie de rutina. Durante el día cada uno estaba en su respectivo lugar, excepto las veces que Izuku había pasado a verlo y a convencerlo de que saliera un poco, al mercado, a comprar una lámpara o simplemente a dar un paseo.

Echó un vistazo a la figura de All Might de bronce que sostenía la tulipa triangular de la lámpara del salón. Aún no comprendía cómo se había dejado convencer para comprar aquella cosa, o para pagar a la señora Ashido por una butaca de la que quería deshacerse. Cosa comprensible porque, ¿quién querría tener en su salón una butaca reclinable amarilla y verde?

Pues parecía que él y, a pesar de su terrible estética, era sorprendentemente cómoda.

Y, por supuesto, si tenía una butaca y una lámpara, necesitaba una mesa. La que él tenía ahora era una sólida pieza de madera que necesitaba urgentemente una mano de pintura y que, según Izuku, había sido una verdadera ganga. Cómo no, Izuku tenía un amigo que se dedicaba a restaurar muebles y con el que no había dudado en ponerlo en contacto.

También tenía una amiga florista, lo que explicaba que en la cocina de Katsuki hubiera ahora un jarrón con margaritas amarillas.

Otra amiga pintaba escenas de Japón y las vendía en la calle, unos cuadros que, según Izuku animarían un poco las paredes del apartamento. Katsuki le había dicho una y mil veces que no quería animar nada, pero lo cierto era que ahora tenía dos acuarelas originales bastante buenas.

Ya estaba empezando a hablar de alfombras.

Katsuki no comprendía cómo lo hacía. Hablaba y hablaba hasta que de pronto él se descubría sacando la cartera.

También le había hecho ver que si iba a vivir en un lugar, al menos debía estar limpio. Así había sido como había acabado dedicando a limpiar toda una tarde lluviosa de domingo en la que debería haber estado escribiendo.

El Vecino Perfecto (Bakudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora