Capitulo 12

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Mientras trabajaba, Izuku cantaba a dúo con Aretha Franklin

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Mientras trabajaba, Izuku cantaba a dúo con Aretha Franklin. A su espalda, la brisa fresca de abril se colaba por la ventana abierta. El día estaba tan radiante como su estado de ánimo.

Se volvió a mirarse al espejo e intentó poner cara de sorpresa para después poder plasmar esa misma expresión en el rostro de un personaje. Pero lo único que podía hacer era sonreír. Aquél no había sido su primer beso. Lo habían besado otros hombres y mujeres. Pero comparar aquellos besos con lo sucedido el día anterior con su vecino de enfrente era como comparar un petardo con un ataque nuclear. Uno silbaba, explotaba y durante un momento resultaba entretenido. El otro estallaba y con ello cambiaba el paisaje durante siglos.

A el le había dejado increíblemente atolondrado durante horas. Le encantaba sentirse así, ¿Había algo más maravilloso que sentirse débil y fuerte, tonto y sabio, confundido y en alerta, todo al mismo tiempo? Lo único que tenía que hacer era cerrar los ojos y dejar que su mente volviera de nuevo a aquel momento.

Se preguntaba qué pensaría él, qué sentiría. Nadie podría quedar impertérrito después de una experiencia de tal... magnitud. Él había estado junto a ella en el epicentro de aquel terremoto. Nadie podía besar de ese modo y no sufrir algún tipo de efecto secundario.

Volvió a cantar junto a Aretha y se centró de nuevo en el trabajo.

- ¡Dios, Izuku, aquí hace muchísimo frío!

- Hola, Ochako - saludó con alegría a su amiga al levantar la vista del papel -. Hola, pequeña Eri.

La pequeña sonrió desde los brazos de su madre.

- No hace tanto calor como para sentarse frente a la ventana abierta - protestó al tiempo que cerraba.

- Tenía calor - explicó Izuku mientras acariciaba a la pequeña. - ¿No te parece un milagro que los niños empiecen así? Después crecen y se convierten en... otra cosa.

- Sí - Ochako frunció el ceño y observó a su amigo -. ¿Estás bien? - le puso la mano en la frente. - No tienes fiebre. Saca la lengua.

Izuku obedeció.

- No estoy enfermo. Estoy perfectamente.

Ochako volvió a observarlo sin el menor convencimiento.

- Voy a acostar a Eri y después voy a preparar un café para que me cuentes qué está pasando.

- Muy bien volvió a dejarse llevar por la ensoñación y comenzó a dibujar corazoncitos rojos sobre el papel.

Como le resultaba divertido, los hizo cada vez más grandes y después esbozó el rostro de Katsuki dentro de uno de ellos.

Tenía un bonito rostro. Boca firme, ojos fríos y rasgos marcados. Unos rasgos que se endulzaban ligeramente cuando sonreía. Y sus ojos dejaban de ser fríos cuando se reía. Le gustaba hacerle reír: siempre le parecía que tenía poca práctica. En eso podría ayudarlo. Después de todo, uno de sus pequeños talentos era hacer sonreír a la gente.

El Vecino Perfecto (Bakudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora