«Tú puedes, Jul. Superaste una adicción, pudiste derrotar un trastorno psicológico y fuiste lo suficientemente madura, para dejar ir a la persona que tu corazón te pedía en cada latido».
¿Una presentación de una exposición en donde estarán personas súper importantes, esperando que les muestre mi mejor maquetación arquitectónica? Eso debe ser mucho más fácil. ¿Qué podría pasar? ¿Qué los mejores críticos digan que mi maqueta es una mierda?
O que te dé un ataque de asma, después de sufrir pánico escénico.
Gracias conciencia.
Siempre a la orden.
Toda la semana había tenido sesiones con mi psicólogo para poder prepararme para ese momento, pero justamente ese día, había olvidado los ejercicios anti estrés que debía realizar antes de pararme frente a cientos de personas importantes.
No hay mejor ejercicio anti estrés, que el sexo.
Inhalaba y exhalaba una y otra vez, mientras me veía en el espejo de mi camerino. Sí, me habían asignado uno, pero creí que no era buena idea, puesto que esas cuatro paredes me provocaban asfixia. Estaba nerviosa, por supuesto que sí, mis manos estaban sujetas al tocador y entonces dejé de respirar; luego vi como las gotas de sudor salían por mis poros y negué con la cabeza. Volví a tomar aire.
―No puedes hacerlo, Jul ―me dije a mí misma―. ¿Para qué te engañas?, esto es demasiado para ti. Vete y regresa cuando te sientas segura, no eres digna de estar aquí. No lo mereces.
Tocaron la puerta tres veces y enseguida de eso, mi maestro se asomó. Me incorporé de inmediato porque no quería que se diera cuenta de mi inseguridad.
—Cinco minutos ―avisó con una sonrisa y volvió a abandonar el camerino.
¿Cinco minutos para quedarme o para huir? Carajo. Detestaba ser tan insegura; él movió hasta su último recurso para poderme llevar a esa presentación de maquetas porque confiaba en mi capacidad, ¿por qué yo no podía sentir esa misma confianza por mí? De pronto, me entró el sentimiento de culpa, puesto que también descuidó sus responsabilidades por conseguirme un lugar, ¿y para que yo le pague de ese modo? Seguía siendo una egoísta.
Le dije que debía llevar a alguien más, que no me sentía capaz de lograrlo y él me respondió que era su mejor alumna y que podría incluso apostar su carrera por mí. Él veía mucho potencial en mí, todos veían algo bueno y yo seguía sin poder encontrar eso que todos veían en mí.
Suspiré cansada. Vi que la pantalla de mi celular se iluminaba, era una llamada de mi 911.
―No puedo hacerlo ―dije al contestar.
Hubo un corto silencio por al menos unos diez segundos, tuve que revisar la pantalla solo para verificar que no me había colgado y en efecto no había sido así. Sin embargo, cuando estaba a punto de añadir algo más, la puerta de mi camerino fue tocada y creí que sería mi maestro para decirme que ya era hora, pero no era así; era mi 911. Entró a pasos lentos, no sabía qué se escuchaba más fuerte, si sus pisadas o mi corazón acelerado. Se plantó frente a mí, sin siquiera mencionar una sola palabra, acto seguido, me tomó de una muñeca y me llevó fuera del camerino. Nos detuvimos justamente en medio del pasillo.
―Julieta, ya es hora ―mi maestro avisó.
―Un momento ―Naím levantó la mano, pero sin dejar de verme.
―¿Qué haces? ―murmuré.
―Hacia allá ―señaló la salida―, está el camino de la mediocridad, pero de aquel lado ―mis ojos siguieron su señalación―, está lo que amas hacer, eso que te costó tanto tiempo descubrir que te apasionaba. Está tu trabajo, esfuerzo y dedicación; el inicio de tu carrera, tu meta, tu sueño. En este momento estás encima de un barco, las olas y el viento están a tu favor, pero si no te sientes capaz, entonces lánzate por la borda y coge la mediocridad. Vos decide.
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Indeleble © [II]
AléatoireJul logró superar su trastorno, aprendiendo a reconocer sus propias emociones y las de los demás. Inició una nueva vida lejos de todo lo que en un día le causó tanto tormento. Pero, ¿qué sucede cuando ese pasado que creía haber sepultado decide resu...