Argentina - Semifinalista

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Fue eterno, fue breve, fue mejor de lo que podía imaginar. Nos alejamos por unos segundos, apoyando la frente en el otro, hice el esfuerzo de mantenerme en puntas de pie para poder alcanzarle. Sonreía con los ojos cerrados, sus mejillas adquirieron un tono carmesí. No me di cuenta cuando mis manos tomaron el cuello de su remera, ya estaban aferradas a él. Julián al abrir los ojos, esos ojos castaños, inclinó el rostro para darme un beso en la mejilla y luego en la otra. Si alguien más nos estaba viendo, no nos importó. No nos importaba la lluvia tampoco.

—Saben a café —fue la respuesta a una pregunta que sólo él se formuló. Estaba contenida por sus firmes brazos que me sostenían sin ejercer mucha fuerza.—¿Y ahora...—murmuró al achicar la distancia de nuestras bocas, besándome entre cada palabra—...que te gustaría hacer?

—No puedo pensar —no sé si fue mi cerebro o mi corazón quién habló primero, de todas formas ambos hubiesen dicho lo mismo.

—Podemos ir a mi casa —, era una propuesta tentadora sólo que tenía un poco de miedo.—...o podemos ir a la tuya o podemos quedarnos acá bajo la lluvia o podemos vernos otro día. 

Mirar la situación con lógica y raciocinio era inadmisible. ¿Cómo iba a razonar lo que siento por él, un hombre que conozco desde el 22 de Noviembre? ¿Por qué quería hacerlo? Era lo que sentía en ese entonces, era lo que me nublaba la razón. Simplemente era.

—Mi casa —propuse  segundos después de sentir la brisa helada. Necesitaba cambiarme de ropa, toda mi ropa. 

—Vos me guías —afirmando con su cabeza, vistiendo su mejor sonrisa, dejando otro beso en mi mejilla, se apartó solo para tomar mi mano. Comencé a guiar a ambos, yendo por las partes techadas de la vereda aunque no tuviese sentido si ya estábamos completamente empapados. Mantuvimos el silencio durante las cuadras hasta que estar en la entrada del edificio donde vivía. —Estás yendo a la casa de una chica que no sabes el nombre, ¿lo sabías?

—Pero si ya tenes nombre —dijo burlón, al pasar detrás de mi cuando abrí la puerta del edificio, siguiéndome al lobby.—Para mi vos te llamas Cábala.

—¿Qué? —comencé a reírme cuando entramos al ascensor y presionar el botón del piso, el espacio era reducido.—¿Así me llamo? 

—Capaz sea una el hecho que no sepa tu nombre —ni él podía contener la risa, éramos dos dementes empapados, riéndonos en un ascensor tan chico como un ropero, éramos felices. Salimos a los segundos de haber entrado, caminamos el pasillo dejando rastro de nuestros pasos en formas de gotas en el suelo. Abrí la puerta, prendí la luz y entré primero dejando el celular en la mesa más cercana. Él con timidez entró, cerrando la puerta detrás suyo.—Lindo.

—Quédate ahí —le ordené antes de irme a buscar las toallas para ambos, le di la azul oscura y me quedé con la bordo. Nos secamos el pelo mirándonos cada tanto, examinando la expresión del otro. ¿Qué estamos haciendo? Aprovechó para también secar su celular, leyó algo en su pantalla que le hizo cambiarle la cara por unos segundos y escribió apresurado para después dejar el celular al lado del mío. —Bueno, no creo que esto nos seque mucho.

—Hay que cambiarse de ropa , creo que tengo algo para vos —repasaba mi guardarropa mentalmente, se suponía que tenía algo de su talle, al menos para que pueda vestir hasta que la suya esté seca.  Dejamos las zapatillas, medias cerca de la entrada y caminé a mi habitación. Rebusqué en los cajones, eureka, encontré un remeron que me queda como vestido y que uso generalmente como pijama. Luego tomé un short bastante grande, otra pieza de un viejo pijama. Se lo entregué todo en la mano. —Te podes cambiar en el baño y yo me cambio en la habitación.

—Gracias, la ropa mojada, ¿dónde queres que la deje? —le señale el lavarropas ubicado en la cocina y asintió. Cada cual fue a su lugar a quitarse cada vestimenta mojada, tardé más tiempo porque poco a poco comenzaba a procesar la situación. Julián en casa, Julián con mi ropa, Julián, beso, Julián. Además de Argentina, semifinalista y todo esto recién era Viernes. Salí de la habitación hacia la sala de estar con un buzón gris, uno que compre en la costa y además de un short negro deportivo. Me senté en el sofá, hasta que él salió del baño y dejó su ropa dentro del lavarropa, se sentó a mi lado.

—¿Todo bien? —preguntó acomodándose mejor la remera, le quedaba bien, como si fuese de él y el short cubría bien sus muslos. 

Cábala | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora