Hoy cumplo 21 años y al soplar las velas del pastel mi deseo sigue siendo el mismo de todos los años: poder tener una vida normal como las otras chicas de mi edad! Pero esta vez estoy decidida a hacerlo realidad por muy difícil que pueda ser para alguien como yo.
Hace 15 años perdí la vista en un trágico accidente de auto, cuando un imprudente chófer chocó el auto de mis padres, yo solo era una niña pero recuerdo bien como vi venir aquella camioneta negra a toda velocidad contra nosotros, yo iba en el asiento trasero y los vidrios de la ventanilla rota fuero a parar directamente a mis ojos, lo próximo que recuerdo es escuchar a mi madre llorando y sentir mi cuerpo siendo movido por una camilla médica antes de desmayarme, cuando por fin recuperé la conciencia por completo mis ojos estaban vendados, estaba asustada, no sabía lo que pasaba a mi alrededor.
Sentí entonces que alguien tocaba mi brazo y me sobresalté.
-Tranquila, dijo mi madre con la voz entrecortada.
Yo seguía sin entender que sucedía y ansiosa le pedía una respuesta.
- Lo siento Andrea, fue lo único que alcanzó a decir y rompió a llorar nuevamente.
Ese día había perdido 2 cosas, mi vista y mi padre quien manejaba el auto por el lado que fuimos impactados.
Mi madre estaba destrozada, imagino que no sabría como manejar aquella situación, por suerte sus lesiones físicas no pasaban de varios moretones y pequeñas heridas superficiales en la piel, pero sus heridas emocionales eran más que profundas .
Luego que me dieron alta del hospital y volvimos a casa todo era demasiado diferente.
Una psicóloga que nos fue asignada por el hospital nos visitaba cada 15 días, se aseguraba de que mamá y yo estuviésemos bien, pues en fin, lo que habíamos vivido no era algo sencillo de superar, pero cuando sus visitas sesaron creo que mi madre seguía aún muy afectada por el impacto de perder a mi padre, ellos estaban realmente enamorados.
Sin mi vista necesitaba ayuda para todo, en ocasiones lloraba a solas, no quería poner más triste a mi mamá pero algo tan simple como ver su cara o mis muñes favoritos en la TV parecía algo tan lejano que se volvía cada vez más difícil recordar, extrañaba los abrazos de mi papá o un atardecer de esos que tanto le gustaba fotografiar cuando salíamos a merendar en las tardes al jardín.
Poco a poco me fui acostumbrando a mi nueva vida, ya no me costaba tanto andar por casa y los tropezones y caídas con los muebles eran menos frecuentes.
Un año más tarde de todo lo sucedido mi madre contrató a una profesora particular para que me impartiese clases en casa, creo que tenía miedo que pudiese lastimarme fuera, ella apenas salía luego del accidente, solo a comprar lo necesario para el hogar, incluso comenzó a trabajar desde su computadora en el escritorio que antes utilizaba mi papá .
En poco tiempo aprendí a leer y escribir en braille, mi profesora siempre se encargaba de conseguir libros con hermosas historias para mí.
También aprendí lo básico que se les impartía a otros chicos en las escuelas primarias y secundarias.
El problema comenzó después, cuando cumplí mi mayoría de edad, yo quería salir fuera de casa a hacer algo tan simple como pasear, fantaseaba con la idea de ir a una fiesta, a una reunión escolar, de besar a un chico o hacer cualquier cosa como las chicas de mi edad pero mi mamá y sus miedos acababan por destrozar esas ideas año tras año hasta el día de hoy, pero este año estoy segura que todo cambiará.
ESTÁS LEYENDO
Un viaje por tus sentidos
Teen FictionAndrea, una chica con discapacidad visual que sueña con llevar una vida acorde a su edad comienza a independizarse de su madre y a descubrir cómo es la vida, a través de sus sentidos. Pero, ¿será fácil para nuestra protagonista lograrlo con su condi...