Capítulo Uno

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Se había acumulado tal tensión en el lujoso comedor de la villa Choi-Markonos que el aire podría haberse cortado con un cuchillo.

Siwon Choi Markonos miró a su padre con expresión amenazadora y se limitó a decir:


—No.


Su padre resopló con impaciencia.


—¡No te comprendo! Dices que estás dispuesto a sucederme y sin embargo...


—Sin embargo, no estoy dispuesto a ser chantajeado.


—No se trata de un chantaje, sino de sentido común aplicado a los negocios. Para tener éxito, es imprescindible disfrutar de una vida personal estable. Tomamos decisiones extremas en poco segundos; gracias a la tecnología satélite, hasta podemos mirar a nuestros enemigos a los ojos. ¡Es fácil perder la perspectiva cuando se tiene tanto poder!


—¿Insinúas que eso es lo que me está pasando? —preguntó Siwon, airado.


Su padre hizo un movimiento de la mano como quitando importancia a esas palabras.


—Sabes perfectamente que impresionas a todo el mundo con tu agilidad mental. Pero yo sé de lo que hablo, Siwon, porque he estado ahí antes que tú. Sé lo que significa volar alto y olvidar que puedes quemarte las alas. Por el momento, soy yo quien te recuerda que debes mantener los pies en la tierra, pero ¿quién lo hará cuando me retire?


—¿Yo mismo?


Orestes Choi Markonos se inclinó sobre la mesa y con la autoridad de sus setenta años clavó una mirada furibunda en Siwon.


—No te atrevas a usar ese tono sarcástico conmigo —dijo, amenazador—. Sabes perfectamente a qué me refiero. Yo contaba con tu madre y con mis queridos hijos para mantener la cabeza sobre los hombros. Tú no tienes más que algunas amiguitas y amiguitos a los que no te une nada.


—No pienso casarme de nuevo para darte una satisfacción —dijo Siwon.


—La primera vez no lo hiciste por mí —replicó su padre—. Y Heechul, tal y como tú mismo confesaste, solo fue un error.


Siwon se quedó paralizado. Lentamente, alzó una de sus pobladas cejas.


—No he dicho nunca —dijo entre dientes— que Heechul fuera un error.


—Los dos eran demasiado jóvenes e impulsivos —dijo Orestes, que ocultaba tras su enfado la evidente pérdida de poder que experimentaba ante la creciente fuerza mental de su hijo.


Consciente de ello, Siwon sólo la mostraba ocasionalmente. Respetaba a su padre demasiado como para querer humillarlo.

Sin embargo, la situación lo exigía. Su padre había tocado un tema prohibido, y lo sabía. Nadie mencionaba a Heechul o su fracasado matrimonio sin sufrir el peso de su ira.

Suspirando bruscamente, dejó la servilleta a un lado, se puso en pie y fue hacia el mueble bar. Iba vestido con un elegante esmoquin; su madre lo había impuesto como vestimenta habitual para las cenas diarias en la casa familiar.

La casa familiar... Siwon deslizó la mirada por el elegante comedor de la villa que pertenecía a su familia desde tiempos inmemoriales. Una casa a la que, en los últimos años, apenas acudía y en la que estaba en aquel momento porque su padre había exigido verlo.

Había llegado el momento de que el gran Orestes Choi Markonos cediera el control de su imperio a su hijo mayor. Pero Siwon no estaba dispuesto a pagar el precio que se exigía de él.


—Estoy orgulloso de ti, Siwon —dijo su padre—. Eres sangre de mi sangre, pero si quieres ocupar mi puesto, es preciso que encuentres una esposa o esposo que mitigue tu tendencia a...


—Ya estoy casado —le cortó Siwon al tiempo que abría una botella de brandy.


—Mis abogados resolverán eso en cuanto...


—¿Tus abogados? —preguntó Siwon con ojos centelleantes.


Su padre rectificó.


—Tras consultarlo contigo, claro está.


—No harán nada sin mi consentimiento —Siwon se sirvió una copa.


Su padre suspiró.


—Cinco años son más que suficientes para llorar un pasado que no puede cambiarse.


Siwon fijó la mirada en su copa y decidió ignorar aquel comentario.


—Es hora de que avances y construyas una nueva vida sobre nuevos cimientos, con una buena pareja que te haga sentar la cabeza y que te dé más hijos.


La insensibilidad de aquellas palabras hizo que a Siwon se le retorcieran las entrañas.


—¿Quieres una copa? —se oyó decir, sorprendiéndose de mantener la calma.


—¡No! —exclamó Orestes—. ¡Quiero que me escuches! ¡La vida que llevas no es sana, con ella disgustas a tu madre y a mi me desesperas!


—Si es así, tendrás que aceptar mis disculpas.


—¡No quiero que te disculpes! —su padre se puso en píe Era un griego robusto de un metro setenta a pesar de su ascendencia asiática. Su hijo era su versión joven, de treinta años, un metro ochenta y cuatro, y complexión atlética—. Por muy mayor que te sientas, sigo siendo tu padre, y no te queda más remedio que escucharme y obedecer.


—Siempre que lo que digas tenga sentido.


La crispada voz de Siwon resonó en el comedor. Resoplando en medio del tenso silencio, imaginó que su madre entraría en cualquier momento, alarmada por el tono que la conversación estaba adquiriendo.

Había llegado el momento de abandonar el campo de batalla. Dio media vuelta y cruzó las puertas que conducían a la terraza. Miró a la lejanía y vio la gargantilla de luces del ferry que se aproximaba a la costa, el único medio de transporte que, una vez a la semana, llegaba a la isla de Aristos, tan pequeña que no podía tener una pista de aterrizaje.

🥀DEL DOLOR AL AMOR |SiChul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora