Capítulo Siete

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El sol se filtraba por el ventanal que quedaba al pie de la cama. Heechul se desperezó lentamente con una sonrisa en los labios. De pronto, dándose cuenta de que debía ser muy tarde para que el sol hubiera alcanzado aquella altura, se incorporó de un salto. El brusco movimiento le hizo sentir leves dolores en todo el cuerpo. Tres días actuando de esclavo sexual de Siwon empezaban a pasarle factura. Con una sonrisa, enumeró cómo había transcurrido el tiempo: haciendo el amor, comiendo, haciendo el amor en la playa, haciendo el amor...


Las únicas interrupciones de aquel programa se producían cuando Siwon acudía a la villa familiar durante un par de horas cada mañana para ponerse en contacto con el mundo exterior.

El mundo real, se corrigió al tiempo que salía de la cama en aquel mundo de fantasía creado por ellos dos.

Hasta su hermano había sabido interpretar su papel, apareciendo lo menos posible y pasando la mayoría del tiempo con Hyukjae y otros amigos mientras ellos se comportaban como un par de adolescentes sin pasado.


¿Y cómo habían llegado a aquel punto?


Porque el había consentido que Siwon adoptara el papel dominante y autoritario y decidiera cada uno de sus sentimientos y de sus acciones, porque...


Una vez más se atascaba al llegar a aquel «porque...», pensó con un suspiro de resignación mientras se metía en la ducha. Aquel «porque» se había quedado atascado en su mente y sólo en aquel instante, tres días después de que sucediera por primera vez, encontró la respuesta: porque amaba a Siwon, porque seguía amándolo y probablemente nunca dejaría de hacerlo. Formaba una parte tan integral de él que era como un virus, tenaz e imbatible.

Y aquel mismo día, llegaba el ferry.

Salió de la ducha, se envolvió en una toalla y se sentó en el borde de la bañera.
Había llegado la hora de tomar una decisión. ¿Se marcharía en el ferry o se quedaría?
Con él.


¿Con qué excusa? ¿Aduciendo que podía estar embarazado?


Tomó aire y exhaló lentamente. Siwon no había vuelto a mencionar el tema. De hecho, después de la pelea inicial no habían vuelto a hablar de nada. Siwon no le había preguntado por su vida en Londres ni por Max. Tampoco habían mencionado a sus correspondientes familias.

Ocasionalmente adoptaba una actitud seria y distante, casi siempre cuando acababa de volver de la villa familiar y parecía esforzarse por salir del papel de ejecutivo. En esas ocasiones incluso su rostro cambiaba y daba la impresión de llevar una máscara que él no conseguía atravesar.

Entonces y sin que Heechul supiera cómo o porqué, él mismo lo destruía y, tomándolo en brazos, lo llevaba a la cama o, si lo encontraba en la playa, se desnudaba para bañarse con él y luego ir a la cama...

Las dos caras de Siwon Choi-Markonos, pensó divertido. La severa y la juguetona, las dos demasiado atractivas como facilitar la decisión que debía tomar.

Fue al dormitorio y al ver sus bolsas en el suelo pensó que eran un símbolo más de la naturaleza temporal de aquellos días. ¿Qué sucedería cuando tomara esas dos maletas y saliera de aquella casa?

Imaginarse a Siwon partiendo en una dirección y él tomando la contraria le produjo un escalofrío. Se cubrió con la toalla. Su vida transcurría en Inglaterra. La de Siwon, en Grecia. él ya no era el jovencito que había jugado a esperar a que su esposo volviera de sus viajes. Era mayor, con un buen trabajo y una seguridad en sí mismo que no quería perder.

Frunciendo el ceño, buscó algo que ponerse, se vistió y se secó el pelo.

Acababa de entrar en la cocina cuando el sonido de una moto acuática le hizo mirar por la ventana a tiempo de ver a su hermano derrapar con maestría y dejar el vehículo en la orilla. Moreno, mojado por la espuma del mar, caminó hacia la casa.


—Hola —saludó al entrar en la cocina. Luego miró a su alrededor—. ¿Dónde está Siwon?


—En la oficina de la villa —replicó el.


—Me alegro. Cada vez que menciono a tu jefe se queda de piedra.


—No tenías por qué nombrar a Max —dijo Heechul en tono recriminador.


—Ya. Pero al principio me divertía hacerle sufrir —dijo Kyuhyun con una picara sonrisa—. La cuestión es que estoy aquí por Max. Ha llamado esta mañana al hotel para hablar contigo. No le ha sentado nada bien saber que estabas aquí —sacó un papel del bolsillo y sedo tendió a Heechul—. Quiere que le llames. Es urgente.


Heechul lo desdobló: ¡Enciende el maldito móvil! ¡Tengo que hablar contigo!, había escrito Kyuhyun copiando literalmente las palabras de Max.


—Pero si sabe que apago el móvil siempre que vengo a la isla... —dijo Heechul, desconcertado.
Kyuhyun se encogió de hombros.


—Parecía muy enfadado.


Con gesto de preocupación, Heechul fue hacia el dormitorio preguntándose qué podía haber sucedido para que Max estuviera de tan mal humor. No era propio de él actuar así. En los cuatro años que llevaba trabajando para él, jamás había perturbado sus vacaciones.

Kyuhyun lo siguió y, esperando con curiosidad a saber cuál era la causa de tanta urgencia, se apoyó en el marco de la puerta mientras Heechul buscaba su teléfono en el bolso y lo encendía. Al instante se oyó la entrada de numerosos mensajes de texto y de voz... y todos eran de Max.

En lugar de escucharlos, Heechul marcó su número. Antes de que sonara la señal, la voz de Max le estaba quemando los oídos.


—¿Qué demonios está pasando, Hee? —preguntó, furioso—. Creía que no había nada entre tu ex y tú.


—Max, no sé de qué...


—Estoy siendo acosado personal y profesionalmente. Mi vida privada es objeto de investigación por parte de... ¡Siwon Choi-Markonos!


Heechul cerró los ojos y se dejó caer sobre la cama.


—Tiene que haber un error, Max. Siwon no...


—Está aireando mi vida privada y me amenaza con acudir a los periódicos si no te despido, así que no intentes convencerme de que es inocente. ¡Lo que me gustaría saber es por qué actúa así!


Heechul apoyó la cabeza en la mano.


—Te aseguro que no lo sé —susurró.


—Desde que trabajas conmigo no habías vuelto a mencionarlo, y cada año acudes a la isla en peregrinaje. Está claro que en esta ocasión has decidido disfrutar de un íntimo reencuentro con él, ¿no es cierto?


Heechul se puso en pie de un salto.


—¡Te equivocas, Max!


Kyuhyun se puso alerta.


—Entonces, ¿qué ha pasado? —continuó Max—. ¿Has decidido darle celos con nuestra relación y el canalla ha decidido vengarse arruinándome?


—¡Sabes perfectamente que tú yo no tenemos ese tipo de relación! —protestó Heechul—. Igual que sabes que ni un solo periódico se atrevería a publicar nada contra ti, Max. Después de todo, eres dueño de casi todos ellos. Dame un par de horas. Te llamaré en cuanto averigüe qué está sucediendo.


Apagó el teléfono con dedos temblorosos.


—¿Qué pasa? —preguntó Kyuhyun.


Heechul estaba pálido.


—¿Puedes pedirle a Pietros que me lleve a la villa Choi-Markonos? —preguntó.


—Claro —su hermano pulsó un botón del móvil—, pero me gustaría que me dijeras qué pasa.


—Te lo diré cuando lo sepa.


Heechul dio media vuelta. La mente le funcionaba a toda velocidad intentando construir un rompecabezas del que le faltaban piezas. La imagen de Siwon serio y circunspecto cada vez que volvía de la villa despertaba sus sospechas y le provocaba un escalofrío.

Pero se negaba a creer que Siwon fuera capaz de actuar de aquel modo. Sólo su familia haría algo así, y ese pensamiento, que le libraba a él de responsabilidad, lo tranquilizó.

Para cuando subió al coche de Pietros se había convencido de que acudía a ver a Siwon para darle la noticia de que su familia estaba jugando sucio con Max.

Kostas se asomó al porche de la elegante mansión. Heechul se despidió de Pietros y se quedó parado, contemplando un edificio al que hubiera preferido no volver. A regañadientes, dejó que los pasos lo condujeran hasta la escalinata de mármol, en lo alto de la cual esperaba un sonriente Kostas.


—¿Está Siwon? —preguntó al viejo sirviente.


—Se encuentra en el despacho —dijo él, echándose a un lado para dejarle pasar—. Es un placer verlo aquí, mi señor—añadió, afectuosamente.


Heechul se limitó a sonreír y a cruzar un vestíbulo en el que no había cambiado ni un solo detalle desde la última vez que lo había visto.

La puerta del despacho estaba cerrada. Con la inquietante sensación de que estaba a punto de enfrentarse a su verdugo, Heechul se secó las sudorosas manos en el pantalón antes de abrir la puerta.

Como la entrada, el despacho parecía idéntico a como lo recordaba. Aquella habitación, elegante y funcional, constituía el centro de poder de los varones Choi-Markonos cuando estaban en Aristos. En ella estaban los ordenadores, las impresoras y la más sofisticada tecnología. Una fila de pantallas de ordenador exhibía el resultado de las bolsas de distintas partes del mundo. Todo parecía tan tranquilo en el contexto del agitado mundo de las finanzas, que Heechul se relajó parcialmente.

Siwon, de pie, apoyaba las caderas en un escritorio de cedro sobre el que había varias carpetas con documentos. Hablaba por teléfono en griego y aunque Heechul había llegado a dominar la lengua en el pasado, en aquel momento no entendió lo que decía.

Además, estaba demasiado ocupado observándolo como para prestar atención a sus palabras.
Incluso vestido informalmente con pantalones y camisa de lino blanco, proyectaba la imagen de un magnate. Tenía la cabeza inclinada y el sol arrancaba destellos azulados a su cabello azabache. Era el epítome del varón dominante en actitud relajada y Heechul pensó que dispararía las ventas de cualquier revista que lo eligiera como protagonista de su portada. Era irresistiblemente guapo, y la excitación que notó entre las piernas le recordó que era el único hombre que lo hacia sentirse de aquella manera.


Siwon alzó la mirada y, al verlo, se llevó tal sorpresa que pareció haber perdido la voz.


—Hola —sonrió él—. Siento molestarte, pero...


—Me encanta que me molestes —dijo Siwon, colgando el teléfono y separándose del escritorio
precipitadamente. Sus movimientos reflejaban tensión y la forma en que se detuvo delante de Heechul despertó en ésta la sospecha de que intentaba bloquearle el acceso al escritorio.
Cuando Siwon hizo ademán de darle un beso él dio un paso atrás. Algo no iba bien.


—No me toques todavía —dijo con un nudo en el estómago—. Tengo que preguntarte algo...


Siwon lo miró fijamente y dejó caer los brazos con los puños apretados. Simultáneamente su rostro adquirió una expresión inescrutable.



—¿Qué quieres saber? —preguntó, airado.


Y Heechul lo supo. Lo pudo leer en su lenguaje corporal, en los puños cerrados, en el rictus de sus labios. No había sido su familia, sino él.


Tembloroso, estremeciéndose, dio otro paso atrás. Desvió la mirada y, dando un paso hacia un lado, pasó junto a él y se acercó al escritorio.


Se produjo un profundo silencio mientras deslizaba su espantada mirada por los documentos que había en la superficie, cada uno de ellos marcado con el nombre de alguna de las compañías de Max. También vio su nombre de soltero, Heechul Kim-Fairfax, en una carpeta.


El teléfono sonó con insistencia en el tenso silencio. Siwon no contestó.


—Creía que había sido tu padre —dijo Heechul con un hilo de voz cuando el timbre cesó—. No podía creer que tú... —se volvió con el rostro desencajado—. ¿Por qué? —gimió.


La indiferencia con la que Siwon se encogió de hombros le resultó más dolorosa que la más cruel de las respuestas.


—Landreau es tu amante.


Heechul lo miró de hito en hito sin saber qué decir. Siwon parecía tan tranquilo, tan convencido de tener la razón que no estaba seguro de que tuviera sentido defenderse.


—¿No tienes nada que decir? —preguntó él con una sonrisa acusatoria—. Me parece muy bien —añadió. Y se acercó al escritorio con movimientos pausados y elegantes, en completa posesión de sí mismo.


Tomó la carpeta que llevaba el nombre de Heechul.


—Supongo que debo agradecerte que hayas tenido la cortesía de usar tu nombre de soltero, Amor —continuó— mientras viajabas por Europa haciéndote pasar por el ayudante de Landreau —pronunció el nombre apretando los dientes—. Si embargo, si a mí me ha costado tan poco esfuerzo recopilar esta documentación tan íntima sobre tu relación, me preguntó cuántas más cosas podría averiguar un periodista curioso.


—¿Has venido aquí cada día para hacer averiguaciones sobre mí? —a pesar de que tenía ante sí todas las pruebas, Heechul no quería creerlo—. ¿Puedes explicarme por qué?


—Porque debo estar preparado cuando salte el escándalo de que el amante que Landreau tiene instalado en su casa es mi esposo.


Heechul contuvo el aliento.


—No soy amante de Max.


—Entonces, ¿qué eres?


—Su ayudante personal —repitió Heechul—. Me ocupo de organizar su vida social y personal, pero no me acuesto con él.


—Es curioso... —dijo Siwon con desdén mientras se apoyaba en el escritorio y alargaba las piernas en actitud relajada—. Vives en su casa...


—¡No es verdad! —negó él—. Alquilo un apartamento que está sobre su garaje.


—Vives en su casa —insistió él—. Allí tienes tu dirección permanente y también tienes asignado un camarote permanente en su yate. Y vas con él a todas partes, como si fuerais siameses.


El tono de Siwon se había endurecido con cada acusación que añadía a la lista. Abrió la carpeta con brusquedad y fue dejando caer fotografías sobre el escritorio.


—Tú —describió— apoyándote en él en una fiesta en su yate. Tú —continuó— con el traje más ceñido que he visto en mi vida, luciendo un collar de diamantes junto a él en una fiesta de beneficencia en su casa. También tenemos la fiesta en una playa en el sur de Francia, donde lo usas como almohada mientras él te protege los ojos con un sombrero. ¡Y tú te ríes! —exclamó, como si reírse fuera un pecado—. ¡Y él esta desnudo!


—Lleva bañador —dijo él titubeante.


—¡Pero no se tapa ese torso de bronce en el que tú pareces tan cómodo!


Siwon tiró las fotografías al suelo de un manotazo y Heechul, estremeciéndose ante aquel arranque de violencia, se quedó mirándolo en silencio. Era verdad que viajaba con Max y que vivía en su casa. Y no podía negar que las fotografías admitían interpretaciones erróneas.


—No duermo con él —fue todo lo que dijo.


—¿Quién habla de «dormir»? —gritó Siwon, colérico—. Ese tipo se te declaró en lo alto del London Eye delante de miles de personas, ¡he visto el vídeo en Internet!


La forma en que sus dedos temblaron al pasárselos por el cabello estuvo a punto de despertar la compasión de Heechul, pero la grosera expresión que dejó escapar a continuación la hizo reaccionar con gesto airado.


—No eran más que seis personas y se trató de un truco publicitario —le corrigió, sin molestarse en explicar cuánto le había enfadado y la discusión que había tenido con Max por no haberlo avisado—. ¡Max trabaja en los medios de comunicación!


—Y mi esposo no se separa de él ni a sol ni a sombra. ¿Se supone que eso debe hacerme feliz?


—¿Cómo es posible que no vieras lo del London Eye en directo? —replicó él, enfurecido—. Dio la vuelta al mundo cuando sucedió, así que dime, ¿dónde estabas el año pasado en junio? ¿Escondido en tu refugio con alguna de tus zorras?


—¿Habrías preferido que lo viera? —preguntó Siwon, en actitud retadora.


Heechul lo miró boquiabierto.



—Alto, moreno, atractivo, un poco mayor que yo, asquerosamente rico —enumeró cada una de las características de Landreau como si fueran puñetazos—. ¿No será, agapi mu, que le has estado utilizando durante estos cuatro años como cebo, para que yo acudiera a reclamarte?


—¡Cómo puedes ser tan maquiavélico! —dijo Heechul con un hilo de voz. Y aun así, ¿en qué medida podía ser verdad la acusación que acababa de hacer? ¿Era posible que la relación laboral con Max le hubiera servido de sustituto del hombre al que amaba? ¿Habría querido subconscientemente que Siwon viera que era feliz con él?


La mera posibilidad de que fuera verdad le resultaba devastadora. De ser así, si llevaba todo aquel tiempo engañándose y huyendo de sí mismo, su vida habría tenido el mismo sentido que si se hubiera hecho adicto a las drogas para contrarrestar la histeria y lo hubieran dejado encerrado en la celda de un sanatorio psiquiátrico.


—Ahora que ya me tienes, puedes olvidarte de Landreau.


Heechul estaba paralizado intentando asimilar la imagen de sí mismo que Siwon había esbozado.


—Crees que eres mejor que él, pero te equivocas —dijo, estremeciéndose ante la expresión amenazadora con la que Siwon lo observaba.


—Sé que lo soy —respondió él con arrogancia—. No había pasado ni una hora desde que nos reencontramos antes de que te entregaras a mí como si el tiempo no hubiera pasado —alargó la mano y retiró un mechón de cabello tras la oreja de Heechul, pero el delicado gesto con el que solía pedir mudas disculpas estuvo en esa ocasión cargado de desdén—. No sé qué te hacía él, pero se ve que no era un buen sustituto del modelo original. Un solo beso en un polvoriento aparcamiento bastó para que perdieras el control.


Concluyó, como si esas palabras bastaran para alcanzar una conclusión, pero estaba muy equivocado. Heechul le quitó la mano de un manotazo.


—Si estás tan seguro de tu poder, ¿qué necesidad tienes de perseguir a Max? —preguntó, retador, al tiempo que dirigía la mirada hacia las carpetas que ocupaban el escritorio.


—Por seguridad —dijo Siwon—. Por si decide a venir a buscarte si tú te niegas a aceptar que llevas mintiéndote todo este tiempo. Por cierto —preguntó con curiosidad—, ¿cómo te has enterado de lo que estaba haciendo?


Heechul apretó los labios y se cruzó de brazos. Finalmente, admitió que había recibido una llamada de Max.


—Así que está asustado. Me alegro —dijo Siwon con evidente satisfacción—. Puede que tenga mucho poder, pero también sabe que, si me lo propongo, puedo acabar con él en veinticuatro horas.


Heechul pensó con amargura y sorpresa que Siwon no se había sentido nunca ni tan seguro de sí mismo ni tan poderoso.


—¿Y por qué ibas a querer hacer algo así? —preguntó, horrorizado.


Siwon torció la boca en una mueca de desprecio.


—Quiero recuperar a mi esposo sin tener un escándalo.


Por fin expresaba el chantaje con claridad, pensó Heechul. Ésas eran sus condiciones: o se plegaba a sus deseos o Max pagaría por ello.


¿Cómo había sido tan estúpido como para olvidar el espíritu vengativo que lo había poseído cuando habló de hacer pagar a sus familias por los últimos cinco años? Primero había querido vengarse de sus respectivas familias... Finalmente, había añadido Max a la lista.


Siwon no pretendía recuperar lo que había habido entre ellos dos. Lo que quería era ganar.

Esa revelación hizo que Heechul sintiera un frío helado recorrerle la espalda. Por primera vez sus ojos lo vieron como realmente era y cuánto había cambiado. Su padre debía estar muy orgulloso de él; su hijo se había convertido en un hombre aún más duro y cruel que él mismo.


—Todo lo que has hecho es una pérdida de tiempo —dijo con voz temblorosa y un profundo sentimiento de amargura—. Has elegido la batalla equivocada, porque no pienso volver a tu lado —añadió. Y, dándole un empujón, pasó de largo.


—¿Cometes la locura de elegir a Landreau? —Siwon la sujetó por la muñeca—. ¿Crees que tu amante va a aceptarte ahora que lo tengo acorralado? Debías haberte molestado en aclararle a quién pertenecías, Heechul.


Heechul lo miró con ojos centelleantes.


—Max siempre ha sabido de tu existencia —replicó, enfurecido—. ¡Y nunca hemos sido amantes! —gritó con la voz quebrada.


—¿Quieres decir que han pasado cuatro años juntos y nunca se han acostado? Estás loco si piensas que voy a creerte —dijo él con tono de suficiencia—. ¿Por qué no puedes decir la verdad y ser sincero?


¿Sincero? Heechul tiró del brazo para soltarse.


—¿Serías capaz de decir con toda sinceridad que no has mantenido relaciones con nadie mas, Siwon?


El aire podía cortarse. Heechul sentía la piel tensa, le temblaban las piernas y le ardía la sangre, pero se negó a apartar la mirada de los ojos de Siwon mientras esperaba una respuesta.


—Es evidente que no puedes —dijo finalmente al ver que no llegaba—. Sobre todo porque yo te vi con mis propios ojos con un amante en nuestro apartamento de Atenas, en nuestra cama.


Siwon se puso pálido.


—No es posible —negó—. No pudiste...


—¿Quién oculta la verdad ahora? —dijo Heechul, dejando escapar una carcajada despectiva antes de añadir—: No es la primera vez que te hablo de ello —aunque era evidente que Siwon tenía una memoria convenientemente selectiva—: Vine a buscarte a la villa, pero sólo estaban Kostas y tu querido hermano, Hangeng —tuvo que tomar aire antes de continuar—: me dijo que ni siquiera habías vuelto a la isla. Yo le pedí que organizara un vuelo, pero él me dijo que no me molestara, que ya formaba parte del pasado, que tú ya no querías saber nada de mí. Yo me negué a creerle e insistí en que preparan el helicóptero, pero debía haberle hecho caso, ¿verdad, Siwon? Porque en aquella ocasión, Hangeng tenía razón.


Siwon había ido palideciendo a medida que él hablaba.


—¿Cuándo sucedió eso? —preguntó con voz ronca.


—Seis semanas después de que me marchara de la isla —estremeciéndose, Heechul dio media vuelta para no verlo mientras continuaba—. Fui directamente al apartamento y entré usando mi llave. Por el desorden que reinaba me resultó evidente que habías estado pasándolo en grande.

Siwon dejó escapar un juramento que reverberó en el cuerpo de Heechul.


—Veo que empiezas a recordar a qué día me refiero... —siguió él—. A no ser que celebraras una fiesta cada noche después de abandonarme en la isla, claro.


En aquel momento fue él quien se giró hacia otro lado. Agachando la cabeza, se masajeó la nuca.


—Me fui tan sigilosamente como había entrado —concluyó Heechul—. No me pareció oportuno que tu repudiado esposo se presentara y dijera: «¡Hola, ya estoy aquí!» No quise despertarte y amargarte los placeres de los que obviamente habías disfrutado hasta caer rendido.


—No hace falta que sigas —dijo Siwon ásperamente—. Ya sé lo que viste.


—Me alegro —dijo Heechul, pero, ¿por qué le dolía tanto que no intentara justificarse? ¿Por qué deseaba que mintiera para darle una explicación de lo que había visto?


La respuesta era tan humillante que le hizo retorcerse por dentro. Sintió las lágrimas quemarle la garganta y supo que debía marcharse. Con paso vacilante, fue hacia la puerta.


—¿Adónde vas? —exigió saber él.


—Es evidente: me marcho.


—¿Junto a Landreau?


El tono sarcástico que empleó Siwon se clavó en Heechul como un cuchillo. Con los hombros en tensión, sin poder respirar, con la sangre helada en sus venas, alzó la barbilla y miró a su atractivo marido, que confiaba tan poco en su palabra como él había confiado en la posibilidad de una reconciliación. Él lo miraba con rabia y desdén.


—Si crees que Max sólo se acuesta contigo, te engañas. Hay al menos otra persona que ocupa tu cama cuando tú no estás —añadió con crueldad—. ¿Piensas consentirlo?



—¿Y cuántos amantes han pasado por tu cama, Mi amor ? —replicó él—. ¿Uno, dos..., una docena... cientos?


Siwon apretó los labios como si se negara a contestar y le dio la espalda. Encolerizado, Heechul caminó hasta él y, tomándole por los brazos, le obligó a volverse.


—¿No me has pedido que dijera la verdad? Pues ahora eres tú quien debe contestar.


—¿Cuál es la pregunta? —respondió él arrogante, temblando de ira—. ¿Qué si me he acostado con otras personas? Por supuesto. Cinco años es mucho tiempo para permanecer célibe.


Heechul le soltó los brazos como si le dieran asco.


—Así que nos mides con diferente rasero —dijo, apesadumbrado—. Espero que puedas vivir con ello.


Y con esas palabras, se acercó a la puerta combatiendo las lágrimas que amenazaban con desbordarse de sus ojos.


—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó él, airado.


—¡Tú lo has dicho! —Heechul asió el picaporte y lo miró con desdén—. ¿No creerás que yo, igual que tú o Max, no he tenido amantes?


Heechul vio cómo Siwon se quedaba petrificado y su bronceada piel palidecía. Que fuera capaz de creerle acabó por aniquilar el amor que sentía por él.


—Si estoy embarazado, te lo haré saber —dijo con frialdad—. Si es que, para entonces, quieres saberlo.


No encontró a Kostas ni a Pietros, pero no le importó. Prefería no ver a nadie y marcharse para no volver nunca más. Isabella acababa de lograr su objetivo, pensó con amargura mientras descendía las escaleras de mármol y se exponía al fiero sol del mediodía.


Tomó una bocanada de aire caliente y echó a caminar sin saber adonde iba. Evidentemente, no podía volver a la otra casa. Tampoco al hotel, pues le iba a resultar imposible fingir que todo iba bien. Así que sólo le quedaba un lugar en el que refugiarse, y hacia él decidió dirigirse mientras se decía que no lloraría bajo ningún concepto.


El ruido de un motor aproximándose desde atrás hizo que se tensara. Alzó la barbilla y aceleró el paso. Un coche descapotable se detuvo a su altura con un chirrido de frenos.


—Sube —ordenó Siwon.


Heechul continuó caminando. Oyó un juramento seguido del ruido de la puerta cerrándose y de
unos pasos. Siwon se le adelantó y le bloqueó el paso.


—Sube al coche, Heechul, o te tomaré en brazos y lo haré yo a la fuerza —repitió.


Él resopló.


—No pienso...


Sin darle tiempo a reaccionar, Siwon lo levantó del suelo y lo dejó en el asiento. Luego se sentó
tras el volante y arrancó.


—Vas a tener que cambiar este estúpido hábito de dejarme —dijo él entre dientes.


—¿Qué yo te dejo a ti?


Sintiendo que la ira lo consumía, con el cabello al viento, Heechul se giró con ojos centelleantes, pero lo que vio lo dejó helado. Con unas gafas de sol que ocultaban sus ojos, Siwon ofrecía el duro perfil de un asesino a sueldo, cruel y sediento de sangre. Y lo peor fue darse cuenta del poder de atracción que ejercía sobre él incluso en aquellas circunstancias.


—Los dos tenemos que dejar de huir —corrigió Siwon—. Da lo mismo. ¡Sea lo que sea, debe acabar ya!


Las lágrimas nublaron la visión de Heechul.



—¿Para que podamos finalmente enterrar nuestro matrimonio? —preguntó.

🥀DEL DOLOR AL AMOR |SiChul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora