Hank
Cuando menos lo esperas, todo tiende a cambiar, para bien o para mal, pero cambia. Las maniobras pueden llegar a salir mal, no importa cuantos planes B tengas, es peor cuando recurres a las mentiras por omisión, mejor conocidas como secretos, sin embargo, cuando ya creías tener una vida cimentada, con una esposa que te ama, con un buen empleo y con un círculo de amigos que se volvieron tu familia, esos secretos pueden destruirlo todo.
—¡Krista! —vociferé, corriendo desesperado por el pasillo. La noche apenas y comenzaba a caer, el calor era insoportable o quizás todo fuera a consecuencia de que me encontraba acelerado. Mi pulso era ensordecedor, a pesar de mi naturaleza, me sentí vulnerable y por completo aterrado, precisamente en nuestro aniversario tuvo que ocurrir esto, mi pasado llegó para atormentarme de la peor forma.
—¡Déjame en paz! —respondió con un grito sollozante—. Jamás creí que me fueras a hacer esto, Hank, o quizás debo decir John Talbot —Mi cuerpo se estremeció al percibir el dolor en sus palabras, la había cagado enormemente, el solo mencionar ese nombre, removía cosas en mi interior que eran difíciles de comprender, no porque anhelara mi vida anterior, más bien, era porque quería huir de ella a como diera lugar.
—Por favor, déjame explicarte —supliqué uniendo mis manos, cuando estaba por detenerla, ella aceleró el paso corriendo a toda velocidad fuera de casa, saliendo de mi campo de visión en segundos—. ¡Krista! —grité desgarrándome la garganta y me pasé ambas manos por la cabeza con frustración, ese sentimiento de decepción me aplastó, no era hacia ella, más bien, era contra mí mismo.
Teníamos cinco años de casados, éramos un matrimonio relativamente joven, bueno, este era mi segundo matrimonio en toda mi existencia, no obstante, lo vivía con mayor intensidad que el primero, sinceramente, el hecho de que no hubiese sido un matrimonio arreglado, sino por decisión propia, le daba un giro drástico a todo esto. Krista era un ser maravilloso, mi chica ideal y desde que la convertí en mi compañera inmortal, me decidí a darle toda la felicidad que merecía, la alegría que jamás le pude dar a nadie, pese a haber sido un mujeriego, jamás me había enamorado de alguien cómo lo hice con ella.
Si bien, en ocasiones, podría resultar ser toda una niña mimada con cierto aire de teatralidad, era increíblemente dulce, honesta, leal, y un mundo de adjetivos más que en estos momentos me hacían sentir aún más estúpido, no era merecedor de ella, se resumía en que Krista era un enorme faro y yo un maldito bote de remos, minúsculo, anodino y aburrido.
Rápido, saqué las llaves del bolsillo de mis vaqueros, pulsando el botón del mando para desbloquear las puertas y abordé el viejo BMW, arranqué el motor. Los neumáticos chirriaron al patinar sobre el asfalto, metí el cambio y pisé el acelerador a fondo. Podía ir tras ella corriendo, pero sabía bien a donde se dirigía y si lograba convencerla de volver a mi lado, el auto podría resultar ser de utilidad en caso de que se encontrara agotada.
No habíamos ido a cazar en un par de días, seguramente necesitaría de su porción de sangre pronto, justo en ese momento me percaté que había sido pésima idea haberla dejado irse con ventaja, aunque ella tenía un perfecto dominio de su apetito, temí que sus emociones la traicionaran e hiciera algo de lo que se pudiese arrepentir, para ser precisos, me horroricé al imaginar que estaría en una casa llena de humanos, nuestros mejores amigos y ella con ansia de sangre, con deseos de obtener ese placer vengativo.
La calle Iberville estaba terriblemente transitada, solté una pesada respiración y di un golpe sobre el volante, maldiciéndome por mi jodida mala suerte. Cuando al fin avanzamos, asumí el papel de corredor de la fórmula uno, rebasando al resto de vehículos a mi alrededor, sintiendo incluso cada piedra minúscula que se interponía en mi camino.
—¡Mierda! Muévanse —siseé conduciendo en sentido contrario, en un desesperado intento por llegar pronto, esto me costaría una multa de tránsito, si es que no me llegaban a llevar detenido; afortunadamente, ninguna patrulla lograba divisarse por los alrededores.
Los Smith vivían a unos quince minutos de distancia, a las afueras de Nueva Orleans, esa vieja mansión que alguna vez había sido mi hogar.
Adam y yo llegamos hace poco más de cincuenta años, él conocía bien la zona. En aquel entonces, yo era un simple forastero que tenía como misión encontrarlo y volverme su más cercano. Aun recordaba nuestros viajes alrededor de América, hicimos de todo por no ser descubiertos, sin embargo, una vez que pudimos encontrar la forma de guardar las apariencias gracias a la magia del bloqueador y los disfraces, nos asentamos en este sitio, justo donde alguna vez, mi viejo amigo había vivido, donde sus recuerdos estaban llenos de dolor, decepción y desgracia.
Siempre fui quien se encargó de la administración de las finanzas, él era bueno trabajando, yo organizando, nos complementábamos bastante bien, aunque teníamos nuestras discusiones, logramos mantener nuestros acuerdos y cuando hubo oportunidad, decidimos abrir el bar, no obstante, el Adam que conocí, se había quedado en el pasado, ahora era un hombre dedicado a su familia y a su trabajo, ya no era aquel joven impulsivo que vivía atormentado por su pasado, sino el responsable y feliz por tener a su lado a la mujer que ama y sus maravillosos hijos, pero sobre todo, el cambio más grande había sido que ahora era un humano.
Sinceramente, durante un tiempo, tuve la ilusión de volver a ser un mortal, el deseo de llegar a tener una familia de nuevo, ver a mi hermosa esposa embarazada, vivir cada etapa con pasión, un respiro de aire fresco, pero, decidí darle el gusto a Krista, renunciando a ello y apoyándola en su camino a la inmortalidad, no la consideraba para nada egoísta, ella siempre dejó claro su deseo de no tener hijos, era demasiado franca al respecto, ser enfermera y atender partos la había dejado horrorizada de cierta manera, aunque mantenía la fe en que quizás alguna vez, decidiera cambiar el rumbo de nuestro destino, pidiéndole a Hayley volvernos mortales.
Frené de golpe al ver a Adam frente a la reja de la propiedad, salí del auto enseguida y ahí él de brazos cruzados y un gesto ceñudo, podía percibir cierto malestar, aunque me cayó en gracia ver unas pocas canas y el ligero cambio físico, ya no era el chico de los eternos veinte años, ahora estaba cerca de los treinta y sentí cierta nostalgia al percatarme de lo fugaz que puede llegar a ser su existencia, aunque, al fin obtuvo lo que siempre había querido.
—¿Dónde está ella? —pregunté aproximándome, tragué en seco cuando hizo cierto gesto amenazador, clavando esos ojos color azul hielo en mí, con una calma que había obtenido a base de la bendita práctica, me obligué a sonreír, esperando que no tuviera cierta reacción violenta en mi contra, una que incluyera golpes, que si bien, no me hacía daño, no quería lastimarlo.
—¿Qué mierdas le hiciste, Hank? Lizzy y yo nos llevamos el susto de nuestras vidas —reclamó fiero, sus manos se apuñaron a los costados y escuché su corazón latir acelerado gracias a mis agudos sentidos—. Estaba bastante alterada, tuvimos que encerrar a los niños en una de las habitaciones, ¡Carajo! Estaba tan atacada que Lui, Laura y Luna tuvieron un maldito susto de muerte. —bufó haciendo ademanes con sus manos, con el corazón atascado en la garganta, me forcé a carraspear esperando las palabras salieran.
—Adam, yo...
—Dime de una buena vez qué fue lo que ocurrió con ustedes —interrumpió y señaló hacia la mansión con su índice—. Ella está muy mal y no pienso estar de fisgón desde el otro lado de la puerta del estudio y puedo estar seguro de que Lizzy va a protegerla y no me dirá nada que te pueda favorecer, eres mi amigo, pero al ver en el estado en el que la has dejado, puedo estar seguro de que fue algo grave y muy probablemente no pueda ayudarte —sentenció, solté una pesada respiración y caminé pesaroso hacia el tronco que se encontraba cerca del muro perimetral, tomé asiento y palmeé a mi lado.
—Mejor siéntate, esta será una larga historia, viejo. —dije mientras él se acomodó, me incliné hacia adelante, recargando mis antebrazos sobre mis piernas, al mismo tiempo que miraba hacia el camino, la brisa hizo que las hojas de los árboles revolotearan, siendo barridas por este. El otoño era cada vez más evidente y a pesar del nudo en mi garganta, con cierta melancolía me atreví a hablar al fin—. Pensé que ella había muerto.
—¿Quién? —preguntó confuso, por el rabillo de mi ojo, noté que no apartaba la vista de mí.
—Josephine Gauthier.
—No tengo idea de quién me hablas.
—Antes de conocerte a ti, sabes bien que tuve una vida, Adam, y a pesar de haber tenido una guía por parte de mi progenitor, en mis primeras décadas de eternidad, metí la pata a fondo, pudo más mi naturaleza y estupidez humana que la razón, a decir verdad, siempre fui un humano muy estúpido y desmesurado.
—Menos drama y más acción —espetó con un atisbo de molestia en su voz—. ¿Es una inmortal? —fue directo al grano.
—Sí —respondí con pesar—. Una con la que me lie y terminé jodido.
—Siempre fuiste mujeriego, me extrañaba que te hubieras detenido cuando te casaste —mencionó encogiéndose de hombros y esbozando una sonrisa endulcolorada, restándole importancia a la situación, esa declaración me molestó, al grado de incluso, hacerme mostrar los colmillos, Krista hizo cambiar mi mundo para bien y la había respetado siempre, le juré fidelidad desde que la convertí en mi compañera y era algo que estaba dispuesto a cumplir, puesto que yo la había elegido a ella sobre todas las cosas—. Cálmate —me pidió palmeándome el hombro.
—Adam, jamás le he sido infiel a Krista —gruñí a regañadientes—. Ella es mi todo, mi mujer, mi compañera, la amo demasiado —suspiré experimentando una peculiar presión en mi pecho—. Mi historia con Josephine es mucha muy retorcida, pero te juro que no creí que siguiera con vida, después de todo, desde que llegué a América le perdí la pista y jamás sentí nada en lo absoluto por ella.
—Entonces, si es una aventura de hace siglos, ¿En qué le afecta a Krista? —interrogó frotándose la barbilla, desvié por un momento la mirada, sintiendo la bilis ascender por mi garganta.
—En que Josephine me encontró —musité—, Adam, yo transformé a Josephine en vampiro en un arranque estúpido, no sabía que se pudiera unir a mí, ya sabes, el lazo entre amo y creación, entre dos amantes, únicamente quise beber de ella y se me fue la mano, casi la asesiné aquella noche —expliqué con mis manos temblorosas y notoria desesperación. Con algo de vergüenza, miré hacia mi amigo que tenía sus ojos en extremo abiertos y sus cejas arqueadas, incrédulo de lo que estaba explicando.
—No me jodas. —el calor de su expresión desapareció, dejando al descubierto ese gesto afligido.
—Hablo en serio —insistí—. Josephine llegó a casa, no sé cómo carajos me encontró y se presentó como mi mujer, Krista se puso cómo loca y cuando traté de explicarle... —me interrumpí encogiendo mi rostro en una mueca de dolor al recordar la escena—. Sabes cómo es ella, para colmo, Josephine me besó y esa fue la gota que derramó el vaso junto a otras cosas más.
—¡Carajo! —maldijo—. ¿Qué tienes en la maldita cabeza, Hank?
—Cómo te lo dije, la creí muerta, no tenía idea de que me encontraría y jodería todo, dijo que me arrepentiría y que seguiría por la zona —inquirí—. De verdad necesito que me ayudes con eso, no podré solo, Adam, es una inmortal, no puedo hacerle daño.
—Si recuerdas que ahora soy humano, ¿Cierto? Un giro y ¡Pff! Me termina rompiendo el cuello.
—Por esa razón me eres más útil, ella no se expondrá al sol.
—¡Wow! ¿Quieres matarla?
—No puedo vivir sin Krista, lo sabes.
—Hank... —dejó sus palabras en suspenso y se puso de pie, meneó su cabeza indicándome que lo siguiera—. Vamos adentro, debo ver a mis hijos y tú debes hablarlo todo, ¿Cómo es que no me dijiste esto antes? ¡Somos amigos, Hank! Se supone que confiamos el uno en el otro, dijiste que luego de lo de Vladius ya no tendríamos más secretos.
—Era muy vergonzoso —me excusé frunciendo el ceño, sí había una posibilidad de sonrojarme, había sido justo en ese momento, pero agradecí que mi condición no me permitiera ser obvio en cuanto a mis reacciones.
—Vergonzoso es que ni a tu propia esposa le hayas tenido confianza —masculló, caminando hacia la entrada.
—No me des clases de moral, viejo, tú no le cuentas todo a Hayley.
—Todo —increpó, clavando sus gélidos ojos en mí—. Lizzy lo sabe todo, luego de lo que vivimos le prometí que no habría secretos, que sería transparente y las únicas veces en que me reservo algo es porque será una sorpresa para ella, todo lo que tú y yo vivimos, lo sabe, incluyendo todas las identidades que había adoptado con el paso de los años, hasta mi romance fallido con Lulu —ahora el sorprendido había sido yo, no había recordado a la chica malabarista de la feria, Adam estuvo cortejándola por un tiempo, sin embargo, al recordar su condición de vampiro, prefirió dejarla y seguir con su camino, era un jodido santo que luego de lo de su ex esposa, con la única mujer que se había acostado era con Hayley «Casi le hacíamos un jodido altar y bajábamos a Cristo de la cruz».
—Al contrario de tu intachable reputación, yo siempre fui una mierda de persona con las mujeres —siseé entrando a la mansión.
Esta había cambiado bastante, no estaban las gruesas cortinas, ni las decoraciones góticas, ahora todo era moderno y elegante, con algunas cosas coloridas y juguetes por los rincones, era una casa familiar y cálida, sentí cierta nostalgia y mi estómago se hundió al rememorar mis tiempos de soltero, cuando me dedicaba únicamente a mi egoísta estilo de vida.
—Anda, vamos al living, tengo tiempo de escucharlo todo, solamente no quiero que omitas los detalles importantes.
—Gracias —susurré caminando a su lado. Pude escuchar un sollozo, el sonido repiqueteó en mis oídos, un quejido que pude reconocer como el de Krista. Fruncí el ceño y miré hacia la alianza que rodeaba mi dedo anular de la mano izquierda, odiándome a mí mismo por el daño que le había hecho a la única mujer que he amado.
—¿Hank? —me llamó Adam, deteniendo mi andar y sacándome de mi ensimismamiento.
—Odio que esté así por mi culpa. —me sinceré.
—Tienes que dejar que se desahogue, Lizzy la escuchará y cabe la posibilidad de que suavice las cosas entre ustedes, pero debes de ser paciente, esto es casi cómo una infidelidad.
—No quería esto para ella —aclaré dejándome caer sentado sobre el sofá a la vez que solté una pesada exhalación.
—Sin embargo, lo hecho, hecho está, ahora solo queda salir, cuéntamelo todo y luego te ayudo a salvar al mundo. —me instó a liberarme del peso de mi silencio, me pasé ambas manos por el rostro y lentamente exhalé.
—Cómo bien lo sabes, me transformaron en el año mil quinientos, un treinta de mayo del calendario juliano, aun así, todo tiene un principio y me gustaría ir a mis orígenes, a mi vida humana y luego te hablaré de lo ocurrido con Josephine, míralo cómo sí estuvieras tomando el papel de terapeuta y yo seré ese paciente que te cuente todos sus traumas.
—De acuerdo, dame un momento, veré a mis hijos y pediré una pizza para la cena.
Mientras él se alejó de nuevo por el pasillo, recargué mi cabeza contra el respaldo del sofá, la bilis quemó mi garganta llenándome de amargura cuando un nuevo sollozo se manifestó, quería correr, tumbar la puerta y tomar a Krista entre mis brazos suplicando perdón, pero la conocía bastante bien, esto no me sería fácil, y debía concentrarme en hablar con Adam para idear un plan, Josephine no se detendría hasta cumplir con su amenaza, estaba dispuesta a asesinar y no lo iba a permitir, iba a protegerlos a todos, así fuera lo último que hiciera, aunque en estos momentos, rezaba porque mi mejor amigo no se tomara a mal mis secretos y no me odiara.
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Hank: Inmortal (muestra) Disponible en Físico en Amazon
ParanormalSecretos Sangre Lujuria Venganza Todos tenemos un pasado, no obstante, para Hank este tenía recuerdos dolorosos que merecían ser enterrados. Nueva Orleans le había otorgado la oportunidad de tener una nueva vida al lado de amigos y de la mujer que a...