Capítulo 3: Duelo

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Hank

—¡Oh, sí! —los gemidos reverberaron entre los árboles junto al sonido del golpeteo húmedo de nuestros cuerpos.

Mis caderas se bambolearon, cada vez más rápido, Alice Neville era una puta de poca monta, que si bien, se había conservado doncella de su vagina, le encantaba ser sodomizada, siendo incluso más pervertida que yo, al dejarse follar el culo por cuanto hombre se atravesara por su camino.

La tenía recostada sobre mi capa, en el suelo cubierto por hojas del bosque, mientras que yo me encontré arrodillado entre sus piernas, aferrando mis dedos a sus caderas. Sus turgentes pechos de pezones rosados y deliciosos, rebotaron con cada estocada, mi verga henchida se abrió camino, sintiendo cada pliegue, cada contracción, la suavidad con la que sus labios me envolvieron como una segunda piel, recibiéndome, aunque, al principio, tuve que romperla para robar su virtud, experimentando una gran satisfacción al ser quien reclamara ese premio.

Cómo un lobo hambriento, me incliné sobre de ella y cambié el ritmo de mis embestidas, pasando a uno más lento, pero más profundo y duro, mi boca reclamó uno de sus pezones y le propiné una succión que provocó que su espalda se arqueara de forma sobrenatural, me estremecí al sentir cómo una vez más tembló bajo mi peso, con movimientos espasmódicos y liberándose, estaba tan empapada y dispuesta que por un momento me recordó a Katherine, sonreí ante el pensamiento y estaba decidido a que luego de esto, follaría su boca.

—¡John! —gimió mi nombre con su dulce voz. Mi lengua formó círculos sobre la piel sensible de sus senos, al percibir ese sutil aroma de sus fluidos, mis testículos se tensaron, estaba casi por terminar cuando escuché el sonido del galope de los caballos a mis espaldas.

—¡Infeliz! —vociferó una voz conocida, pero no me detuve, sino que, por el contrario, solté un fuerte rugido que desgarró mi garganta, di un empellón profundo y mi verga se agitó derramando su esencia en el interior del delicioso coño de Alice—. ¡Hijo de puta! —volvió a gritar el tipo a mis espaldas.

Me separé de ella con brusquedad, estremeciéndome al sentir el roce de nuestras pieles, me acomodé sentando a su lado, dejándome ver semi desnudo.

Sonreí con nerviosismo, no, más bien, fue con cinismo. El mismo lord Neville, conde de Oxford, junto a lord Russell, su hijo, James y dos guardias, observaron con ira corrosiva cómo es que me había follado a la prometida del mismo James Russell frente a sus narices.

—Buenas noches, mis lores —saludé con sorna, después de todo, lo único que podría ocurrir era que el rey me obligara a pagar algunas libras como compensación, mientras que lady Alice sería enviada a algún convento o se le forzaría a contraer matrimonio con algún viejo aristócrata.

Sinceramente, no me interesaba perder mi lugar en la corte, era aburrido el tener que vivir entre un montón de hipócritas que frente al rey juraban lealtad y a sus espaldas, estaban dispuestos a la conspiración para traicionarlo.

Los ojos de lord Russell me fulminaron, pude ver esa ira crepitando en su mirada, sin embargo, no me inmuté. Me puse de pie y comencé a arreglar mis prendas sin ningún tipo de pudor. Lord Neville bajó de su caballo hecho una fiera y desenfundó su espada, apuntándome con ella.

—¿Cómo os atrevéis a corromper a mi hija? —gruñó con tono amenazador, su mirada pasó de mí a Alice, que se encontraba aterrorizada, cubriéndose con mi capa—. ¡Levántate, puta! —le ordenó, la joven dio un salto, poniéndose de pie y con las manos temblorosas, hizo lo posible por recomponer sus prendas, el momento embarazoso me resultó tan gracioso que reventé a carcajadas.

—No era tan doncella, mi lord —señalé entre risas, dispuesto a salirme con la mía—. Le aseguro que es más golfa que la misma Betzabé —dije con sorna, James Russell fue ahora quien se aproximó y le dio una bofetada a Alice, quien se tambaleó a la vez que rompió en llanto.

Hank: Inmortal (muestra) Disponible en Físico en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora