Despertar en una Pesadilla

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Hoy se cumplen tres días desde que despertó en un prado lleno de amapolas. El primer día, lloró hasta quedarse sin lágrimas: todavía trataba de descubrir por qué. Corrió y corrió hasta encontrar a alguien que pudiera ayudara, y sólo se encontró un pueblo fantasma, un oscuro bosque sin fin y más prados de flores.

Lo único que le devolvió los gritos de auxilio fue el eco de una ciudad en ruinas y el viento helado moviendo su cabello. Algo andaba muy mal en ese lugar.

Se escondió en lo que parecía una cueva: aterrada, muriendo por quedarse dormida y despertar al día siguiente en casa. Sin embargo, nunca ocurrió.

El miedo se apoderó de ella el segundo día: no se movió ni un centímetro de donde despertó. Solo cerró los ojos y se obligó a sí misma a imaginarse en su casa, tomando el té y haciendo sus deberes, como si tratar lo suficiente tal vez pudiese hacerlo realidad.

Justo después, se dio cuenta de que en realidad no recordaba cómo era su vida antes de despertar aquí. No recordaba el nombre de su ciudad, el de sus padres o el del instituto donde estudiaba -O si siquiera iba al instituto -, no recordaba nada de sus amigos o si alguna vez los había tenido.

Si alguien alguna vez la encontraba, ¿cómo le iba a explicar su crítica situación? No sabía cómo había llegado ahí, no podía dar una indicación, y dudaba que de su boca saliera algo que sonara lo suficientemente coherente que pudiera evitar que la llamaran loca y la encerraran.

Tal vez sí había pedido la cabeza.
En la mañana del tercer día, se planteó la pregunta: "¿Qué haré?". Quizá morir sería mejor opción que quedarse ahí.

Tal vez ya estaba muerta. ¿Cómo no se le había ocurrido antes?
Fue entonces cuando se decidió a ponerse en pie, y cuando cayó en cuentas de que tampoco recordaba la última vez que se había alimentado.

Salió al frío bosque: Era de mañana, la brisa todavía helada que le acarició el rostro se lo hizo saber.

A como pudo, se las arregló para recolectar y comer algunas vallas. No estaba segura de si eran venenosas o no, si moría tal vez era un favor. Se sentía como el demonio de Frankenstein. ¿Cómo sí era capaz de recordar la historia de una novela y no su propio apellido? Le gustó pensar que tal vez el libro era más importante. Ya tendría tiempo para pensar después.

Cuando recuperó energía volvió al prado de amapolas, pasó por él sintiendo los pétalos en las yemas de los dedos. Podía sentir.
Después de eso comenzó a prestarle más atención a los detalles: El cielo era azul y las nubes blancas se deslizaban en él como la espuma en el mar, podía respirar la brisa y su cabello se movía con ella también. Sus pies descalzos sentían la hierva verde entre los dedos. Su ropa: vestía un vestido rojo que parecía de graduación, sucio y hecho tirones. ¿No podía haber tenido puesto algo más cómodo y abrigador?

Se encontraba esforzando a su mente a recordar el primer día en el que visitó el pueblo fantasma: Todo se veía borroso y confuso, como si se hubiera tratado de un sueño. Tenía la esperanza de encontrar algo de beber: si iba a perder la cabeza, al menos no sería de hambre y sed. También quiere cerciorarse de que en verdad no hay ni una señal de vida, alguna esperanza de ayuda o alguna respuesta.
Mientras avanzaba, una nueva pregunta se coló en su mente: "¿Sigo conservando mi personalidad? ¿Quién soy?". Ya tendría tiempo para pensar en ello también.

Encontró la entrada al pueblo, un enorme cartel le dio la bienvenida: a punto de caer al suelo y tan oxidado que las letras eran ilegibles.

¿Qué había ocurrido aquí? ¿Todos habían muerto, o huido? Parecía estar estancado en el tiempo: Los autos seguían estacionados fuera de los edificios, más adelante algunas casas tenían en sus jardines regaderas: como si en la mañana hubieran salido a regar las plantas y nadie jamás hubiera vuelto a saber nada de ellos. No había desorden que indicara que los ciudadanos huyeron de algo, o signos de batalla.

El aire era diferente: más puro, y más pesado, como si albergara las almas de todos los desaparecidos.

No pudo evitar pensar que ella había vivido ahí, que había sobrevivido y despertado tiempo después. Sin embargo, la posiblidad desapareció rápidamente cuando hizo memoria: Es como si recordara la cotidianidad de su vida, cómo se sentía vivirla, pero no los detalles más importantes. Únicamente rastros, pequeñas migajas muy adentro de su cabeza que le susurraban que no pertenecía ahí, pero tampoco a ningún otro lugar.

Ahora se encontraba pasando por lo que parecía una calle privada: las casas parecían mansiones, los jardines campos de fútbol y las verjas rascacielos. Caminó hasta la última de ellas: una que en su mismo jardín corría un riachuelo. Lo supo desde lejos porque pudo escuchar el agua correr, con tanto silencio no era difícil.

Pensó que tal vez podía beber de ahí si no es que estaba contaminada con años de cuerpos descompuestos. En realidad no le importaba mientras pudiera tener al menos unos minutos de agua fresca.

Pasó a través de unos barrotes con facilidad -No había notado que estaba tan delgada- y se abrió camino entre el altísimo césped hasta llegar a la fuente del sonido. Se arrodilló en la orilla y tomó dos sorbos de agua de sus manos. No tenía mal aspecto, y tampoco sabía mal.

Aprovechó la oportunidad para mirar su reflejo: era bonita, era muy bonita. El cabello castaño -Medio rojizo- le caía desordenado y sucio hasta la mitad de la espalda, sus labios eran carnosos y bien formados, y sus ojos marrones estaban escondidos entre unas largas pestañas y unas enormes ojeras. A pesar de los terribles días pasados, no tenía tan mal aspecto. Sin embargo, no quería imaginar cómo estaría en otro par de días.

Si se encontraba en un sueño, era muy real. Demasiado real. Poseía todos sus sentidos e instintos, y podía ver su reflejo con tanta claridad que se espantó y se puso en pie de un salto secándose las manos en la falda del vestido.

Volvió por donde vino, esta vez más ensimismada. Si no había alguien que la ayudara a volver, debía hacerlo por sí sola, y no había otra manera que recordando cómo había llegado aquí en primer lugar. Tal vez golpearse fuerte la cabeza funcionaría.

Primero debería preocuparse por sobrevivir: lo que pasó en este sitio no es un buen presagio en lo absoluto. Debía salir de ahí lo antes posible, después de recuperar fuerzas.

Escuchó algo.

El primer sonido no natural que había escuchado desde que llegó. Se paró en seco y comenzó a buscar con la mirada: muy quieta y atenta. El sonido provenía de arriba, de las ramas de un árbol que estaban sobre ella, del otro lado de las enormes y tétricas verjas de la mansión.
Había algo que no se había detenido a pensar: la existencia de los monstruos.

Depredadores, algo que la pudiera hacer pedazos antes de que se enterara. Dientes y garras afiladas.

Algo saltó del árbol de rama en rama hasta llegar a la verja de picos tan rápido que sus ojos solo captaron una sombra negra. Se asustó tanto que calló para atrás y miró con terror lo que había caído del árbol: un gato. Un gato negro.

***

Holaaa
Si alguien está leyendo esto, me gustaría hacerte saber que te lo agradezco mucho. Es un gran paso para mí publicar las historias que llevan tanto tiempo dando vueltas en mi cabeza, y saber que alguien las lee me hace muy feliz.
Espero sigas aquí conmigo! Haré mi mayor esfuerzo por no decepcionarte.
Otra vez, muchas gracias.

Atte: la autora.

Ay!! Qué bonito suena. Adiós <3

Asesina de Sombras (Shadows#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora