Parte 7

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—Comeremos en el Plantation Club —le dijo Jung-kook cuando terminaron de recoger los paquetes—. Tiene vistas a la ensenada de yates y si hay algo de brisa será allí.

—Suena muy bien —dijo Jimin con recato mientras se tapaba con el sombrero de paja.

El club estaba lleno como de costumbre, pero Jung-kook siempre tenía una mesa reservada. Él se dio cuenta del revuelo que causaba al entrar con un extraño. Saludó con la cabeza a unas cuantas personas que ya estaban comiendo y para que Jimin fuera testigo del revuelo que había causado lo invitó a sentarse en una mesa desde la que veían todo el comedor.

—Quiero un té frío —le contestó Jimin cuando él le preguntó qué quería beber.

—Mejor será que pruebes el ponche casero —le sugirió él—. Es muy refrescante —y antes de que èl pudiera protestar, Jung-kook pidió un ponche para cada uno.

Jimin se quitó el sombrero y lo dejó sobre la bolsa.

—¿Vas a elegir también mi comida? —le dijo con aquella insolencia que a él tanto le gustaba.

—En realidad sí. Hamilton, tomaremos la ensalada de caracola.

El camarero se dirigió a la barra y regresó instantes después con las bebidas.

Jimin giró ligeramente la cabeza para sentir la brisa en el cuello.

—Tenías razón —le dijo èl—. Aquí se está mucho mejor.

—Me alegra que te guste.

Jimin sonrió ligeramente.

—¿No vas a decir que siempre tienes razón?

—Solo tengo razón el noventa y nueve coma nueve por ciento de las veces.

La sonrisa de Jimin se transformó en risa, una risa musical que lo cautivó.

—¿Quieres decir que una vez pensaste que te habías equivocado, pero tuviste razón? —después se llevó la mano a la boca como arrepentido—. ¡Lo siento! Eso no ha sido muy amable, no debí haberlo dicho.

—¿Por qué me resulta difícil de creer?

—Creo que porque los dos nos hemos vuelto unos especialistas en no decir lo que realmente pensamos. Somos muy buenos en pensar lo peor el uno del otro — Jimin brindó con el vaso de Jung-kook—. ¿Qué tal un brindis para dejar de hacerlo?

El recuerdo de su último beso reapareció en la mente de Jung-kook así como aquellos gemidos artificiales que Jimin había lanzado. Aquella noche èl tenía los ojos muy abiertos y parecía más aterrorizado que apasionado.

—¿Es eso posible?

—Podríamos intentarlo, ¿no?

—¿Por qué?

—Bueno, tú mismo dijiste que no podemos evitarnos y entonces, ¿por qué hemos de poner las cosas más difíciles de lo que realmente son? — Jimin bebió un poco de ponche—. Esto está muy bueno, si la ensalada de caracola está igual de buena voy a tener que tragarme mi orgullo y dejar que pidas siempre por mí.

—Por lo menos durante el tiempo que permanezcas aquí —dijo él distraído.

Acababa de ver la silueta de un hombre en la puerta. A pesar de que estaba a contraluz no había ninguna duda de quién era.

¡Así que Antonio Gil había vuelto a Crozet!

Jung-kook se quedó mirándolo, como retándolo para que le devolviera la mirada.

SEGUNDAS OPORTUNIDADESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora