Parte 2

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—Debería estar buscando petróleo en Venezuela —dijo Jimin mientras intentaba andar al mismo paso que él.

—Yo no lo busco personalmente.

—¡Sabe a qué me refiero!

—Por supuesto —le dijo con un tono suave y burlón—. Tiene una forma de explicarse que no deja lugar a dudas.

A pesar de que odiaba tener que hacerlo, Jimin se dio cuenta de que le debía disculpas.

—Siento haber dicho lo que dije, no debí haberlo hecho. Lo lamento.

—Por supuesto que debe sentirlo, ¿o es acaso habitual entre su gente hablar mal del anfitrión delante de los empleados?

La forma en que entonó la palabra gente hizo que Jimin se arrepintiera de haberse disculpado.

—No —le contestó—. Pero del lugar de donde vengo los anfitriones no suelen ser tan poco hospitalarios. Ni fingen ser alguien que no es.

—¿Poco hospitalario? —lo miró muy sorprendido—. ¿Acaso no está satisfecho con su alojamiento? ¿La comida no le complace? ¿Mis empleados le han tratado mal?

—La comida es maravillosa, sus empleados muy amables y el alojamiento —se detuvo y recordó la cama con cuatro columnas, las suaves sábanas de algodón y la elegante mosquitera—. El alojamiento es maravilloso. Lo que no termina de complacerme es el ambiente.

—Una opinión que parece compartir mi futuro cuñado. ¿Puedo preguntar por qué?

—Basta con decir que no parece el típico novio rebosante de felicidad.

Jung-kook sujetó las hojas de un enorme helecho para abrirle paso y esperó a que èl pasara. El camino era estrecho y entre la frondosa vegetación y el suave olor de las flores Jimin sintió la proximidad de Jung-kook.

Olía al rocío de la mañana, suave y fresco y a la vez tenía un olor fuerte y primitivo. Parecía capaz de soportar cualquier reto de la naturaleza y siempre que no lo mirara detenidamente, daba la impresión de ser aquel que él había imaginado en un principio. Un trabajador incansable que se pasaba todo el día bajo el sol.

Pero una detenida mirada a las manos, a aquellas facciones delicadas y la inteligencia presente en aquellos ojos fríos e increíbles, y de repente se sentía insignificante. Era un gigante, y no tan solo por su tamaño y su belleza, que era considerable, sino por su forma de moverse, de comportarse, de actuar. Se respiraba un aire de autoridad alrededor de él, de autoridad, cultura y sabiduría, algo que sabía llevar con facilidad y elegancia.

—Por favor, continúa —le dijo él mientras lo invitaba a pasar delante—. Y explíqueme ese último comentario que acaba de hacer.

—Ya no lo recuerdo —murmuró èl mientras pasaba a su lado.

—Entonces permítame que se lo recuerde. Usted dijo que Taehyung no parece el típico novio rebosante de felicidad.

—¿Y no cree que es cierto?

—No la conozco lo suficiente como para saberlo.

—Incluso un completo desconocido se daría cuenta de que no parece muy feliz.

—Yo lo veo como alguien que cambia frecuentemente de humor y a quien es difícil complacer —se encogió de hombros—. Algo extraño en un hombre a punto de casarse, ¿no cree?

A Jimin le molestó mucho la forma en que se permitía juzgar a su amigo sin antes preguntarse qué le podría pasar. Estaba enfadado.

—¡Es mucho peor verse obligado a emparentarse con un hombre que piensa lo peor de ti!

SEGUNDAS OPORTUNIDADESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora