ᗰI ᗪᗩᗰᑎ ᗪᗴՏTIᑎᗴᗪ ᑭᗩᖇTᑎᗴᖇ

𝕏𝕀𝕀

ᖇᗴᑭᗴᑎTIᑎO

Aizawa, desde su perdida, jamás había deseado con tanto entusiasmo volver a su departamento.

Se sentía eufórico, emocionado, con su lobo molestando a cada rato porque ya quería volver a su hogar.

Si... Su hogar.

Se sentía extraño sentir ese lugar su hogar, demasiado extraño.

Le dejaba un raro sabor de boca, sus manos picaban y sus mejillas parecían arder, como si tuviera fiebre.

Llamar y sentir ese lugar su hogar, se sentía extraño y cálido al mismo tiempo.

Sobre todo si la razón es un omega de piel pálida con un posible largo historial de crímenes y salud mental cuestionable.

Pero eso era perfecto para él, porque entre raros y traumados se entienden.

— De seguro hoy hará otro chiste sobre algún trauma que tenga... — pensó con gracia, soltando una risilla por lo bajo.

Ante esa acción cubrió su boca y desvío la mirada, esperando que nadie lo haya visto. Claro, él vive pegado a la mala suerte, así que claro alguien tenía que verlo, y ese alguien tenía que ser Midoriya.

El pecoso lo veía con sus cejas fruncidas en clara confusión y sus labios entreabiertos. Su mirada paso de un lado al otro y luego volvió a su cuaderno, dándole una última mirada confundido.

Decidió tratar de ignorar aquello y seguir esperando a que terminen de hacer lo que les encargó, viendo de nuevo la hora en su celular.

Quería regresar de una vez a ese cálido lugar.

Para su perfecta y mala suerte, cuando creyó que ya podía volver a casa, Nezu le encargó revisar unos reportes y documentos que Hawks dejó en el olvido porque se hayaba en un descanso repentino que él mismo pidió.

Esta claro que aceptó, con un serio tic en el ojo, pero aceptó.

Así que sin desear perder más tiempo fue a buscar una buena taza de café amargo, un lugar más cómodo y depaso pasar por enfermería para conseguir supresores en cápsulas.

Tomura se veía reacio a los inyectables, le tenía pavor a las agujas. Recuerda que incluso las hizo cenizas cuando las encontró en el cajón de su velador, desastre que tuvo que limpiar.

De nuevo, una pequeña sonrisa se le escapó ante aquel recuerdo.

Si, últimamente parecía sonreír más, demasiado para tratarse de él.

Decidió dejar de pensar en eso y en él menor, y enfocarse en su trabajo.

Todo iba bien, era menos de lo que pensó, y en si no eran reportes muy complejos que digamos.

Iba por la mitad, no pasaban de las seis y Tomura se quedaría a dormir esa noche, por lo que no tenía que preocuparse demasiado por no verlo a tiempo.

Aunque quizás por el calor, o por qué su café estaba demasiado caliente, empezó a sudar y sentir un calor invadir su pecho. Su vista a momentos se volvía borrosa y le costaba respirar, con sus colmillos picando en demasía.

Pronto ese calor se expandió de a poco por todo su cuerpo, haciéndolo caer de rodillas al piso mientras apretaba su camisa por la zona de su pecho, como si le costará respirar.

Todo a su alrededor daba vueltas y el leve aroma de Tomura impregnado en su ropa lo hacía doblegarse de dolor.

Como pudo se levantó y comenzó a caminar, jadeando con frenesí mientras trataba de enfocar su visión y pararse derecho.

— No puede ser... — la pequeña mujer, que iba por algo de tomar, se sorprendió bastante al ver el estado del azabache. Con prisa fue a su lado y lo trato de ayudar, sintiendo como el aroma del alfa se impregnaba por todo el lugar. — ¿Como es esto posible?

Aizawa, quién a duras penas podía caminar, la miró interrogante, bastando con su mirada para saber que no entendía nada y necesitaba respuestas.

— Aizawa... Acabas de entrar en tu ciclo de calor.

Saben chiques, hay un cliché que odio y amo, pero querecontra odioamo.

Aún así, a pesar de que jure nunca volver a aplicarlo, aunq en ese fic el contexto fue otro (tulbio), lo voy a aplicar en este.

Me estoy convirtiendo en lo que jure destruir 😔.