De la voz de Candy Capt. 12

172 21 7
                                    

Luego de la cena esa tarde, en que casi ni hablé, los dos nos fuimos a nuestra recámara en el ala este, y Albert no tardó en preguntarme lo que me pasaba. Le entregué la carta casi con lágrimas en los ojos. Él la leyó con sumo interés.

"Candy, no te preocupes tanto y vete y ayuda a Dr. Martín. Es nuestro deber, aunque sabes que ahora yo no puedo. Pero no dejes de hacerlo tú".

"Pero no me quiero separar de ti", dije en tono suplicante y voz en llanto.

Albert se echó a reír. Él siempre se burlaba de mí por tener siempre los sentimientos a flor de piel. Le gustaba mucho confundirme con sus cambios entre risas y seriedad.

"Mi niña bella, no es para tanto. Son unas pocas semanas, y créeme, haré lo posible por reunirme contigo. Recuerda, esa semana de Navidad y Año Nuevo siempre la tomamos libre, así que nos podemos ir a Lakewood y estar cerca. No llores, por favor".

Yo no estaba tan tranquila como él. Para mí, una separación, aunque ese fuera el motivo, me hacía añorarlo mucho más. Albert de pronto me pidió que se sentara en la coqueta, me soltó el cabello y comenzó a peinarme. Para mí, que él hiciera eso todos los días me hacía sentir muy amada. Era como un masaje en el alma.

"Candy, no es que nos separemos para siempre. Ya hemos tenido algunas separaciones, y ya vez como el destino nos une siempre. Ahora estamos casados. Y yo sí entiendo que tu primera familia está en el Hogar. Sé que no te sentirías bien si no vas allá con ellos".

"Lo sé, pero siempre te extraño aún cuando estás conmigo. Te amo tanto. Jamás pensé amar así. Necesito tenerte cerca y sentir que estás cerca de mí", dije calmando un poco mi llanto.

Albert de pronto se volvió a reír. Yo sabía que él tenía una paz inquebrantable ahora que estábamos juntos. Pero lo que quizás no entendía (o sí) era que tanto tiempo que estuvimos separados en diferentes etapas de nuestra vida, me hacían sentir horrible por extrañarlo demasiado. En el fondo, tenía miedo de que eso que estábamos viviendo fuera un sueño y que de pronto despertara. Él se me acercó más, me dio un beso largo y sentido, y luego me respondió, cuando por fin pudo soltarse de mi abrazo:

"Vamos a dar un paseo. Es temprano y quiero pasar un rato contigo".

"Por qué no hacemos el amor ahora. Estamos solos y este es el mejor momento...ahora que me voy, y sabrá Dios cuándo volvemos a tener un momento como este".

"No. No ahora, mi vida. Quiero que hablemos un poco de nuestras inquietudes y miedos. Cuando regresemos y si estás más tranquila, entonces sí, antes de dormir. Creo que en este momento necesitas calmar tu mente. Y también creo, mi pequeña traviesa, que el conflicto que tienes amerita que calmes también tu ansiedad".

"Está bien, vamos. ¿Me dejo el cabello suelto?"

"Sí, déjalo así. Me gusta más tu cabello así. Es más, ¿te hago las coletas?"

"Ay, mi amor, esas coletas me hacen ver muy niña".

"Con ellas me enamoré de ti. Déjame, ¿sí?"

"La verdad que Georges tiene razón. Eres un pervertido" y nos echamos a reír, aunque el chiste fuera para tranquilizarme. "Cómo está Georges", pregunté en el proceso de amarrarme el pelo, ya que no había podido visitarlo y atenderlo ese día tampoco.

"Está bien cuidado y mejorando. No te preocupes. Has tenido mucho contacto con él en estos días, y ahora que te vas, lo mejor es que no te acerques, no te vayas a contagiar, y en vez de ayudar al Dr. Martin, termines enfermando a todos por allá, y más con este frío".

"Me he sentido bien. De todos modos, he tomado mis medidas. Y sí, tienes razón. Mejor es no retar al destino con eso".

Terminado el proceso del pelo, nos abrigamos y salimos hacia los bellos jardines que, aunque oscuros y en pleno invierno, lucían espectaculares, si bien aterradores. Albert me tomó de la mano, y comenzamos a caminar, con el frío a esos niveles, pero no nos importaba. Ciertamente, eso logró calmar mi mente un poco.

De la voz de CandyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora