Sobre Tulipanes

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"El viento vespertino era frío, los primeros copos de nieve comenzaron a caer, lentamente cada uno con su peculiar forma, diferente y único, la escarcha sobre el palacio lo hacian ver majestuoso, el jardín central era lo mas hermoso que se podía apreciar en esa temporada, sin pensar ni saber que algo podía opacar lo sublime del ambiente en el palacio, la vi allí, por primera vez, ya habia escuchado de la belleza de la hija del Duque de Sessa, pero los relatos de su hermosura se quedaron cortos. Sin embargo apesar de ser nobles extranjeros, Clara era la sobrina del Rey Alfonso de Galvin un bello país que a diferencia de Estherlot estaban al sur del continente en la costa y siempre hacia calor, por lo cual era muy extraño verla, danzar con poco ropa en medio del jardín de tulipanes. Su ropa era solo su ropa interior, su blanca piel se perdía con el color de solo esa prenda, delgada y transparente que apenas podía cubrir sus dos hermosos senos, redondos y firmes, sobre todo sus dos pequeños botones que se habían puesto duros por el frío, pero además de la perfección en su cuerpo, tenia el rostro mas bello y angelical, sus labios eran rojos del color de las fresas, su cabello en contraste de su nivea piel, era negro, ondulado, que caía por debajo de sus caderas, el cual danzaba con el viento y sus hermosos ojos ... Esos ojos eran algo descomunal, místicos, un color jamas visto, con una mirada dulce e hipnotizante. No me atreví a acercarme, solo me sonroje y la observe en silencio, no podía ver de esta forma a la futura Reina de éste país, además de que sería la esposa de mi hermano. Di un paso falso y casi caigo por lo distraído que estaba observando. Para mi infortunio logre hacer el ruido suficiente para llamar la atención de Clara."

- ¿Quien anda allí?
- Lo siento... No quise asustarla. No debería estar así en este lugar - dijo mientras se quitaba el abrigo y lo colocaba sobre sus hombros - por favor mi Lady, cubrase o pescara un resfriado.
- ¿Quien osa tener el atrevimiento de ofrecer un abrigo a quien apenas ve, sin saber con quién esta hablando?
- Disculpe mi Lady lo hago por su bien, me presento soy Helmont Cunningham, principe de Estherlot. Lamento esta situación tan incómoda, no quise ser atrevido.

Al escuchar que estaba en presencia del hermano menor de su prometido Clara sintió mucha vergüenza del estado en el que se encontraba. Solo los miembros de la familia real conocían su rostro ya que había llegado esa mañana y su padre había cuidado celosamente la belleza de su hija, así como el futuro Rey, solo habían rumores de lo hermosa que era. Sin embargo Helmont la identificó por un retrato que habían enviado desde Galvin para su hermano. Por esta razón Clara aprovechó esta oportunidad para poder pasear por el jardín con apenas su ropa interior y una bata encima la cual al estar danzando, cuando caían los primeros copos de nieve de la temporada de invierno, se le había caído sobre los tulipanes.
- Lo lamento su majestad pero me tengo que ir.
- Es de mala educación no decir su nombre mi Lady. -Dijo Helmont apesar de saber con quién hablaba.
Clara tomó el abrigo de Helmont y se lo regreso, después se dió la vuelta para darle la espalda al joven apuesto, dió unos pasos para tomar algo del suelo y caminó lo mas rápido que pudo y se perdió en el crepúsculo, sin contestar más nada. Helmont se quedó maravillado apesar de saber que esa mujer era prohibida la deseó con todas sus fuerzas.

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Frío... en Estherlot eran hermosas las primaveras, ya que los jardines de todo el reino florecían en esplendor, sin embargo esa mañana se sentía fría, demasiado, no solo el clima si no que había algo extraño, un sentimiento obscuro, que podía helar la piel, ya habían pasado casi dos días de la desaparición de Clara, Barnett había salido a visitar la cuidad fronteriza porque el país se encontraba en una situación crítica, por lo cual llevaba mas de cinco días fuera del palacio, sin embargo ya se había enviado un mensajero para notificar la desaparición de la princesa, su esposa. Por su parte Helmont con sus habilidades magicas se había unido en la exhaustiva busqueda de su cuñada. ¿Que demonios le diría a su hermano? El había encargado la seguridad de la princesa en sus manos, sobre todo ahora que el palacio se había convertido en un lugar inseguro para ella. Además de todo eso, el simple hecho de imaginar que algo podía pasarle a ella, hacia arder su corazón de un dolor inexplicable.
Tocaba la ronda matutina y Helmont sintió un extraño deseo de ir al jardín de tulipanes, donde por primera vez la vio y su corazón habia sido flechado por un amor imposible, un amor que nunca sería.
"Los rayos del sol comenzaban a salir, tratando de iluminar la densa obscuridad, sin embargo no dejaba de sentirme inquieto, un olor nauseabundo comenzo a inundar mi nariz, apenas, era sutil pero olía a muerte, la fusión del aroma de los tulipanes con la podredumbre hacian que mi estómago sintiera ganas de devolver, fue allí cuando logré visualizar algo extraño, caminé lo más rápido que pude y la encontré... Su piel en descomposición y el terrible estado en el que se encontraba... Sentí como si me hubieran apuñalado, no podía respirar, no podía siquiera moverme, quede inerte ante tal escenario".

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Los gemidos inundaban la habitación, su cuerpo hermoso, blanco y sus senos redondos adornados con sus hermosos pezones rosados danzaban al ritmo de los movimientos, su bella y tierna mirada dorada y su cabello obscuro que caía por debajo de sus caderas, hermosamente ondulado y con agradable aroma a lirios, hacían de ella toda un obra de arte, tenía unos hermosos labios rojos, carnosos y jugosos, todo su cuerpo olía increíble y pequeñas gotas de sudor corrían intensificando el dulce aroma de su hermoso y pequeño cuerpo en comparación con el del hombre. Él con su cuerpo marcado y firme, sus grandes brazos, fuertes y tornados, su mirada azul penetrante hacían un bello contraste con el rubio de su cabello, no dejaba de admirar la belleza de Clara mientras estaba montada, moviendo ágilmente sus caderas, eso volvió la situación aún mas exitante, la tomó en sus brazos y la puso bajo él, para ahora ser el dominante, sus cuerpos desnudos estaban tan cerca, eran uno solo y la seguía haciendo suya esa noche.

Los rayos del sol comenzaron a penetrar en la habitación, había sido una noche extraordinaria, apenas lograron pegar los ojos, el largo cabello embarañado cubría su rostro y gimió con delicadeza al sentir como lo removían.
- ¿Que hace su majestad?
- Solo admiraba tu belleza mientras duermes. No puedo dejar ir esta oportunidad.
- Hace que me sonroje.
- Eso hace que te veas aún más hermosa. Te amo tanto Clara.
- Yo también lo amo su majestad.
- Ya te dije que me digas por mi nombre cuando estamos solos y sobre todo cuando dices que me amas.
Se puso sobre ella en posición dominante y le dio un tierno beso en la boca. Ella sonrió y lo vio fijamente a los ojos. Con ese mirada que a él le encantaba recibir.
- Yo también te amo Helmont.

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