Una luz en medio de tanta obscuridad, brillante, tenue y apenas visible, escondida, en lo mas recóndito de las tinieblas, con miedo a ser descubierta, una magia ancestral y mística, era la luz que poseían esos bellos, misterios y extraordinarios ojos dorados. Los cuáles habían permanecido en incógnito, la mayoría del tiempo de vida de Clara, su padre el Duque de Sessa, los cuidaba con cautela, como si algo prohibido fueran, desde su nacimiento la pequeña vivió en completo aislamiento de la sociedad, solo sus familiares mas directos y su criada de confianza la conocían, los retratos que se realizaron de ella tenían estipulado que sus hijos deberían de ser color marrón, mas no dorados, ocultando la misticidad de los mismos. ¿Qué escondía el Duque de Sessa de su pequeña Clara? Se preguntaban las personas del Reino.
Clara, la pequeña mas hermosa que había nacido en la familia real, su hermosura se la debía a su Madre, contaban los relatos, de la cual nadie podía constatar la verdad ya que murió cuando dio a luz, nadie la conocía ya que el Duque se había casado con ella en secreto en una de sus encomiendas por parte de su hermano el Rey Alfonso, a un país pequeño y extraño con el cuál querían entablar relaciones comerciales, ubicado al norte más allá de Estherlot, su hermano no pudo concretar ningún contrato, ni relación con este país, sin embargo había regresado con una pequeña, la cuál era su hija, Clara. Pasaron los años y la pequeña recluida, creció de gracia en gracia y sin embargo su padre el Duque murió a causa de una extraña enfermedad, ya que Gálvin y Estherlot estaban tratando de calmar sus diferencias, decidieron cerrar el tratado de paz y alianza con el método mas antiguo que existía… El matrimonio, aunque Barnett, al enterarse de los planes que tenía su padre para él, no pudo oponerse, ya que sabía que era parte de sus responsabilidades como heredero al trono, pero en su corazón nadie entraría. Por su parte Clara quien ahora era huérfana y a pesar de que su padre era el Duque, por ser mujer no pudo heredar las tierras ni el título y quedo a la disposición y encomienda de sus familiares, la familia real, la cual estaba compuesta por el Rey Alfonso, la Reina Estefanía y su primo el príncipe heredero, Carlos. La única que podía sellar este tratado era ella… Por primera vez alguien mas que su padre y la familia real vería su belleza inaudita.
El viaje a Estherlot fue cansado, ya que Gálvin no poseía Magos en su Reino, mas bien ellos eran país rico y comerciante, a diferencia de Estherlot que era conocido y temido por los grandes magos que habitaban la región, sobre todo por la Furia de fuego y la Cálida Luz, como se le conocía a Helmont, quien poseía poderes mágicos de luz y viento, los cuales habían sido heredados del linaje de su madre, una mujer dulce, bondadosa y poderosa, pero no solo había heredado sus poderes, también su físico angelical, el cual inspiraba confianza, al mezclarse con la masculinidad de los Cunningham, Helmont era la más bella combinación en un hombre, que no solo era hermoso y fuerte, si no que también, era bondadoso y confiable, un Dios perfecto, belleza y masculinidad en una sola persona.
Los tres días de viaje fueron demasiado, Clara no lo soportaba más, esos brincoteos durante todo el camino, la tenían molida, lo bueno de todo era la libertad que sintió al salir de Gálvin, donde fue prisionera toda su vida, el mar era hermoso, Gálvin poseía las mejores playas, azules y purificadas llenas de fauna y flora, con hermosos arrecifes y cenotes, sin embargo solo podía escuchar lo hermoso que era y podía ver la infinidad y magnificencia a través de su balcón, siempre se imaginó como sería caminar por la arena, descalza, con el agua salada atravesando su blanca y pálida piel, odiaba parecer un cadáver, sin color en sus mejillas, solo esos extraños ojos dorados, brillantes, que a pesar de ser los ojos más hermosos y mágicos, a ella le parecían extraños y horrendos, a veces pensaba, como hubiese sido su vida si en lugar de parecerse tanto a su madre, hubiera sacado una piel mas bronceada y los ojos marrones, como los de su padre, no oro brillante, tal vez de esta forma su padre no la hubiera tenido escondida toda su vida para no asustar a los demás. Su propia familia se alejaba de ella, como si le tuvieran miedo, lo que Clara no sabía es que el alejamiento era una barrera que las mismas personas que la conocían se ponían a si mismas, por el deseo de no querer apartar la mirada de esos extraordinarios y mágicos ojos dorados, era hipnotizante y a la vez generaba un miedo de dependencia a ellos, por eso todos preferían no verla, a sentir este deseo, fuesen hombres o mujeres, la soledad era su fiel acompañante. Por estas razones Clara pudo sentir la libertad, se asombraba cada vez que pasaban por un bello paisaje y veía atolondrada las aves volar, aunque no pudo salir mas que lo necesario y completamente cubierta del rostro, sentía alivió, tal vez ahora que seria la Reina de Estherlot, bueno en un futuro, nadie le podría privar de su libertad… tristemente Clara no sabia que iba camino a un trágico final.
Al llevar al palacio, se asombró, la arquitecta era completamente diferente a la de Gálvin, era más refinada y la magia que se utilizaba para proteger al reino lo hacían un lugar magnífico, encantador, parecía salido de los cuentos de hadas, sus espléndidos jardines eran lo mas bello que había visto jamás, llenos de flores de colores, con césped verde y fresco, el aroma que desprendía todo el lugar era maravilloso, pero lo que mas le llamó la atención fue el jardín central el cual, estaba lleno de unas hermosas flores que ella jamás había visto en su vida, bueno casi todo era nuevo para ella, estaba frente a los tulipanes. Se sintió aliviada de que su majestad el príncipe heredero, no quisiera verla, ella si quería conocer a su futuro esposo, aunque los relatos que escucho en el camino de los mozos y algunos caballeros que la escoltaron, le generó un gran miedo e incertidumbre, aún así ella lo quería conocer, no en ese preciso momento, pero si en algún otro, ahora lo más importante era escapar a ese bello jardín, la nieve estaba apunto de caer y ella no podía soportar todas las emociones que había vivido en solo tres días, el clímax sería ver la primer nevada de la temporada y la primera nevada de su vida.
Después de ser llevada a su habitación para descansar por una doncella, espero el atardecer, se quitó la ropa de viaje que la hacia sentir extremadamente incómoda y pesada, no podía creer la capacidad de resiliencia que pudo tener su cuerpo y su voluntad para no quitársela, bueno aunque había vivido recluida, su padre le había enseñado modales a su pequeña. Quedó únicamente con su ropa interior la cuál consistía en una prenda que caía un poco debajo de las rodillas, de una ceda extremadamente fina, blanca, fresca y delgada, la cual dejaba ver hasta el mas mínimo detalle de su encantador y sensual cuerpo, a pesar de tener solo diecisiete años Clara era una mujer realmente formada. Su cuerpo, no era delgado en extremo, de hecho tenia buenas caderas y aunque sus pechos no eran enormes, era hermosos y redondos, sus bellos pezones rozados estaban rodeados por una enorme aureola rosada, la cuál daban una bella vista a través del camisón, tomó la capa con la que estuvo cubierta todo el viaje y salió por la ventana, la verdad es que había adquirido ciertas habilidades al vivir recluida y una de ellas era escapar con sigilo por las balcones o por cualquier medio posible que presentara la ocasión. Se sorprendió de no sentir frío, de hecho pensó que tal vez los relatos del frío infernal que empezaba hacer en Estherlot eran solo una exageración, ya que sentía familiar y cómodo el ambiente, en comparación de Gálvin, donde a diario sentía sofocarse. Se escondió muy bien para no ser vista, llego a ese fantástico y pintoresco jardín, que desde un principio anheló poder pisar, sus pies descalzos sentían la flora bajo ellos y miles de sensaciones recorrían su piel, estar entre la naturaleza hacía que algo en su interior se llenará de una fuerza indescriptible, como si recargará todo su interior de algo que ni ella misma comprendía, como si todo confabulara para que ella viviera una maravillosa e inolvidable experiencia, pequeños copos de nieve comenzaron a caer, se veían realmente hermosos adornando su enmarañada cabellera negra, la cuál danzaba al compás del viento helado, parecía que queda uno había sido acomodado perfectamente en el lugar indicado, para adornar aún mas su belleza, como si fuera posible verse más bella, la danza y jugueteos no cesaron, ni aún cuando se calló su capa sobre los tulipanes, Clara se sentía libre e inmensamente feliz, el aire frio inundaba cada parte de su ser, su hermosa sonrisa resplandecía, la tarde estaba apunto de llegar al bello crepúsculo, el cual favorecía la tonalidad de sus bellos orbes dorados. Sin embargo un ruido, apenas pequeño y sigiloso llamo su atención y la asustó en extremo ¡nadie debía verla así!
— ¿Quién anda allí?
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Estherlot
FantasyEstherlot Esta historia pertenece a Yajaira Lizbeth González Contenido explícito, se recomienda discreción. Prólogo El cuerpo yacía sin vida, en medio de un hermoso jardín de tulipanes, la putrefacción excedía el dulce aroma, la hierva en rededor d...