En la hora de salida de la preparatoria comencé mi pequeña investigación, justo en la biblioteca municipal, dónde Jeremy me había dicho que vió ese preciado libro que contendrá mis respuestas.
Cómo era de esperarse, me recibió una sala gigante llena de libros y más libros sobre repisas de madera polvorientos y gastados. La recepcionista era una mujer de mediana edad de cabellera y ojos oscuros como la noche, fácilmente la pasé por alto. Pasé por cada repisa que tuviera la palabra «medicina» en sus placas. Mis dedos se paseaban por los viejos libros, algunos los tomé, otros no, aunque quería agarrar cada uno de ellos para saber si tenían la respuesta, me tomaría toda la vida. Solo agarré los que resaltaran del resto, aquellos con nombres llamativos o los que sentía que no deberían estar en su lugar.
Tomé los suficientes para que mis brazos se debilitaran por el peso y me senté en una de las grandes mesas, habían menos de tres personas allí, cómo se suponía a esas horas. El primero que agarré era sobre la medicina integral, leí la introducción con todo el detalle que podía, estudiando cada palabra que estuviera grabada en el papel, y aún así, no encontraba algo que me hacía sentir que estaba más cerca de la respuesta.
Así fuí, devorando libro tras libro, estudiando hoja tras hoja, y nada explicaba mis extrañas parálisis. Ya comenzaba a creer que Jeremy se había equivocado y que yo no estaba enfermo. Bueno, no como para que la ciencia o la medicina lo pueda explicar. No quedaba más que inventarme una teoría y vivir feliz con ella, después de todo, mis esperanza de que algo desaparezca mágicamente eran casi nulas. Casi.
Salí de la biblioteca cuando la oscuridad reinaba en las calles, había oscurecido hace horas y no me había dado cuenta. La única seguridad que estaba ante mí eran los faroles con su tenue luz anaranjada, cada casa tenía las ventanas selladas y cubiertas con cortinas, creando ese ambiente apocalíptico que se sentía familiar de forma extraña. Caminando me daba cuenta que las risas aparecían en todos lados, tenía esa sensación de que había niños traviesos detrás de los arbustos o árboles, riéndose de mí, mas ningún padre responsable dejaría que sus infantes estuvieran correteando por las calles a esas horas. Era lo mismo que en mi habitación, solo que era el doble de aterrador porque ahora no me sentía del todo solo.
Acelerando con la caminata, eso me acompañaba como amigo fiel. De vez en cuando daba vueltas para ver atrás de mí, me sentía vigilado y asustado. Hubo un punto de mi paseo en el que no pude soportar más, perdí conocimiento alguno de dónde me hallaba o lo que hacía ahí, solo estaba parado estático, con los ojos tapados por mis manos deseando que estuviera en un mal chiste. Lo que pudo despertarme era el simple hecho de que estaba en medio de la calle, un auto casi me atropellaba, sin embargo pude reaccionar a tiempo y salí ileso. La reacción del joven conductor fue lanzarme algunos insultos, ya que yo era el que se quedó parado en medio de la carretera como idiota.
Me quedé viendo como el auto rojo se desvanecía en la calle, esperando que se estrellara contra una farola porque, al oír su voz arrastrada, me dió a entender que estaba ebrio hasta la médula. No era nada nuevo, Hurricane estaba a punto de convertirse en una región peligrosa y rebelde, ni siquiera en la policía se podía confiar. Luego de que desapareciera por completo, decidí hacerlo yo, con mi reciente compañero encima.
Llegué al sendero y todo lo que veía estaba oscuro, ni de puta coña iba a pasar por ahí, pero debía hacerlo, sin ninguna linterna que me iluminara el camino, estaba totalmente expuesto a caídas, raspones o lo que sea que me podré encontrar allí. Las ramitas crujieron bajo mis pies cuando dí el primer paso, y siguieron así por todo lo que quedaba de camino. Yo estaba a ciegas, guiado por mi instinto, y las risas seguían ahí haciéndose más fuerte todavía. Mis ganas de gritar los insultos más hirientes que me sabía a la nada eran grandes, pero de qué carajos iba a servir, solo estaría insultando a mi cabeza.
Unos minutos más y escuché algo que me hizo abrir los ojos más de lo que debería, y no, no se trataba de la poca luz que había, eran palabras que escuchaba con voces infantiles.
No podrás salvarla, no podrás salvarla, ¡No podrás salvarla!
Los niños coreaban esas palabras como si estuvieran jugando inocentemente, yo mareado ante la fuerza de las voces caí y choqué la espalda contra un árbol que ni siquiera había sentido. ¿A quién no podré salvar? Me preguntaba, una y mil veces mientras ellos cantaban alegres. Sobre todo, quién era ella, a quien no podré salvar.
Si antes creía que era una mala señal, ahora lo confirmaba, claramente era una mala señal.Pero ¿Qué me hacía pensar que estaba en lo cierto? Algo en mí me estaba diciendo qué ocurrirá, mi único trabajo era averiguar qué era. Sin embargo, no soy vidente como para saber el futuro.
Empecé a sudar frío y sentía como la sangre se me helaba. Estaba en medio del bosque, tirado sobre un árbol, mareado y con claros indicios de esquizofrenia. Temía caer en la locura, o peor, la muerte; todo se sentía como si estuviera en el punto final, a pesar de no tener razón alguna para hacerlo en ese momento.¿Era eso lo que se sentía morir? Recordando y comparando esos momentos, con los que viví mucho más adelante, estaba equivocado. Morir era mucho más doloroso que eso.
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Paralysis | Michael Afton
FanfictionMichael tenía miedo de dormir y saber qué sucederá cuando despierte... . . . Aclaración. Puede tener contenido delicado como lo son las fobias, los transtornos y las menciones de fantasmas, espíritus, y ese tipo de cosas que no pueden ser aptos pa...