Hasta que nuestras almas se vuelvan a cruzar.

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36 horas antes...

Querido hijo, no sabes cuanto lamento que no sea nuestro momento. Tal vez nuestros caminos se vuelvan a encontrar con el paso de los años.
Quiero que sepas que jamás te olvidaré, aunque no lo parezca, te llevaré siempre conmigo en mi corazón. No hay palabras que describan la pena y desolación que siento en este momento, treinta y seis horas de nuestra despedida, a treinta y seis horas horas de dejar de sentir tus pequeños movimientos dentro de mi.
Eres tan pequeño en este momento, pero aún así, a tus once semanas, me haces sentir tus pequeñas jugarretas y exploraciones dentro de mi.
No me quedan lágrimas para seguir derramando, mis fuerzas se acaban poco a poco, a sabiendas de que te perderé.

Querido hijo, quiero que sepas que nada de esto es tu culpa. Que viviré siempre con tu recuerdo.
Esta es mi forma de despedirme de ti, de decirte que ha llegado la hora de partir, quiero que sepas que no sentirás dolor alguno, eso lo sufriré yo por ti, como parte de mi culpa y castigo.
Te sentí, te ví. Vi tus pequeñas manitas, tus diminutos piecitos, sentí latir tu pequeño pero fuerte corazón en sintonía con el mío.
Ahora estoy junto a nuestra familia, sufriendo en silencio tu pérdida.
Te amo hijo mío, aunque no sea nuestro momento, ya nos volveremos a encontrar.

El principio del fin...

Estoy sentada en el sofá de una casa desconocida, tomando la primera dosis que dará inicio a tu partida. En treinta minutos no podré hablar, en treinta minutos comenzaré a sentir, unos treinta minutos más cerca del adiós.

Tengo miedo, te perderé y no te alcanzaré a conocer. Me dieron que te podría ver cuando salieras, no creo ser lo suficientemente fuerte como para hacerlo.
Quisiera poder llorar tu partida, pero me dijeron que en pensarlo solo me dolería más.
En la mañana besé a tu padre y a tu hermana, mis dos amores, como despedida, pues no sé si llegaré a verlos otra vez.
El nudo en mi pecho crece con cada minuto que pasa y se me hace difícil respirar.
En este momento escribo, porque es lo único que me mantiene cuerda, escribo porque es mi escape a este dolor.
Con música envolvente en mis oídos logro transporarme poco a poco a un lugar en el que estamos solo los dos. Te puedo arrullar y besar, miro en lo profundo de tus ojitos marrones y una vez más te pido perdón.
Sé que me buscarás en unos años más, sé que al fin podremos estar juntos como la familia que deberíamos ser.

Me siento sola, a pesar de tener a mi lado a una mujer maravillosa y poderosa que me acompaña en todo mi proceso. Me siento sola porque te estoy perdiendo, porque estoy lejos de nuestra familia, porque tengo que actuar como que todo va bien, cuando todo va mal.
No tengo amigos en quien pueda confiar. Mi familia solo me juzgaría, siempre lo han hecho.
Estoy comenzando a sentir frío, mi cuerpo se estremece con cada respiración. Solo quedan cinco minutos y podré beber lo que tengo en mi boca y al fin podré pedir un abrigo.
Tengo en mi bolso un guatero y una manta, lo usaré para resguardarme de este frío que se ha apoderado de mi ser. Mi cuerpo está empezando a sentir los dolores que dan comienzo al fin de nuestra historia.

El adiós...

No pude seguir escribiendo si no hasta que todo acabó. Mi cuerpo convulsionaba de dolor y frío. Entre masajes y fuentes de calor, palabras de aliento y confort, fueron pasando las horas. A tan solo dos horas de haber comenzado te sentí. Sentí como mi cuerpo trabajaba para terminar. Estuve cerca de dos horas y treinta minutos en trabajo con mi cuerpo, llena de sensaciones encontradas arremolinándose en mi interior.
No pude pedir mejor compañía para pasar este momento. Estaba rodeada de mujeres fuertes y hermosas. Pasaron de ser completas extrañas a ser los pilares que más necesitaba en el momento preciso. Me contaron sus experiencias, me acompañaron en mis momentos de dolor, de sufrimiento. Me escucharon y me dieron la contención que necesitaba en el momento preciso. Fueron cómplices de mis sonrisas en las situaciones más inesperadas, y también mis compañeras cuando necesitaba de su ayuda. Perdí el pudor frente a ellas, me vieron en mi lado más vulnerable y ellas solo se dedicaron a mimarme y a atenderme.
Compartimos el almuerzo entre risas y cantos, con el sonido del guitarreo de una de ellas. Y cuando fue el momento finalmente acabó todo.
Sentí alivio por haber sanado mi dolor, pena por dejarte ir, pero por sobre todo, esperanza de encontrarnos en unos años más, cuando sea el momento adecuado.

Voy camino a casa a encontrarme con nuestra familia. Solo quiero descansar y abrazarlos, como algún día haré contigo. Siempre te llevaré conmigo, donde sea que estés.
Te amo querido hijo mío.
Hoy cierro nuestra historia, para volverte a sentir más adelante en un ambiente como corresponde. No te mereces llegar a un lugar oscuro y lleno de dolor. Tengo que sanar para poder recibirte y entregar todo de mí, entregar todo lo que te mereces.
Hasta que nuestras almas se vuelvan a cruzar.

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